16/10/05

Algo Más (16/10/2005)

Dylan escala desde hace muchos años y yo también escalo, aunque no a menudo.  Aris acaba de comenzar a escalar. Dylan y yo llegamos a ir juntos al Alpamayo en La Cordillera Blanca de Perú. Estos últimos meses Dylan, Aris y yo hemos escalado unas cuantas veces juntos. Les hablé de espeleo y al mostrar interés prometí llevarlos de experiencia espeleológica. Primero hicimos una práctica de verticales con fraccionamientos en la entrada de Cuevamur  y este domingo 16/10/05 quedamos para visitar las excéntricas de la Red del Gándara. Una actividad muy completa y con premio.
En Ramales nos juntamos en un solo coche para subir por Soba hasta el cruce de La Sía. Como hace tres semanas que hicieron la práctica tengo que supervisar todos los asuntos. Por suerte los tres llevamos iluminación moderna por leds y, aunque los carbureros nos torturen como siempre, tendremos luz de sobra. Cuando ya estamos acabando de prepararnos aparece un numeroso grupo del Club Katiuska de Madrid. A la mitad los conozco. Nos cruzamos en la travesía de la Piedra de San Martín. Lo único que van a hacer es averiguar donde esta la boca de la Red del Gándara. Charlamos un poco con ellos de la experiencia en la Piedra de San Martín y del recorrido básico de la Red del Gándara. Nos movemos y en algo más de cinco minutos nos estamos colocando los arneses para entrar.
A Dylan todo se le hace incómodo. Un poco más allá del pasamanos  se reconcilia con la oscuridad, la humedad, las rocas resbaladizas y todos los trastos comunes en la espeleología. Avanzamos despacio por la cantidad de fotos que Aris va haciendo. Como niños en una juguetería, a cada paso encuentran algo que mirar y una fotografía más. Al cabo de un rato les digo que tienen que reservar fotos para la zona de las excéntricas. Paramos, justo en el comienzo de la Galería Zigzageante, para mejorar el funcionamiento del carburero de Dylan. Aligeramos la marcha. Durante un cuarto de hora tenemos que ir doblados o agachados o a rastras hasta que emergemos en una zona de formaciones blancas entre arena cristalina, blanca también. Todo es blanco: las estalactitas, las estalagmitas y las columnas. Nos sentamos brevemente y reanudamos la marcha por la galería que ahora se muestra más generosa con nuestras espaldas. De repente, tras  unos bloques, el conducto se precipita en un desfonde que impide seguir hacia delante. Es el pozo de acceso al meandro que lleva hasta la Sala de la Cascada. De cualquier forma les indico por donde hay que seguir: el pozo no se baja por esta zona sino que primero hay que atravesar, a la derecha, una estrecha fisura descendente y un par de gaterillas entre dos pequeñas salas. Dylan no pone buena cara, pero cuando me ve bajar la fisura sin ningún problema se anima. Aris parece disfrutar con las nuevas situaciones. Una vez en el otro lado de este pasaje se vuelven unos metros para acceder al pozo por otra zona más segura y estable.
Al borde del pozo les hago un repaso de los aparatos y de cómo montarse el dressler. Como me preocupa su novatez, les espero en la plataforma intermedia para supervisar el paso del fraccionamiento. Todo va bien salvo la primera cuerda que se ha hinchado de tanto utilizarla y que habría que ir pensando en cambiar. Aterrizamos sin novedad en la base del meandro. Antes de entrar en la Sala de la Cascada bajamos tres resaltes más. Hay neblina en la Sala. Cuando tratamos de ver las paredes lejanas y el techo solo vemos el reflejo de nuestras luces en las gotitas en suspensión. Han puesto algunos catadióptricos e hitos en la Sala (y en varios puntos anteriores) lo que ayuda un poco en el recorrido. Cuando nos acercamos a las excéntricas les prevengo de que tienen que ir con exquisito cuidado. Varias veces le rezo a la Virgen para que no hagan ningún movimiento intempestivo. Me pregunto si tantas fotos como se están haciendo en las excéntricas terminarán deteriorando los filamentos cristalinos de algunas de ellas. ¿El carbonato cálcico es excitable por la luz del flash? Terminará descomponiéndo o alterando la red cristalina? De cualquier forma Aris hace un montón de fotos.
