27/5/06

Unificación (27/05/2006) Cellagua

        El viernes 26/05/2006 me llamo Wichi para invitarme a una revisión en la galería de los Borgoñeses de Cellagua. Llame a Moisés para animarle a venirse. Y me despreocupe de buscar planes. Pero al atardecer el mismo Wichi me comunico que se habían rajado todos, incluido él mismo, quedándose solo Ángel para salir. Tras una corta charla con Moisés y Susana decidimos ir de todas maneras, si cuadraba, a Cellagua y a Borgoñeses.
El sábado a las ocho y media nos reunimos en Solares sin nubes en el cielo. Sin embargo me sentía extraño e inquieto. Hasta cierto punto es normal inquietarse cuando bajas a una sima con grandes pozos pero esta vez estaba más nervioso de lo usual. Quizás por hablar de accidentes espeleológicos. En Semana Santa se cayó 40 metros una chica en un pozo de la Tibia. Sobrevivió con secuelas importantes. Y no hay explicación, hasta el momento, de cómo ocurrió el accidente. En la cuerda de bajada solo se encontró el dressler  bien puesto pero sin mosquetón. Un misterio. La chica no recuerda nada.
A las nueve nos reunimos con Ángel en el local del AER de Ramales. Estaba preparando un foco con batería de plomo para poder iluminar las posibles galerías colgadas del meandro Sur en Mazo Chico. Para motivarnos nos enseño una topografía de verticales de todos los sistemas de Mortillano. Nos comparo los niveles de la Rubicera con los de Borgoñeses. Ángel piensa que, por lógica, esos niveles fósiles deberían extenderse hacia el Sur hasta enlazar el Mazo Chico/Cellagua con la red del Mortero. Sería una gran unificación que haría del sistema de Mortillano uno de los primeros de España. Quizás el segundo. Aunque eso no tiene ya tanta importancia. Sería maravilloso poder ir desde Cellagua hasta el Mortero o la Rubicera sin tener que bajar hasta la zona profunda del Mazo Chico con todas las complicaciones acuáticas que conlleva. De todas formas está por ver que exista una conexión, bien en la zona profunda, bien en la red intermedia (que es lo que están buscando...).
Nos preparamos en el aparcamiento a final de la pista a Entremazos. Estaba empezando a apretar el sol pero todavía no hacía un calor excesivo. No había ganado por el camino. A lo lejos observe vacas y caballos. Y en el cielo, azul intenso y sin nubes, pájaros volando alto. El rincón de Cellagua es muy misterioso. Esta cerrado, al oeste, por unas cortas paredes que sostienen un bosque de hayas. Y por el este se abre en un amplio vallecito que sube suavemente, decorado de brezo, hasta el collado del Crucero. El arroyo que se sume en Cellagua tenía el sábado un hilo de agua y en los remansos muchos renacuajos. Si el arroyo hubiera entrado en carga la mayoría de los renacuajos se habrían visto arrastrados a la sima. Un triste final para los renacuajos. A esta hora de la mañana la sima aspiraba ligeramente aire cálido.
Ángel nos aviso que la instalación había sido revisada para evitar las posibles entradas en carga de los pozos regados; lo que significaba pasos de cuerda más complicados que si bajas a cañón. En cuanto empecé el descenso noté las instalaciones más exigentes que la última vez que estuve. En el pozo grande, de ochenta metros, en vez del amplio péndulo que te enviaba a la pared contraria me encontré con un pasamanos por una repisa descendente seguido por un rosario de fraccionamientos y pequeños péndulos. La zona intermedia estaba instalada de forma parecida a las otras veces que había estado allí y la cabecera del último pozo con un incómodo pasamanos combado. Con intención de aprovechar mejor la longitud de las cuerdas Ángel preparo un cambio de cuerda para las dos últimas tiradas de la bajada pero resultó que la nueva cuerda era muy corta. Así que tuve que desinstalarla y volver a enlazar la que anteriormente estaba puesta con la penúltima cuerda. Me toco estar en el fraccionamiento quince minutos con goteos y chorrillos que me empaparon a fondo. Como un gato en una bañera. Salí disparao en cuanto pude pero ya no tenía remedio. En el fresco y acogedor ambiente de Cellagua, humedad 100% y temperatura alrededor de 8º, estar empapado se lleva fatal.  Mientras Moisés y Susana aterrizaban a la cota –230 tuve tiempo de chupar frío a fondo. Ángel también estaba empapado pero el no se quejo. Solo me dijo que luego nos secaríamos andando por Borgoñeses. Es un tío duro.
De la base de los pozos al enlace con la galería de  Borgoñeses se tiene que transitar por el cañón de Cellagua una media hora. Al poco de comenzar atravesamos un caos de bloques siguiendo el camino que indica un viejo cable de teléfono. Estaba todo resbaladizo y los pasos atléticos se pusieron pesados. Luego el tránsito se convirtió en un hermoso y ancho meandro con playas de grava y con paredes sinuosas y pulidas. Así se alcanza el punto de enlace con la sima del Chapeau  y poco después la galería de los Borgoñeses.
