30/4/05

Surveying Swill (30/4/2005) Sima del Sapo

       Alrededor. Miro. Ramales de la Victoria. Entro. Busco en la antigua escuela. Estan P.Hierro y P.Merino. Me saludan con groserías a la usanza. Pero me siguen cayendo bien a pesar de todo. Me fumo el resto de un puro a mi salud y a la suya. Wichi también está, trabajador y ordenado. Me saluda de forma normal. Ha decorado el polvoriento local con un montón de bonitas fotos de viejos calendarios espeleológicos. También ha colocado (¿Wichi u otro?) un póster de una rubia despampanante entresacada del Playboy que traje un día -que íbamos al agujero de Garma Ciega- para consolar al personal en las profundidades. Wichi trabaja bien. Me poso en un polvoriento asiento y me dedico a provocar al personal con el puro y con comentarios acerca de su reprimido lado femenino. Se palpa el dexkonzierto general pero Wichi, el ser más evolucionado de esta Asociación Espeleológica Ramaliega, sale a dar caña de mi lado. Poco después llega Cristóbal con una camiseta que exhibe un cartel en árabe y en castellano acerca de ciertas actividades arqueológicas, sospechosas, en Málaga. Cristóbal es en sí sospechoso ¿qué hace un malagueño, que exhibe camisetas rotuladas en árabe, viviendo en un pueblo abertzale de Euskadi? Pronto se suma a los preparativos de Wichi. Mientras tanto les obsequio a todos con un requirimiento de ayuda para la próxima actividad –Travesía Toño/Cañuela– con espes recién horneados. Sin embargo todos se muestran crueles, quisquillosos y celosos de su tiempo, que no piensan dedicar a actividades de promoción, ni similares. Seguramente no es tan fiero el león como lo pintan. Al final salimos todos expelidos por la puerta y nos distribuimos en dos coches: el de Cristóbal con Wichi y el mío con P.Hierro y P.Merino. Nos acercamos a casa de Gelo con la intención de coger los aparatos de topo. Tras una espera de 20 minutos, en que practico un dialogo de monosílabos con P.Hierro, vuelve a salir P.Merino con los objetos codiciados rescatados de una viga. Cantabria profunda.
      Ya vamos algo tarde hacia el Sapo y se nota la pesadez en el ambiente. Al pasar por Astrana nos asombramos de que la casa de J.Casero no de muestras de estar habitada en un puente tan cojonudo para los madrileños como éste -del 30 de Abril al 2 de Mayo- (para los que no lo sepan aclaro que J.Casero es adicto a la zona del Mortero y Garma Ciega desde hace 30 años). En la última cuesta antes del aparcamiento el coche renquea lo que me demuestra la pesadez, sobre todo mental, de los viajeros... Al llegar al parking nos encontramos con Alfredo(BK) y un amigo que no recuerdo como se llama. Y retomamos, pesados, el camino andando cansinos hacia Entremazos. Cuando llegamos a las pendientes de verdad, bajo el Mazo Grande, P.Hierro y Cristóbal escapan del pelotón dejando al resto con la lengua fuera aunque al final el único escapado es Cristóbal. Al llegar a la entrada y echar un vistazo a mi alrededor me percato de que nadie se toma en serio lo de prepararse para entrar en el Sapo. Todos, pero sobre todo Wichi, sacan comida y se disponen a devorar sin medida. Wichi, como regla general, parece no tener límites y traga sin parar durante un tiempo incalculable. Quizás una hora. Quizás más. Aunque es posible que esté exagerando. O quizás no.
        P.Merino ha elegido la tarea de topografiar para, seguramente, no tener que aguantar todo el día a los delanteros del equipo AER. Hace una declaración de intenciones de no bajar el último pozo (70/80) acabando la tarea de topo en su cabecera y explorando unas galerías secundarias. Los exploradores de punta protestan y tratan de convencerle, aunque sin resultados, de que topografíe también el último pozo. Lo que no queda claro es quienes van a acompañar a P.Merino en la tediosa tarea de la topo. Si hay una cosa que tengo clara hoy es que voy de tranqui; así que peleo por ir con P.Merino a esa pinche tarea. Eso me permitirá conocer la Sima del Sapo mucho mejor que si voy perdiendo el culo hacia la punta de exploración detrás de Cristóbal, Wichi y P.Hierro. Finalmente el amigo Innominato de Alfredo(BK) se va con los fieras a explorar y nos quedamos P.Merino, Alfredo(BK) y yo para aguantarnos unos a otros y practicar la Santa Paciencia.
       Los exploradores desaparecen por una gatera que se hace cómoda casi de inmediato. Nosotros comenzamos a medir desde el porche. P.Merino lleva los papeles y apunta, Alfredo (BK) lleva brújula, clinómetro y sujeta la punta de la cinta y  yo, en cabeza, llevo el rollo de la cinta y voceo las distancias. Durante un rato todo se calma y nos vamos habituando a la rutina de dar las lecturas y de estar quietos la mayor parte del tiempo. Pero la calma dura poco. Las pequeñas dificultades de la sima se ponen pesadas debido al incordio de la cinta. En uno de los primeros pozos dejo la cinta colgada de un mosquetón anclado en el nudo de unión de dos cuerdas y continúo hasta el fondo con el extremo. Nos encontramos un buen número de pequeños resaltes resbaladizos que hay que destrepar (y que, más tarde, habrá que trepar). Uno de ellos conduce a una profunda badina. Me empleo a fondo para no deslizarme hacia ésta, refunfuñando por la escasez de cuerdas en estos ridículos pasos no aptos para patosos. Más adelante nos encontramos con una zona confusa, por suerte marcada con catadióptricos, que parece llevarte a otro meandro ascendente cuando la verdadera ruta se oculta tras un recodo. Todo esto desemboca, bajando un pocete, en una, también confusa, encrucijada. El descenso de este pocete, que casi se puede destrepar, necesita de ojo para no darse un coscorrón con el techo donde está la cabecera y, también para pasar un fraccionamiento en una repisa. De aquí parten tres galerías y una cuarta que continúa la sima hacia abajo. Descubrimos que cada galería tiene asociado un papelito con su descripción. La galería que P.Merino pensaba explorar lleva a “nada” según el papelito. Hay otra “nada” y una galería “estrecha y rasposa”. Decidimos seguir la topo hacia la cabecera del pozo de 80 pero, antes, nos tomamos un descanso y comemos algo.
         En esta zona de meandro sinuoso, que prolonga la sima hacia el pozo de 80, las pequeñas dificultades aumentan, obligándonos a realizar un montón de estaciones de topo cortas. Creo que andamos cerca de 100 puntos de topo. Finalmente, antes del pozo grande, nos encontramos con dos bonitos pozos. El primero esta instalado como un trampolín. Primero te tienes que deslizar por un bloque alargado y estrecho en suave pendiente, asegurado por un pasamanos, y cuando llegas al extremo, en la punta del bloque, tomas la línea vertical directa anclada al techo. Parece, más o menos, que tienes que arrojarte desde el trampolín hacia el pozo. El siguiente pozo es limpio, acampanado y aparenta ser mayor de lo que realmente es. Conduce a una sala amplia y circular en cuyo extremo se toman las cuerdas de acceso al pozo de 80. Desde hace un rato Innominato responde a todos los ruidos onomatopéyicos que produzco por cansancio y aburrimiento. En general se trata de cabras de distintas edades, borregos –cuando la desesperación crece- y grajas mezcladas con rapaces nocturnas. Es el único consuelo que me queda cuando saboreo la incomunicación con mis semejantes. Innominato está desde hace rato aquí, en la cabecera del pozo de 80.
          Cuando nos encontramos nos da noticias. Los exploradores han trabajado en tres frentes: una escalada en la base del pozo; un péndulo hacia una ventana en el pozo grande y una desobstrucción. La escalada, según entiendo, no da resultados. La ventana les conduce a un pozo de 30 seguido de un meandro y de otro pozo de 30 y los exploradores quedan parados ante una rampa que no se baja por falta de material. La desobstrucción se abandona por llevar al mismo sitio que el recién descubierto pozo.
