24/4/05

Feelings Ten (24/4/2005)



       Pensad en la angustia, o al menos miedo, que se siente al asomarse a un abismo en que puedes caer. El miedo al vacío. Algunos operarios de los rascacielos norteamericanos fueron, y son, indios sin miedo al vacío. Durante una larga temporada, en mi lugar de trabajo, pude contemplar un póster de unos obreros sentados en una viga de acero de un rascacielos de Nueva York, en construcción, de la época en que se levanto el Empire State Building. Los obreros están almorzando tranquilos con las piernas colgando en el vacío. Observando con atención sus rostros pude comprender que no sentían miedo de estar allí. De hecho sus rostros transmitían indiferencia –quizás hacia el fotógrafo- e impasibilidad. Varios eran indios, indios de América, sí. ¿Os habéis detenido a pensar en nuestro miedo a las alturas y a los abismos? ¿Porque está ahí metido ese miedo en muchos de nosotros y no lo esta en los indios? ¿De que leche han mamado para no sentir el mismo miedo que siente la mayoría de nosotros? Si sentimos miedo es porque el vacío nos atrae o porque no nos sentimos seguros de nuestros movimientos. E inconscientemente huimos de él.
 Sin embargo me asomo a los pozos de la red del Gándara y siento familiaridad con las rocas y con el discreto vacío. Quizás siento demasiada familiaridad con las alturas. En este caso no siento nada especial.  Para que la actividad espeleológica tenga magia tienes que sentir que bordeas lo desconocido, lo que no conoces. La incógnita es la motivación del espeleólogo. Julio, Eva, Marisa, Amelia, Elena, Noelia, Manrique, Alberto y Álvaro cada uno tiene su motivación personal. Todos, salvo Álvaro, tienen poca práctica de espeleo. Algunos solo tienen la práctica del reciente cursillo que se ha celebrado en Marzo. Álvaro posee unos conocimientos técnicos avanzados. Se gana la vida en trabajos verticales y esto hace que conozca mucho mejor que un espeleólogo corriente las cuerdas, los anclajes, las formas de instalar. A cada paso nos habla largo y detallado de las instalaciones. Me encuentro a su lado cuando nos da una conferencia sobre la instalación de la cabecera del pozo de 40. Junto a mí creo que están Manrique, Eva y no sé quien más. Dice que la fijación intermedia está demasiado alta lo que haría que en una ruptura de dicha fijación el factor de caída, 1.2 aproximadamente, fuera muy alto para una estática. Hablamos del posible futuro de las cuerdas de kevlar. Comenta que su elasticidad es casi nula y que este hecho haría que en una caída o ruptura el cuerpo del espeleólogo sufriera un impacto muy elevado. Así que deberían tener algo más de elasticidad para poder ser usadas sin peligro. También hablamos de lo diferentes que tendrían que ser los aparatos de ascenso para cuerdas de 6 o menos mm de diámetro. 




Mientras tanto algunas participantes cansadas de esperar, algo más arriba del pozo de 40, deciden ir saliendo. Todo se esta prolongando demasiado por el número de participantes y, quizás también, por que Eva olvido una parte de su equipo vertical. Fue necesaria una pequeña logística para pasarle a Eva el arnés de pecho, el croll y el jumar, que son los de Manrique caballeroso, salvando los desviadores y fraccionamientos, desde la cabecera del pozo. Se hizo gracias a una cuerda auxiliar de 15 metros que permitió enviarlos a una persona subiendo el tramo final, de ésta a la repisa intermedia, de la repisa a otro espeleólogo y de éste, finalmente, hasta la base del pozo. Por otra parte Eva nos sorprendió a todos con su agilidad para trepar los tres resaltes anteriores a brazo/cuerda.
Cuando acaba de salir Julio, que es el último en subir el pozo, asciendo un poco por la galería hasta ponerme junto al inicio de la gatera de retorno y al mirar hacia la prolongación de esta galería en forma de cañón me doy cuenta de que, casi perdida en la lejanía de una zona que no hemos visitado nunca, están los reflejos de las luces de Marisa, Amelia y Elena que han confundido su camino hacia la salida. Hemos tenido todos mucha suerte de que me de cuenta de la confusión. Si no, hubiéramos echado en falta a las chicas después de mucho rato o quizás en la salida cuando ellas ya estarían sin luz y bastante perdidas.
Hace un rato, cuando ya eran las cinco de la tarde y estábamos comiendo todos algo más allá de las excéntricas, tuvimos claro que siguiendo al mismo ritmo tardaríamos dos horas en ir y volver hasta la otra cascada a lo que luego habría que sumarle al menos tres horas más para salir. Así que comenzamos a pensar en volver. Una pena pues la zona de la otra cascada es impresionante y guarda un conjunto con gours de paredes  cristalinas y blancas que deslumbran por su pura limpieza.




Realmente veníamos arrastrando un mal horario desde el principio. Por no madrugar e ir con calma la cita matinal es a las 10 en la estación de tren de Solares. La estación tiene un buen aparcamiento y es un sitio tranquilo. Pero debido, por lo que parece, a un malentendido en la cita entre Elena y Manrique cerca de Valdecilla, no completamos el grupo, formado por diez personas, hasta las 11 horas. En cierto momento intermedio entre las 10 y las 11 llamo a Manrique y le increpo por su tardanza a lo que responde defendiéndose con fuerza. Parece que el ha sido diligente pero queda un tiempo sin acción clara. Ya petaos por esta tardanza comenzamos el viaje hacia La Gándara vía Ramales/Soba. Entre unas cosas y otras los preparativos se alargan. El ambiente primaveral invita a tumbarse en el césped con una brizna de hierba entre los dientes y a soñar o, también, a dar un paseo liviano entre bosques de hayas y olor a flores. Ahora es cuando Eva echa en falta una de sus bolsas de plástico que contiene parte de su equipo vertical. Manrique encuentra soluciones de caballero y Álvaro también contribuye. Quedamos en llevar una cuerda auxiliar para pasar parte del equipo de Manrique cuando suba el pozo.