Nos vamos a comer tortilla un poco más allá del grupo de excéntricas en una zona donde no hay corriente apenas. Tenemos dos alternativas: seguir hasta el bivouac de los franceses o comenzar a salir. Aris seguiría más adentro pero Dylan prefiere comenzar a salir ya. Como hay una galería que me ha llamado la atención otras veces apoyo salir y de vuelta dar un corto paseo por esa galería: conocer algo más de la inmensa Red del Gándara.
En el pozo largo sube primero Aris y en cuanto pasa la repisa donde hay piedras se pone a subir Dylan. Se queja un poco del esfuerzo que conllevan los jumars. Pero poco a poco le coge el truco. En cuanto supera la plataforma intermedia empiezo a subir yo. Me quedo esperando al borde de la repisa, en el fraccionamiento, y una piedra que cae se pierde por mi izquierda rozando más abajo la cuerda. Alcanzando el final del pozo en vez de  ir hacia la salida nos dedicamos a la galería que prolonga este pozo a nivel superior. Se trata de una amplio conducto. Al principio se intuyen un par de desfondamientos que se pasan sin dificultades. Luego hay varios resaltes con trepadas divertidas. Encontramos varias galerías laterales que llevan a zonas concreccionadas y, por resaltes, a niveles superiores . Necesitarían algún seguro para  escalarse. Finalmente encontramos un nuevo desfondamiento en una zona de grandes bloques geométricos y por su lado izquierdo alcanzamos un meandro que se desfonda y que se estrecha progresivamente. Es posible progresar a una altura media poniendo un pie en cada pared; la altura que se coge es algo excesiva para ir sin seguros. Nos retiramos hurgando en todos los rincones que podemos.
Ya de vuelta volvemos a pasar la estrecha fisura, ahora ascendente, que da cierto trabajo. Según Aris no tendría problemas para volver desde aquí a la salida. Le veo muy seguro e interesado en esto del underground. Recorremos la Galería Zigzageante de un tirón con una parada inicial para actualizar los carbureros: sobre todo agua. Y nos tomamos con calma la vuelta por las grandes galerías hacia la salida. Mas o menos a las seis y pico estamos emergiendo como bebés recién nacidos. La tarde es nítida y esplendorosa. Bajamos sin pausa hasta el coche y en un momento nos hemos cambiado.
          Para bajar elijo el Valle del Asón con intención de que lo conozcan un poco. Les impacta el paisaje. Las paredes, los bosques, las hazas y todo el ambiente del valle invita a soñar en actividades en la Naturaleza. A Dylan le llaman la atención, sobre todo, las hermosas paredes de todos los tamaños y tipo de roca que hay por doquier. Un paraíso de la escalada por descubrir. Y un paraíso de la espeleología medio descubierto. ¿qué ocultará todavía el subsuelo de estas montañas? Creo que aquí hay espeleo para nuestros biznietos...si es que queda alguien que practique la exploración dentro de unos años. Nos deslizamos suavemente valle abajo, pasado Arredondo, hasta Ramales en donde me encuentro con Pedro Merino y unos compañeros del AER. Dios los cría y ellos se juntan. Pedro me recrimina la presencia de mi coche en la plaza de Ramales todo el día, ¿qué estaré haciendo todo el día por su pueblo? Nos tomamos, en el café de la plaza, un chocolate con corbatas que nos produce un orgasmo.

1/10/05

Reencuentro (1/10/2005) Cueva del Cobre

Hace unos días me llego un mail de Félix Martínez, uno de mis antiguos camaradas del SEII. Están proyectando una estancia en una casa rural en Barruelo de Santullán para practicar espeleo en el norte de Palencia. La idea es visitar el sábado la Cueva del Cobre y el domingo la Cueva de Basconcillos. Al principio no tengo claro si podré ir. Pero todos los obstáculos que podrían haber impedido la salida finalmente se desmoronan. Quedo con ellos el sábado 1/10/05 en Sta. María de Redondo a las once y media. El viernes, 30/09/05, me subo a Liébana y escalo con Alberto unas cuantas vías en Pendes. Duermo en Cahecho y el sábado poco después de las 10 me reúno de nuevo con Alberto en la venta de Vieda para cruzar el Puerto de Pidrasluengas. Había dos o tres interesados más en visitar la Cueva del Cobre con nosotros pero al final no pueden venir.
A pesar de que las previsiones son pluviosas el tiempo, hoy sábado, está incluso mejor que ayer. No hay ni una nube a la vista. La subida al puerto esta preciosa y la bajada por la vertiente palentina anda a pocos de sequía pero verdea ya algo más. Unos pocos kilómetros tras pasar el puerto de Piedrasluengas tomamos un desvío a la izquierda en que señala a Santa Maria de Redondo y a la Fuente del Cobre. El valle se hace amplio y encantador. Pasamos otra aldea antes de llegar a Santa María. En una elevación a la derecha de la carretera observo dos antenas que me parecen de móviles. Creo que tendremos cobertura. Cuando llegamos me pongo a buscar a Félix y a sus compañeros. Pero no les encontramos. Intento llamar a Félix pero ni Movistar ni Amena tienen cobertura. Mientras llegan cambiamos a un aparcamiento con menos mierda de vaca y menos polvo. Veo pasar unos coches con gente que me suena. Avanzo hasta donde han aparcado y consigo reconocer en el grupo a Félix y a su hermano Juan. Creo que hace más de veinte años que no les veo y a algunos del grupo no les conozco ya. El reencuentro más bien parece una presentación de gente desconocida. De Zaca, Perico y A.Benito no puedo acordarme. Pero es seguro que salí con ellos. Además ha venido la sobrina de Félix, embarazada de cuatro meses, y su compañero. Ambos son escaladores pero también practican espeleo.
Mientras caminamos por la pista, valle adentro, Félix, Á.Benito y yo nos ponemos al día de dedicaciones e intereses. Félix sale muy poco de espeleo en parte por que tiene una hija pequeña y por falta de motivación también. Y los demás por unas razones o por otras tampoco salen gran cosa. El que más me sorprende es A.Benito que se muestra como un viajero empedernido. China, Malasia, Papúa Nueva Guinea, desiertos de China y de África...y contando mil batallas las casi dos horas de camino a la Fuente del Cobre parecen dos minutos. Por el camino nos sorprende la multitud de personas que se han animado a hacer esta excursión. Familias enteras forman un rosario a lo largo del camino. La última parte de la aproximación vamos protegidos del solazo por la sombra del bosque de abedules. Pese al calorazo nos golpea el aire frío que vomita la Cueva del Cobre. El contraste. Nos apartamos a los laterales para prepararnos. Aquí compruebo la buena suerte que tienen Félix y Zaca: todavía poseen un carburero de inyección directa krakatoa en buenas condiciones que les permite ver cuando y todo lo que quieren. En cuanto aprietan la válvula se inyecta agua en el depósito de carburo y la respuesta de la luz es prácticamente instantánea. El krakatoa de Zaca esta realmente bien conservado y con mejoras importantes. Los preparativos siguen a buen ritmo. Percibo cierta ansiedad en los espeleólogos que practican espeleo raramente.
El arroyo que sale de la cueva es mortecino. No parece el nacimiento de un gran río, como se supone que es el Pisuerga. Mas allá de la entrada rápidamente llegamos al final de la zona que conozco. Hay una galería lateral fósil en plan meandrito divertida de recorrer. Pero enseguida volvemos a la vía principal. El río lleva poca agua y no hay ninguna dificultad en seguir su cauce todo el tiempo. Pero para mayor comodidad llevo puestos unos escarpines de neopreno y unas botas de monte. Zaca, Félix y yo vamos rápido hacia dentro y paramos de vez en cuando para esperar a los demás. En una de las veces que nos separamos nos quedamos en avance solo cinco: Alberto, Zaca, Félix, A.Benito y yo. Creo que el resto se vuelven hacia la entrada. La tónica dominante es el avance sin obstáculos bien por guijarros y cantos rodados, bien por roca lisa por la que corre el arroyo limpiamente formando meandros. Me encuentro con tres espeos que vuelven todos vestidos igual, con un jersey azul que lleva una inscripción de un grupo de rescate. Me cuentan que hay que mojarse un poco más adelante. Nos frenan un par de zonas en que hay que hacer equilibrios para no mojarse los pies. Y algún sitio en que hay que agacharse. Luego, ya casi al final del río, un paso bajo con abundante agua y viento obliga a mojarse hasta el culo. El agua está realmente muy fría y hay varias remojadas más que nos llevan hasta una bóveda sifonante. Volviendo un poco atrás encontramos a la izquierda un meandro sin río que nos va llevando en varias remontadas hacia el final de la cueva. Según Zaca es aquí donde esta el sentido del nombre de la cueva: parece que hay una colada de carbonato de cobre azul. Los dos primeros resaltes los subimos con un puño para todos y un poco de inventiva. Pero el tercero es de unos 10 metros y más vertical. Decidimos no arriesgar nada. La vuelta se hace rápido salvo una corta parada para tomar un poco de comida.
Cuando salimos nos damos cuenta que el tiempo ha cambiado. Hace frío y las nubes se arrastran por las cumbres hacia el valle. A mitad de bajada alcanzamos a Perico y Juan. Félix me cuenta cómo comenzaron las exploraciones en La Calaca de Soba: un paisano de la zona les había robado parte del material que habían dejado tras un fin semana. La siguiente vez que fueron decidieron dejar el material abajo de ese agujero que había junto al sendero, y ese agujero resulto ser una interesante cueva: La Calaca. Poco después, durante una incursión exploratoria a La Calaca, Félix se fue tras unas piedras a mear y así descubrió la continuación hacia el Mortero del Crucero. Todo casualidades. El tiempo pasa volando y nos despedimos de mis antiguos compañeros de espeleo ya casi de noche. Se agradece entrar de nuevo en el coche para calentarse un poco. Es como si hubiera llegado el invierno de golpe. Nos vamos hacia Liébana donde llueve con abundancia. Eso es bueno.