         Nosotros hemos acabado el trabajo que teníamos previsto y la gente de punta parece que está volviendo ya. Como estoy interesado en salir pronto para portar por casa y veo que son las seis en mi moderno reloj Casio, comunico a los presentes que empiezo a remontar y despliego mi arsenal. De todas formas quien avisa no es traidor y les comunico a mis pinches acompañantes que tengo interés por salir cuanto antes. Al poco rato, de forma apagada, les oigo nombrarme y poco después dejo de oírles. Como la sima es una especie de tobogán deslizante la entrada es mucho más fácil que la salida. Me empiezo a cansar de pasos resbaladizos, de equilibrios precarios y de pasos que hay que ir trepando. Y además me parece que hay más pozos y resaltes que al entrar. Los debe haber puesto un diablo mientras estábamos abajo. Cuando llego al pozo más largo ando un poco renqueante ya, lo que unido al chicleo y a lo resbaladizo de las paredes me hace subir el pozo a paso de caracol. Me animo al conseguir acabar de remontarlo, recuperándome para los últimos pozos de ascenso. Hay uno que acaba en un estrecho meandro desfondao con un pasamanos y que se me antoja algo cabroncete. Finalmente, justo una hora y media después de comenzar, asomo la nariz a una soleada y plácida tarde. Me pongo a aullar un rato para desfogarme y ahuyentar a los lobos. Un rebaño de vacas, a más de una manada de caballos, me prestan brevemente su atención. Cuando me canso de aullar me dedico a pensar, que es algo parecido pero no igual. A las ocho y cuarto aparece Alfredo(BK) que me acompaña hasta los coches para recoger las cosas que P.Merino y  P.Hierro han dejado en mi coche. Después de todo solo se trata de dos pares de zapatillas de deporte con calcetines pestosos en su interior. Les dejo destinados a bajar empaquetados, los cuatro y equipajes, en el coche de Cristóbal y me voy tan deprisa como puedo por la pista hacia Astrana.     

24/4/05

Feelings Ten (24/4/2005)



       Pensad en la angustia, o al menos miedo, que se siente al asomarse a un abismo en que puedes caer. El miedo al vacío. Algunos operarios de los rascacielos norteamericanos fueron, y son, indios sin miedo al vacío. Durante una larga temporada, en mi lugar de trabajo, pude contemplar un póster de unos obreros sentados en una viga de acero de un rascacielos de Nueva York, en construcción, de la época en que se levanto el Empire State Building. Los obreros están almorzando tranquilos con las piernas colgando en el vacío. Observando con atención sus rostros pude comprender que no sentían miedo de estar allí. De hecho sus rostros transmitían indiferencia –quizás hacia el fotógrafo- e impasibilidad. Varios eran indios, indios de América, sí. ¿Os habéis detenido a pensar en nuestro miedo a las alturas y a los abismos? ¿Porque está ahí metido ese miedo en muchos de nosotros y no lo esta en los indios? ¿De que leche han mamado para no sentir el mismo miedo que siente la mayoría de nosotros? Si sentimos miedo es porque el vacío nos atrae o porque no nos sentimos seguros de nuestros movimientos. E inconscientemente huimos de él.
 Sin embargo me asomo a los pozos de la red del Gándara y siento familiaridad con las rocas y con el discreto vacío. Quizás siento demasiada familiaridad con las alturas. En este caso no siento nada especial.  Para que la actividad espeleológica tenga magia tienes que sentir que bordeas lo desconocido, lo que no conoces. La incógnita es la motivación del espeleólogo. Julio, Eva, Marisa, Amelia, Elena, Noelia, Manrique, Alberto y Álvaro cada uno tiene su motivación personal. Todos, salvo Álvaro, tienen poca práctica de espeleo. Algunos solo tienen la práctica del reciente cursillo que se ha celebrado en Marzo. Álvaro posee unos conocimientos técnicos avanzados. Se gana la vida en trabajos verticales y esto hace que conozca mucho mejor que un espeleólogo corriente las cuerdas, los anclajes, las formas de instalar. A cada paso nos habla largo y detallado de las instalaciones. Me encuentro a su lado cuando nos da una conferencia sobre la instalación de la cabecera del pozo de 40. Junto a mí creo que están Manrique, Eva y no sé quien más. Dice que la fijación intermedia está demasiado alta lo que haría que en una ruptura de dicha fijación el factor de caída, 1.2 aproximadamente, fuera muy alto para una estática. Hablamos del posible futuro de las cuerdas de kevlar. Comenta que su elasticidad es casi nula y que este hecho haría que en una caída o ruptura el cuerpo del espeleólogo sufriera un impacto muy elevado. Así que deberían tener algo más de elasticidad para poder ser usadas sin peligro. También hablamos de lo diferentes que tendrían que ser los aparatos de ascenso para cuerdas de 6 o menos mm de diámetro. 




Mientras tanto algunas participantes cansadas de esperar, algo más arriba del pozo de 40, deciden ir saliendo. Todo se esta prolongando demasiado por el número de participantes y, quizás también, por que Eva olvido una parte de su equipo vertical. Fue necesaria una pequeña logística para pasarle a Eva el arnés de pecho, el croll y el jumar, que son los de Manrique caballeroso, salvando los desviadores y fraccionamientos, desde la cabecera del pozo. Se hizo gracias a una cuerda auxiliar de 15 metros que permitió enviarlos a una persona subiendo el tramo final, de ésta a la repisa intermedia, de la repisa a otro espeleólogo y de éste, finalmente, hasta la base del pozo. Por otra parte Eva nos sorprendió a todos con su agilidad para trepar los tres resaltes anteriores a brazo/cuerda.
Cuando acaba de salir Julio, que es el último en subir el pozo, asciendo un poco por la galería hasta ponerme junto al inicio de la gatera de retorno y al mirar hacia la prolongación de esta galería en forma de cañón me doy cuenta de que, casi perdida en la lejanía de una zona que no hemos visitado nunca, están los reflejos de las luces de Marisa, Amelia y Elena que han confundido su camino hacia la salida. Hemos tenido todos mucha suerte de que me de cuenta de la confusión. Si no, hubiéramos echado en falta a las chicas después de mucho rato o quizás en la salida cuando ellas ya estarían sin luz y bastante perdidas.
Hace un rato, cuando ya eran las cinco de la tarde y estábamos comiendo todos algo más allá de las excéntricas, tuvimos claro que siguiendo al mismo ritmo tardaríamos dos horas en ir y volver hasta la otra cascada a lo que luego habría que sumarle al menos tres horas más para salir. Así que comenzamos a pensar en volver. Una pena pues la zona de la otra cascada es impresionante y guarda un conjunto con gours de paredes  cristalinas y blancas que deslumbran por su pura limpieza.




Realmente veníamos arrastrando un mal horario desde el principio. Por no madrugar e ir con calma la cita matinal es a las 10 en la estación de tren de Solares. La estación tiene un buen aparcamiento y es un sitio tranquilo. Pero debido, por lo que parece, a un malentendido en la cita entre Elena y Manrique cerca de Valdecilla, no completamos el grupo, formado por diez personas, hasta las 11 horas. En cierto momento intermedio entre las 10 y las 11 llamo a Manrique y le increpo por su tardanza a lo que responde defendiéndose con fuerza. Parece que el ha sido diligente pero queda un tiempo sin acción clara. Ya petaos por esta tardanza comenzamos el viaje hacia La Gándara vía Ramales/Soba. Entre unas cosas y otras los preparativos se alargan. El ambiente primaveral invita a tumbarse en el césped con una brizna de hierba entre los dientes y a soñar o, también, a dar un paseo liviano entre bosques de hayas y olor a flores. Ahora es cuando Eva echa en falta una de sus bolsas de plástico que contiene parte de su equipo vertical. Manrique encuentra soluciones de caballero y Álvaro también contribuye. Quedamos en llevar una cuerda auxiliar para pasar parte del equipo de Manrique cuando suba el pozo.



Al hacer el corto recorrido que nos lleva desde el cruce de la carretera que asciende a la Sía hasta la boca de la Red del Gándara se forman grupitos que charlan animadamente de historias variadas, la mayor parte de ellas insustanciales. La galería inmediata a la boca desobstruida por los franceses es enorme y asombra un tanto que no colapse el techo por la cercanía a la superficie. Poco después estamos en el pasamanos aéreo que bordea el pozo de descenso hacia los niveles inferiores y el río Viscoso. Algo más allá hay un charco que en todas las ocasiones anteriores en que he visitado la cueva se podía pasar sin mojar el calzado y que hoy solo pueden pasar sin problema los que llevan botas de pocero. Marisa, que lleva botas de monte, me utiliza para pasar a coscaletas y pasamos sin novedad gracias a que puedo ver con claridad las piedras del fondo. Alberto tampoco lleva botas de pocero y contrata los servicios de Manrique para pasar a cuchos pero el agua esta turbia y acaban naufragando ambos, aunque el único que se moja los pies es Manrique. Como Manrique es un caballero acepta con una sonrisa las incomodidades y las tomaduras de pelo de los demás.
Las galerías de nuestra ruta se mantienen amplias, resbaladizas y concrecionadas, incluso con gours en el suelo, hasta que la ruta parece finalizar abruptamente contra unas formaciones. Entre columnas y algo oculto esta el paso que da acceso a una galería zigzageante y larga que obliga a circular en laminador durante un tramo algo pesado. Me meto decidido hacia delante y me sigue Manrique que de vez en cuando me pide que paremos a esperar. La espalda se resiente de tanto recorrido agachado, a gatas y reptando. Sin embargo después de mover tanta musculatura, que está  usualmente quieta, el cuerpo se siente bien. Es una de las ventajas que le encuentro a esta absurda actividad de topo terrero. Una galería en montaña rusa da continuidad a los zigzags y desemboca en el inicio del desfondamiento que lleva a la Sala de la Cascada, pero antes del pozo hay que pasar una estrechez divertida que nos hace ponernos las pilas. Amelia duda ligeramente de la estrechez pero enseguida llegamos todos al pozo de 40 decididos y sin pausas. Me apuesto justo al borde para dar las instrucciones acerca de los desviadores y del fraccionamiento. Los espes están convirtiéndose en espeleólogos. Estar en el borde me produce indiferencia y calma pero me doy cuenta de que esto es así porque estoy anclado al pasamanos de acceso. ¿Qué pasaría si no hubiera cuerda a la que anclarse? ¿Sentiría el miedo al vacío? ¿Me permitiría andar apoyado de forma indolente al borde de un pozo? Es una cuestión inquietante. Opto por pasar de todo y ser superficial, olvidadizo...
Hoy la Sala de la Cascada parece estar llena de niebla pero cuando nos vamos desperdigando nos damos cuenta que no lo está tanto. Se ven las luces en la lejanía. Una empinada pendiente resbalosa, equipada con cuerdas, da acceso a una pedrera que nos lleva a unas plataformas resbaladizas. Desde aquí un estrecho sendero nos acerca a la cascada por una colada jabonosa, que tiene una cuerda, y luego bajo multitud de duchas formadas por goteos que intentamos eludir. Las excéntricas siguen en su sitio sin ningún deterioro lo que hace que me sienta mejor; estamos unos minutos ahí y luego buscamos por la galería fósil que arranca de allí mismo una zona cómoda y arenosa para comer en paz.
       Me asusta lo cerca que estamos de un accidente tonto sin darnos cuenta. Al volver a la Sala de la Cascada tras pasar las excéntricas Manrique da un salto en la zona de duchas y se encuentra de frente con una estalactita que no ha visto, chocando su casco contra ésta. Debido al fuerte impacto rebota y cae de espaldas sobre una zona mas o menos plana pero justo al borde de una vertical de tres o cuatro metros... por un momento dudo de si caerá por la vertical pero, afortunadamente, no ocurre así y podemos respirar tranquilos. Si que se resiente, del golpe, en el cuello y nota un ligero mareo al principio que se le pasa al cabo de un rato.
      Ya a las diez de la noche recalamos en el bar de La Gándara junto al súper y tomamos cervezas y colacaos acompañados de pipas y de jamón. No me siento muy satisfecho por el abultado horario pero, por otra parte, pienso que el que algo quiere algo debe pagar. Si quieres mostrar a los espes algunas cuevas interesantes habrá que tomarse con paciencia los movimientos del grupo. De todas formas esto está lleno de tías buenas lo que es una gran y agradable novedad en nuestra práctica de la espeleo. Le da un ambiente más atractivo a las actividades que cuando tenemos que soportar, solo, maleducados y rencillosos machos salidos, grupo que me incluye, a nuestro alrededor.