Al hacer el corto recorrido que nos lleva desde el cruce de la carretera que asciende a la Sía hasta la boca de la Red del Gándara se forman grupitos que charlan animadamente de historias variadas, la mayor parte de ellas insustanciales. La galería inmediata a la boca desobstruida por los franceses es enorme y asombra un tanto que no colapse el techo por la cercanía a la superficie. Poco después estamos en el pasamanos aéreo que bordea el pozo de descenso hacia los niveles inferiores y el río Viscoso. Algo más allá hay un charco que en todas las ocasiones anteriores en que he visitado la cueva se podía pasar sin mojar el calzado y que hoy solo pueden pasar sin problema los que llevan botas de pocero. Marisa, que lleva botas de monte, me utiliza para pasar a coscaletas y pasamos sin novedad gracias a que puedo ver con claridad las piedras del fondo. Alberto tampoco lleva botas de pocero y contrata los servicios de Manrique para pasar a cuchos pero el agua esta turbia y acaban naufragando ambos, aunque el único que se moja los pies es Manrique. Como Manrique es un caballero acepta con una sonrisa las incomodidades y las tomaduras de pelo de los demás.
Las galerías de nuestra ruta se mantienen amplias, resbaladizas y concrecionadas, incluso con gours en el suelo, hasta que la ruta parece finalizar abruptamente contra unas formaciones. Entre columnas y algo oculto esta el paso que da acceso a una galería zigzageante y larga que obliga a circular en laminador durante un tramo algo pesado. Me meto decidido hacia delante y me sigue Manrique que de vez en cuando me pide que paremos a esperar. La espalda se resiente de tanto recorrido agachado, a gatas y reptando. Sin embargo después de mover tanta musculatura, que está  usualmente quieta, el cuerpo se siente bien. Es una de las ventajas que le encuentro a esta absurda actividad de topo terrero. Una galería en montaña rusa da continuidad a los zigzags y desemboca en el inicio del desfondamiento que lleva a la Sala de la Cascada, pero antes del pozo hay que pasar una estrechez divertida que nos hace ponernos las pilas. Amelia duda ligeramente de la estrechez pero enseguida llegamos todos al pozo de 40 decididos y sin pausas. Me apuesto justo al borde para dar las instrucciones acerca de los desviadores y del fraccionamiento. Los espes están convirtiéndose en espeleólogos. Estar en el borde me produce indiferencia y calma pero me doy cuenta de que esto es así porque estoy anclado al pasamanos de acceso. ¿Qué pasaría si no hubiera cuerda a la que anclarse? ¿Sentiría el miedo al vacío? ¿Me permitiría andar apoyado de forma indolente al borde de un pozo? Es una cuestión inquietante. Opto por pasar de todo y ser superficial, olvidadizo...
Hoy la Sala de la Cascada parece estar llena de niebla pero cuando nos vamos desperdigando nos damos cuenta que no lo está tanto. Se ven las luces en la lejanía. Una empinada pendiente resbalosa, equipada con cuerdas, da acceso a una pedrera que nos lleva a unas plataformas resbaladizas. Desde aquí un estrecho sendero nos acerca a la cascada por una colada jabonosa, que tiene una cuerda, y luego bajo multitud de duchas formadas por goteos que intentamos eludir. Las excéntricas siguen en su sitio sin ningún deterioro lo que hace que me sienta mejor; estamos unos minutos ahí y luego buscamos por la galería fósil que arranca de allí mismo una zona cómoda y arenosa para comer en paz.
       Me asusta lo cerca que estamos de un accidente tonto sin darnos cuenta. Al volver a la Sala de la Cascada tras pasar las excéntricas Manrique da un salto en la zona de duchas y se encuentra de frente con una estalactita que no ha visto, chocando su casco contra ésta. Debido al fuerte impacto rebota y cae de espaldas sobre una zona mas o menos plana pero justo al borde de una vertical de tres o cuatro metros... por un momento dudo de si caerá por la vertical pero, afortunadamente, no ocurre así y podemos respirar tranquilos. Si que se resiente, del golpe, en el cuello y nota un ligero mareo al principio que se le pasa al cabo de un rato.
      Ya a las diez de la noche recalamos en el bar de La Gándara junto al súper y tomamos cervezas y colacaos acompañados de pipas y de jamón. No me siento muy satisfecho por el abultado horario pero, por otra parte, pienso que el que algo quiere algo debe pagar. Si quieres mostrar a los espes algunas cuevas interesantes habrá que tomarse con paciencia los movimientos del grupo. De todas formas esto está lleno de tías buenas lo que es una gran y agradable novedad en nuestra práctica de la espeleo. Le da un ambiente más atractivo a las actividades que cuando tenemos que soportar, solo, maleducados y rencillosos machos salidos, grupo que me incluye, a nuestro alrededor.  

         

No hay comentarios: