29/5/05

Hombres de Fé (29/5/2005) Toño-Cañuela

Las previsiones de la meteo son malas. Lloverá y estará muy cubierto desde el viernes por la tarde, empeorando el sábado y el domingo. El viernes por la noche en contra de lo que espero se apuntan diez personas a la actividad Toño/Cañuela. Se dividirá al conjunto en dos equipos independientes. Es una situación trabajosa. Localizamos cuerdas para dos grupos y comprobamos la longitud de algunas, tarea en la que me ayudan varios miembros del SCC junto al local de material. Hacemos acopio de carburo en bagas y bolsas de plástico. Es claro que dos equipos de cinco tardarán un poco más de lo que tardaría un solo equipo de cinco. Uno de diez podría llegar a tardar más del doble. Nos vamos a tomar unas cervezas. Acabamos en el White Shoe tomando cerveza Judas y hablando de filosofía.
            El sábado llueve bastante. Nadie llama para desquedar. Por el contrario Elena me confirma su presencia en la expedición. La noche del sábado llueve aún más. Y el domingo amanece con chubascos intermitentes. Pero nadie avisa de que no va. A las ocho de la mañana nos reunimos todos en Solares salvo J. Miguel que llama a última hora para comunicar que no puede venir. En total somos nueve. Les conmino a que hagan fuerza mental para que no tengamos lluvia a la subida. La fe nos creará un túnel en el vacío universal. Y llueve mucho. Al rato estamos preparándonos en la casa que queda junto al inicio de la subida a la Cañuela. Hay un porche en la entrada del pajar. Sigue lloviendo. Última oportunidad para cambiar de rumbo. Pero una fuerza nos anima a seguir.
            Dejamos dos coches abajo, el de Amelia y el de Moisés, y subimos a Socueva con los de Eva y Javier. Al llegar a Socueva ha dejado de llover. Heredamos un ambiente tropical, húmedo y templado. La subida con sudor se hace. Algunos preguntan que cuanto falta para llegar. Mis respuestas a Javier no son creídas. Cinco minutos. Siempre dices cinco minutos... ya me sé yo esos cinco minutos... se convierten en media hora... o una hora... La niebla se cierra en cuanto entramos en la zona de prados. Me oriento por las sendas, las cabañas y el viento. Cuando estamos llegando a la cabaña de Toño, se nos aparece un grupo de gente joven que la ha alquilado. Esta  arreglándola y tienen un burro. Nos confirman que estamos en la sima justo.
            El equipo formado por Julio, Elena, Amelia, Javier y yo mismo entra en primer lugar. Noelia se niega a venir conmigo afirmando que Moisés es compasivo y yo no. Además de Noelia a Moisés le acompañan Eva y Susana. Todo chicas. Moisés necesitará también alguna compasión. Se lo van a merendar enterito entre las tres. Está muy apetitoso. Aumenta el tono de chascarrillo pero yo ya me he puesto las pilas y pongo al grupo en acción. Bajo el primer pozo. Las paredes son de un blanco cremoso y deslizante. Hay multitud de arañas. Julio me pasa la otra cuerda y bajo el segundo pozo. Creía que el tercero es uno de los grandes. Pero solo tiene diez metros. El cuarto pozo es grande. Ponemos las dos cuerdas y bajo deslizándome con rapidez. Espero a que bajen todos. Continuamos por una ventana que da acceso a un pozo cortito. Es el preámbulo de la estrechez vertical. Entro en la estrechez por un pasamanos algo descendente. La estrechez no es ni la sombra de lo que fue. Solo se merece el adjetivo de incómoda. Un poco nerviosa, Amelia pasa tras de mi. Le indico que destrepe hasta el inicio de la travesía hacia los pozos paralelos. Está indicada por una cuerda. Me bajo hasta un bloque junto a la cuerda y espero a que todos bajen el destrepe para seguir avanzando. Los dos pocetes siguientes están completamente instalados con cuerdas fijas.
La cabecera del pozo del péndulo esta reasegurada con las cuerdas fijas y hay una doble instalación. La más reciente esta formada por parabolts de acero inoxidable. Nos sentimos seguros. Para hacerse un idea de las dimensiones de un pozo podemos gritar. El grado de reverberación nos da una indicación. Chillo un uhhuu. Un pozo grandecito. Me gusta deslizarme con fluidez y velocidad por las cuerdas abajo. El péndulo resulta fácil. La ventana donde se acaba es incómoda. Hago pasar a todo el mundo hacia los dos pocetes siguientes que están instalados en fijo. El equipo empieza a funcionar bien engrasado. Los cuatro pozos siguientes (20+13, 15 , 20 y 23) se suceden unos a otros de forma fluida, tranquila y sin problemas. Vamos charlando, informales, de cualquier cosa. Elena baja en segunda posición  y hablamos de sus estudios y de los tochos de apuntes que tiene que devorar. Ocho horas diarias de estudio. Del MIR que se le avecina este verano. Su familia tiene una casa en Ajo y se recluirá allí para hacer vida de ángel estudioso. Estos matasanos son admirables. Para que luego el Estado diga que sobran médicos. Y las listas de espera a reventar.
Nos reunimos, todos, antes del meandrillo que nos lleva al pozo aéreo final. Me cambio de calcetines a escarpines para ir más caliente. Desde el paso de la estrechez no tenemos noticias del otro grupo. Nos ayudamos con cuidado en el meandrillo. Me apuesto en forma de X extraplana en la cabecera del aéreo. Estoy semitumbado y con un pie haciendo oposición en el puente de roca de enfrente. Es incómodo. Tardo un poco más en instalar. Javier me pregunta varias veces si no hará falta poner las dos cuerdas. Las reseñas indican pozo de 18 y estamos instalando con un 60 en doble. Creo que va a sobrar. Me excita eso de lanzarme. Antes de dejarme caer reviso todos los aparejos. Siempre debe hacerse pero en un pozo así te sale más espontáneo. En la sala Olivier Guillaume establecemos un comedor. Entre unos bloques planos, más arriba de donde aterrizamos,  y con vistas a la cuerda que desciende. Nos sentimos como moscas en medio de un teatro. Son las seis menos diez. Tenemos hambre acumulada. Después de comer nos empieza a entrar fresco. A algunos les da mucho frío. Llevamos tres cuartos de hora parados. Sugiero que los que tienen una manta térmica la saquen. Ninguno quiere porque la situación no es grave y desean reservarla. La manta térmica no se estropea por usarla. Solo se desgasta un poco. Porca miseria.
Al cabo de una hora todos nos preguntamos que estará ocurriendo en el segundo equipo. Sabemos que al principio iban pisándonos los talones. Por fin, como una hora y media después de llegar, oímos a Moisés asomándose al aéreo. Les hemos dejado instalada la cuerda. Moisés es el último que baja. Se le nota algo estresado; casi enfadado. Deja la cuerda sin recoger y se lanza como un tiburón sobre la comida que comparte con Susana. Me pongo a dormitar mientras se ultiman los preparativos para continuar hacia la salida. Casi me duermo y sueño. Sueño en la luminosidad. Floto aislado. Me despierto dormido. Trastabilleo varias veces por las pedreras de la Olivier Guillaume. Moisés ha tenido que currarse todas las eventualidades de los rápeles. Incluyendo un enganche en el pozo del péndulo y el rescate de una saca en la estrechez. Sigo un poco atontao. Han desaparecido todos los catadióptricos. Necesitamos dos intentos para salir de la Olivier Guillaume.
        Pasamos rápido y sin reposo por la hermosura de las sierras. Y también por todas las demás hermosuras. Hermosas son las flores. Tomamos un atajo en el que sacamos una cuerda para asegurar una trepadina. Los cálculos nos indican que nadie va a llegar a su casa antes de las doce y media. Y mañana es lunes. La Encrucijada, Los Bulevares, el Cañon Oeste y la Gran Galería de salida. Salimos de día y llueve. La cuesta de bajada esta enfangada y la senda casi pérdida en el bosque. Un coche se baja, a reventar de gente, hacia Arredondo. Otro coche sube a Socueva con los conductores al rescate del resto de los vehículos. Nos sentamos a tomar bebidas. Julio pide un plato de jamón. Me tomo dos cervezas. Luego, conduzco pisándole los talones a Moisés hasta Solares. Amelia charla y Noelia se marea. Según ella es el infierno.

25/5/05

La Incombustible Tequedad (25/5/2005) Hoyo Salcedillo


           Érase una vez una cueva llamada Hoyo Salcedillo. Érase una vez un grupo de tercos espeleólogos. Érase, una vez y otra vez, a los espeleólogos entrando y saliendo de la cueva para amarla y respetarla hasta que la muerte les separase. Y la cueva jodiendo una vez tras otra a los espeleólogos. Esta es una historia que muestra el alucinógeno paisaje mental y el psicodélico paisaje subterráneo de la trama entre cueva y hombre. La trama comienza largos años atrás cuando algunos de vosotros erais aun tiernos infantes y vuestras dúctiles mentes estaban empezando a ser deformadas por el pecado original.
Para llegar a la boca hay que subir un cuestón desde Valdició. La pista se toma justo al lado de la casa de Esteban. Esteban tiene varias hijas e hijos que trabajan con las vacas. También tiene nietos. Dos de ellos se llaman Oscar y Pedro. Tiene una mula , un burro, gallinas y perros. Esteban y su familia trabajan como mulas. Últimamente Esteban no se encuentra bien, parece ser que tiene algo de próstata y se encuentra jodido. Nuestra Seguridad Social le ha dado cita para el 20 de septiembre. Tiene tiempo de reventar placidamente. Nuestra Seguridad Social es extremadamente eficaz y segura. Mientras este puto País se entretiene en pelearse por ver quien y cuanto manda en cada puta Comunidad Autónoma, y mientras se gasta nuestros impuestos en alimentar a una bandada de parásitos y gilipollas llamados políticos y funcionarios autonómicos de alto nivel, lo que verdaderamente importa, como qué es lo que comemos, como es el bienestar social, como es la salud; todo eso, que es lo importante, se va al puto carajo. Hay que ser un esclavo de una entidad financiera toda la vida para conseguir un cuchitril pestoso en el que meter los huesos cuando acabas el curro. Yo he tenido mucha suerte. Ese cuestón es viejo conocido. Nos lleva también, sumando 300 o 400 metros más, al Carrio. 
Esta actividad llama la atención de mucha gente. Hoyo Salcedillo. César, Moisés y varios cursillistas. Algunos solo podían el sábado, pero no el domingo, como Julio y Sergio. Otros no podían ni sábado ni domingo. Otros estuvieron pendientes de mil asuntos y me hicieron estar pendientes del teléfono toda la tarde del viernes. Otros, como el Cura, que hacía años que no veía y años que no hacía espeleo, vienen cuando menos te lo esperas. El móvil es una gran libertad y suele provocar que los planes sean inestables. Hay facilidad de intercomunicar en cualquier instante y cambiar de opción. Todos tendemos a tener abiertas muchas posibilidades para decidir con más libertad. En la práctica puede vivirse como un elemento estresante. Nada está fijo y los viernes por la tarde se convierten en un frenético ejercicio de encaje de opciones en que se entrecruzan mensajes, llamadas, emilios y citas.
Cura y yo nos volvemos a ver las caras en Solares. Esta delgado y con el pelo rapado. Parece en forma aunque fuma continuamente. Tiene una bonita furgoneta verde manzana de la marca Mercedes con cocina y motor turbo que va de pegada. Los asientos del copiloto son para institutrices victorianas. Vienen bien para mejorar la postura. El tiempo esta plomizo, lloviznoso y amenazador. Le he traído un paraguas al Cura por si nos diluvia en el cuestón. Poco después de Mirones paramos en un bar de pueblo a tomar un café. Cuando entramos parece desierto y la cafetera esta apagada. Me fijo en las mesas, de vieja madera maciza, en que se muestran los restos de la velada anterior formados por ceniceros, migas, alubias secas de distintos colores, mazos de naipes y algo de polvo. Al poco aparece un hombre mayor. Pregunta que deseamos. Nos ofrece hacernos un café de olla. Aceptamos aunque yo de entrada no me fío de los cafés de olla. Le veo comenzar los preparativos poniendo un par de cucharadillas de azúcar y otro par de nescafé instantáneo en un vaso. Me saltan las alarmas y promulgo que no voy a tomar café. El Cura se toma el suyo pero enseguida se arrepiente. Justo al aparcar la furgoneta sale corriendo con un rollo de papel higiénico y en el entreacto me da tiempo a prepararme y charlar un rato con Esteban y parte de su familia.
Cura llena una saca agujereada, en que he traído las bagas de carburo, con su material, que elige entre una amplia variedad de artilugios para trabajos verticales. Se pone el mono de nylon a pesar de las sudorosas premoniciones del cuestón. Por suerte no llueve, aunque al final casi da igual. La humedad tropical nos hace sudar hasta empaparnos. Los borregos se llaman con ansia unos a otros y no se calman hasta que no se reúnen en un rebaño compacto  En la boca de Hoyo Salcedillo descansamos al fresco frío. Y nos preparamos para la corrida. El toro es bravo esta vez. Pretendemos llegar al Ibis Rojo y echar un vistazo a la zona. Llevamos dos sacas ultraligeras en vez de una saca para dos. Hay una vida para la intimidad y otra vida para la sociedad. Los gatos tienen 7 vidas sociales pero solo una íntima. Otros animales tienen varias vidas íntimas pero solo una social y los hay que combinan múltiples vidas sociales e íntimas. El cuestón nos ha dejado secuelas mentales.
Al entrar en la cueva dejamos de ver la luz del día. El suelo y las rocas del hall están secas y la corriente, poco húmeda, sopla hacia dentro. En dos minutos nos topamos con la cuerda que asciende salvando en aéreo un pozo que barre la galería. Han puesto trozos de plástico e hitos para marcar la ruta. Torcemos a la derecha, ascendemos un estrecho meandro hasta el techo y gateamos unos metros. Recorremos una galería rectilínea con abundantes contorsiones, gateras y cortas arrastradas entre bloques y alcanzamos un descansillo decorado con excéntricas. Bajamos con el dressler un resalte y aterrizamos en una encrucijada caótica. Enfrente y encaramado queda el acceso a la red Sarp. Continuamos por el camino menos evidente atravesando un laminador inclinado lateralmente hacia un pozo. Rectos, ascendemos por un puente y un resalte. Atravesamos una sala que invita a darse un batacazo. La sala es muy grande, quizás 150 metros. Buscamos, en donde la sala se convierte en galería, bajo un caos de bloques, el camino de descenso hacia el arroyo de la Dispendieuse. Seguimos el río durante un rato en montaña rusa. Nos deslizamos a la derecha por unos laminadores justos. Le hemos puesto las banderillas y hemos picado al toro.
Ahora seguimos hasta una laguna un meandro -de inicio fósil- con puentes y badinas. Haciendo equilibrios pasamos sin mojarnos. Bajamos una cascada y continuamos por el meandro. Hay badinas profundas de agua cristalina. Subimos un resalte para sortear un desprendimiento y utilizamos la misma cuerda para bajarlo por el otro lado. Otro resalte se escala sin más. Ascendemos a un nivel fósil superior por una rampa arenosa. Las galerías del Bosón Intermedio son grandes, con arena y bloques ortoédricos. El río Queue de Cheval ha quedado por abajo. Lo vemos por los desfondes. Varias galerías se bifurcan aunque no es fácil perderse. Llegamos por una ventana a una sala en que se observan dos galerías. Tomamos la de la derecha. Descendemos un desprendimiento entre boques y alcanzamos el río de la Javanaise. Al seguirlo volvemos a ponernos bajo la sala y con el rumbo de la otra galería. Amplio y con destrepes el río cae un par de metros por una estrecha cascada. Aparece un afluente por la derecha. Más ancho ya, con guijarros y con playas, el río suavemente baja. Una cuerda que pende a dos metros sobre nuestras cabezas es el camino hacia el Ibis Rojo. Trepamos tres metros en oposición y jumareamos dos tramos de cuerda -Passe Muraille- que sumaran treinta metros. Hemos toreado con gracia.
Estamos en una galería amplia, con el suelo formado por bloques medianos y grandes. Hay desfondes que podemos sortear. Los bloques son ahora de tamaño casa y están encajados en la galería. Hay desfondamientos de 10 a 20 metros por todos lados. Vemos un hito y tizne. Es peligroso. Cura se arriesga entre dos bloques que forman un vertical canalizo a bajar cuatro metros. Le sigo. No hay continuación sin riesgos. Me arrepiento. Volvemos a subir cagándonos en nuestra suerte, mala y buena. El Ibis Rojo esta a menos de treinta metros y a 1,7 km. de la entrada. ¿Cómo han pasado los franceses?. Puede que sean unos fieras que hacen equilibrios entre desfondamientos o puede que hayan puesto una cuerda en un natural para bajar de nuevo al nivel del río. Hemos pinchado en hueso en la suerte de matar.
Nos sentamos a comer unos metros atrás. Reflexionamos sobre el problema. Transitar con sacas grandes, si ningún seguro, esta zona, es muy arriesgado. Nos extraña que no se haya puesto nada. Pero ahora no hay nada puesto y nosotros no llevamos material. Tenemos que volver. Quiero llegar a ver la galería Leo y los arbustos de excéntricas. Terquedad. Cura no siente frustración. Es su primera vez en Hoyo Salcedillo y ha llegado lejos, a unas tres horas y media de la entrada.
Comenzamos la vuelta a las cuatro. De repente nos sentimos algo cansados. El camino es un poco cuesta arriba. Hacemos un descanso al final del Bosón Intermedio. La zona invita a tumbarse en la arena seca. Otro descanso tras los laminadores escuchando el murmullo del agua. Cura ha luchado duro en el punto clave del laminador. Un saliente de roca en que se sienta casca, quedando Cura tumbado estilo canapé. Se fuma un cigarrillo. Ya se ha fumado muchos. Me siento cansado. Calculo mentalmente las dificultades que nos quedan. Trato de economizar energía haciendo movimientos suaves y conscientes. Cámara lenta. Patino en la sala grande pero no caigo. Voy con cuidado. Otro descanso en las excéntricas. Nos queda una media hora. No hay camino cómodo en esta cueva. Lo más que se llega a andar sin dificultad alguna es un minuto. Descendemos el aéreo con placer. Una luz verdosa se filtra por la boca cuando alcanzamos el hall. Creo que son las siete y media.
La niebla y el viento están fuera. Hace frío. No nos quitamos el mono ni el arnés. Bajamos suavemente el cuestón. El aire frío del norte se siente en la cara y las manos. Al poco emergemos de la niebla. Y se pone a llover. Abro mi paraguas y Cura el suyo. El viento le revuelve el paraguas a Cura, pero ya estamos cerca. En una empinada ladera aún trabaja parte de la familia de Esteban. Alcanzamos la furgoneta. Me cambio de ropa con placer. El cura se fuma un cigarrillo. La abuela viene a charlar un rato y a mirarnos. Quizás siempre deseo entrar en una cueva y no lo hizo. Oscar también se acerca. Nos deslizamos valle abajo y charlamos relajados. Pasamos por delante del bar de los cafés de olla. El ambiente ha refrescado. Cura recibe llamadas y sms´s de Raquel. En Solares tomo mi coche y Cura me sigue hasta Setién. Le invito a entrar en casa. Al poco rato se marcha a buscar a su novia.

8/5/05

Estrellas&Ángeles (8/5/2005) Sopladoras-Agua

            Me despierto con una sensación deprimente. Hoy todos mis sueños se parecen a pesadillas. O todas las pesadillas se parecen a mis sueños. La lógica conmutativa se apodera de la mente humana. Me preparo en un momento y me apuro en llegar a Solares. Antes de ir a la estación paso por la Caja y le pido al cajero mecánico un poco de dinero. Me escupe con desgana unos euros de esos que sirven pa comprar cosas (cada vez menos cosas). Cuando me presento, a las nueve y media, en la estación ya han llegado -contradiciendo mis premoniciones- Amelia, Moisés, Eva, Susana y Noelia. Poco después llegan, también, Sergio y Chema. Moisés recibe una llamada de Julio comunicándole que viene de camino a toda velocidad. ¿Cómo es que no me habéis despertado? le pregunta. La fiesta acabo tarde y ostentó abundancia de alcohol y humo. Pero Moisés, Eva y Susana madrugaron -les motiva eso de las Sopladoras/Agua- y llegaron bien. Me tomo un café y miro el reloj. Llevamos 20 minutos de retraso. Quedamos en que Julio venga directamente al aparcamiento de la iglesia de Asón.
            Vienen conmigo Noelia y Eva, van con Moisés Amelia y Susana y en el coche de Chema va Sergio. Mientras cruzamos el puerto de Alisas Noelia muestra su negativa y desconfiada actitud hacia los humanos en general. La carretera consigue marearla lo que contribuye a potenciar su actitud. Cuando llegamos a Arredondo todo el mundo se arroja de los coches. Algunos piden en el bar bocadillos de tortilla de patatas para llevarlos a la excursión, otros charlan de forma distendida o tensa, según se vea, y Susana, de puro mareo, queda tirada en una acera como una mendiga. Poco después de todo esto conseguimos llegar a la Iglesia. Aparco a la sombra de una casona y comienzo a prepararme con lentitud. He puesto a propósito la reductora para no tener que esperar demasiado tiempo. Antes de que estemos preparados llega Julio con su descapotable Mazda y acaba de prepararse antes que el grupo general. Como se esta poniendo pesada la cosa empiezo a animar el ambiente a base de ¡ale, ale!; ¡come on, come on!; ¡venga, venga! El carburero de Noelia se niega a abrirse y cuando lo conseguimos se niega a vaciarse. Metemos una palanca para romper la costra de hidróxido cálcico y casi completamos la limpieza. Dejamos una parte por desesperación. Es muy aleccionador e ilustrativo el proceso del carburero de Noelia. Decidimos llevarnos una cuerda de 60 en vez de dos cuerdas más cortas. Lo ideal sería llevar dos de 30 para el único rappel largo del barranco Huerto del Rey.
            La subida es una subida que sube sin parar. Sólo al principio nos deslizamos, llaneando, entre prados, paisanos y cabañas. Pero en cuanto el sendero penetra en el barranco de Rolacías se empina de forma pertinaz. Hace calor. Sudamos. Resoplamos. Pero muchos no paran de hablar. Aunque se ahogan no paran. Finalmente, durante un breve lapso, callamos todos por fin y podemos caminar en silencio. En el puente del Chumino hacemos una breve parada técnica para beber agua y disfrutar de la sombra. Continuamos enseguida cruzando los prados del Chumino que, entre cabañas, nos llevan al límite de las propiedades junto al bosque de avellanos. Los aludes de nieve han arrastrado árboles y rocas que han desfigurado la tenue traza que existía en el bosque. El sendero, apenas perceptible, ha quedado borrado por completo este año en algunos tramos. Poco más arriba el camino se aclara y se encarama por una estrecha vira para precipitarse, al poco, hacia el cruce del torrente de la Cuesta del Avellano aguas abajo de la Cascada del mismo nombre. Luego asciende, entre avellanos juveniles, por la ladera derecha hasta alcanzar la cota de la Cascada y, finalmente, tuerce directo hacia la plataforma donde comienza la caída de ésta. Allí nos remojamos un poco y cinco minutos después estamos bajo la triple boca de las Sopladoras. Hemos tardado una hora y tres cuartos. No está nada mal.
            Lo primero, y mejor, que hacemos es comer. Aunque antes de comer me pongo los arreos y me encaramo a la boca central de las Sopladoras por el resalte, instalando una cuerda para evitar una caída tonta cuando suba el personal. Ya arriba, en compañía de Eva y Amelia, me instalo cómodamente y como. Lo primero es una manzana cuya monda arrojo a los comensales, que devoran con avidez abajo, con la fortuna de dar justo en el centro del casco de Moisés. Me promete no olvidarlo y vengarse en el momento que menos me lo espere. Le creo. A continuación me debato entre el descarado aprovechamiento del ofrecimiento de Eva o una comedida y educada actitud para no merendarme la mitad de su bocadillo de tortilla de patatas con cebolla que está que te cagas. Finalmente me como un puñao de garbanzos tostaos por eso de la comida sana.
            Nada más entrar la galería desemboca en una más amplia, igual que las galerías de las otras dos bocas, y ésta enseguida gira a la derecha adentrándose en la montaña. Al poco, cuando acabo de pasar un pequeño caos de bloques, el grupo se detiene. Tras un largo rato en que la mayor parte del grupo no aparece, aunque se les oye cerca, ni responde, a pesar de los gritos que les damos preguntando que pasa, por fin volvemos a verlos después de que hallan resuelto un problema con el carburero de Noelia. El pobre carburero de Noelia. A-me-li-a, A-me-li-a, A-me-li-a, A-me-li-a, No-e-li-a,  No-e-li-a, No-e-li-a, No-e-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a: esto es un tren de estrellas cuya locomotora es el género femenino. El tren se abre paso por el túnel sin prisa pero sin pausa. En los destrepes Susana se mueve con una agilidad asombrosa a pesar de que está manca. Y Eva parece levitar. Hasta que llegamos a las marmitas y topamos con la pequeña tirolina. Los cortos resaltes resbaladizos iniciales se bajan bien y la tirolina se deja montar por todos los expedicionarios. Pero justo después de la tirolina hay una marmita que obliga a transitar en oposición a pesar de que la anchura es un poco excesiva. Los primeros transeúntes pasamos con cuidado pero Amelia y Eva -y no sé quienes más- se quedan atrancadas porque no les da la patita para llegar a una repisilla al otro lado de la marmita. Entonces Moisés sale en su ayuda y pone su propia pierna para que sirva de peldaño. Gracias al ángel  Moisés nadie cae al agua. El personal comienza a sentirse bien y a divertirse con esta travesía. La continuación es por una galería fósil que en esta ocasión presenta algunos charcos. Seguramente es por las grandes nevadas y las lluvias de este invierno pasado y parte de la primavera corriente. Al final de esta meandrosa galería, en una zona en que se va estrechando, hay que efectuar una simpática trepada. Ésta conduce a una serie de conductos agaterados y con fuerte corriente de aire que nos permiten alcanzar de nuevo el río por un resbaladizo tobogán. Me deslizo de primero por el tobogán y estoy a punto de llevarme un trompazo contra los guijarros del río. Me pongo de parapeto y freno la caída de cada expedicionario. Los hay pesados, pesadísimos y también los hay ligeros.
            El carácter de la cavidad cambia en este punto. Se convierte en un galerión, no desmesurado pero si amplio, como el túnel de una carretera o el túnel del metro de Bilbao o de Barcelona o de Madrid. Se anda cómodamente por Los Meandros y, a veces, varios caminos son posibles. Realmente estos meandros son un modelo de galería. Eses verticales y horizontales. Muchas SSSS’s. Hay un enorme bloque que ha colapsado cayendo sobre el suelo de cantos rodados en el lecho del río y creando dos pasillos a sus lados. Desembocamos en una enorme galería bautizada como Los Bulevares. Los Bulevares tienen el tamaño de la Gran Vía de Madrid en algunos sitios. Los bloques, los cantos rodados y, en general, todas las superficies están muy resbaladizas en esta zona. A veces, dentro del galerión, se forma una subgalería, como un tubo dentro de otro tubo, que permite transitar más fácilmente. A mitad de Los Bulevares el carburero insiste en darme el coñazo. En realidad desde que jubilé mi krakatoa todos los carbureros que he utilizado me producen una gran insatisfacción. Mi krakatoa era maravilloso y ninguno podrá igualarlo. Deberíamos hacer un esfuerzo y volver a fabricar carbureros de inyección directa. De cualquier forma, hacemos un alto para que todo el mundo pueda actualizar el funcionamiento de su carburero y mientras tanto construimos un hermoso hito para dejar fé. Los Bulevares dan paso a una zona más estrecha con marmitas y puentes muy entretenida y bonita. Sobre un gran puente, al que se accede por una cornisilla, nos hacemos una foto colectiva. Aguas abajo la galería se hace más modesta y su techo desciende. Hay una pequeña laguna, de paso obligado, en que el agua nos llega por el culo más o menos. La gente rebuzna un poco por la frialdad de las aguas pero enseguida nos olvidamos de esto. Aunque algunos pringaos no se olvidan tan pronto porque llevan ropa de algodón o similares. Un error en las cuevas. 
         Después de algunas curvas más, desembocamos en la enorme Sala Final. A lo lejos, vemos la luz del día iluminando la rampa de bloques que forma la entrada. Las distancias engañan y todavía necesitamos andar un ratito para llegar a la salida. Hemos tardado 4 horas en hacer, bastante tranquilos, la travesía y a las seis estamos fuera ya. Los ráppeles del barranco Huerto del Rey necesitan cordinos nuevos; Susana no puede manejarse y Moisés la va descendiendo en los tres rápeles que hacemos. Con todo esto se nos va haciendo tarde.  El paisaje es espectacular y la primavera le sienta bien. Son las nueve cuando alcanzamos los coches. En el bar Coventosa de Asón la cerveza no es la bebida de la mayoría del grupo. Algunas se toman un bombón helado mientras otros se fuman un purito. Y luego escuchamos a la Barbería del Sur y a Kiko Veneno en el coche mientras rulamos hacia Solares.