La cuerda que supera el resalte de acceso a los Borgoñeses, de apenas cuatro metros, está instalada en un solo anclaje de mierda oxidado y sospechoso. Ángel tomo nota mental del tema. Una vez encaramados el tránsito se hace agradable y entretenido.  La galería de los Borgoñeses es amplia y variada con pequeñas dificultades, que incluyen resbaladizas pendientes y algunos ensanches, hasta que se alcanza un marcado recodo en ángulo agudo que nos lleva por una pequeña galería activa hasta un cómodo vivac utilizado por los franceses para la exploración de la sima del Mazo Chico. Realmente esta zona es una zona intermedia entre dos redes hidrológicas totalmente independientes: el río de Cellagua que luego recorre Garma Ciega y el río del Mazo Chico que se reúne con el río del Mortero y el de la Rubicera en la zona profunda. Lo curioso del caso es que  la galería de los Borgoñeses es la verdadera cabecera del río de Cellagua.
Desde el vivac seguimos por el camino más evidente hasta una doble sala en la que puede tomarse una cuerda ascendente que nos llevaría hacia la galería del Penitente, el pozo Balourd, la galería del Sahara y el río Cantarín. Sin embargo nosotros, dejando la cuerda a nuestra izquierda, enlazamos en unas decenas de metros con el meandro Sur. Antes de internarnos por este meandro hicimos una sentada para comer. Me sentía algo destemplado y con pocas energías, seguramente por el remojón.
Tras la pitanza nos movimos hacia el sur por el meandro. Nuestro objetivo era recorrerlo entero revisándolo en toda su altura con el foco hasta su unión con el río del Mazo Chico.  El recorrido del meandro hasta el enlace conlleva pozos de longitudes 4, 15,  6, 5, 13, 6, 5, 7, 6 y 39 metros mas una escalada de otros 10. Presuponíamos que los franceses habían dejado instalado todo esto para facilitar las posteriores exploraciones. Progresamos con cuidado lanzando potentes rayos luminosos hacia todo lo alcanzable con la vista. Nada más comenzar observamos un corte transversal de otra galería que, mediante una escalada en travesía ascendente podría conducir a la parte alta del meandro Sur y a una galería independiente. Siguiendo para abajo por el meandro Sur primero se pasa una zona cómoda de suelo arenoso pero de un metro de anchura más o menos. Es una galería meandriforme de manual. Al poco empezaron las dificultades con pequeños resaltes o desfondamientos que tuvimos que destrepar o pasar en oposición. Y no mucho más abajo nos tropezamos con el primer resalte importante, de unos 15 metros, con los spits evidentes pero sin cuerda. Moisés sopeso bajar destrepando pero por mi parte no lo vi claro. Y el grueso de la tropa tampoco. Se acabo el descenso. 
De vuelta al comienzo del meandro Sur nos metimos por una galería transversal que nos subió en rampa y nos permitió echar una mirada más a fondo a la parte alta. Luego Ángel cruzo al otro lado y subió por la rampa de enfrente lo que le llevo a la sala de la cuerda por otro camino. De cualquier forma quedo por alcanzar la parte alta del meandro Sur a la altura de esa galería. Comenzamos a volver con calma. A la llegada al resalte Ángel nos sugirió que volviéramos a la base de los pozos de Cellagua para comenzar el ascenso mientras él metía otro spit de refuerzo en el acceso a Borgoñeses. Nos fuimos, yo algo renqueante y torpe, aguas arriba.
Al poco Moisés estaba en el primer fraccionamiento y Susana comenzando. Cuando yo iba a empezar a subir le pegue un grito a Ángel para confirmar que volvía. Me respondió. Al pasar el primer fraccionamiento le vi abajo. Fui siguiendo a Susana todo el tiempo en corto. Y me fui cansando. Llegando a la cabecera del pozo de 80 iba un poco harto. Mire para abajo y no vi ni rastro de la luz de Ángel. Le pegue otro grito y respondió. En el pasamanos de acceso de este pozo me di un rodillazo contra la pared que me hizo ver las estrellas. Como ya faltaba poco para salir y no había a quien quejarse me callé. No había libro de reclamaciones. El último pasamanos; Susana se fue a salir por arriba del todo siguiendo la cuerda. Yo me escaqueé entre los bloques.
Moisés estaba en mono interior tomando el calorcito del exterior. La sima soplando aire helado a chorro. Me dedique a comerme una manzana y a beber algún líquido mientras Moisés y Susana retozaban a sus anchas. Ángel salió al poco; había estado ajustando las instalaciones. La vuelta a los coches la hicimos paseando con el tiempo algo nublado. Bajé en el coche de Ángel. Y nos paramos todos en Ramales a tomar unas cervezas en el Marcos. Comprobamos al pasar por el centro del pueblo que había una boda en su apogeo. Ángel me dijo que el local tiene fama y que vienen a celebrar sus uniones muchas parejas. Quizás sea el lugar adecuado para celebrar la unión de los dos sistemas...cuando se consiga.

20/5/06

Pasaje Oculto (20/5/2006) Mostajo

               Hay muchos cabos sueltos. Muchas incógnitas que resolver. Un paquete de misterios bien envueltos. Nunca nos dará tiempo a conocerlo todo. Y nunca podré satisfacer en el tiempo de vida la infinita curiosidad que me consume. Sin embargo uno de mis interrogantes, al menos, ha quedado resuelto, de forma simple, este último sábado 20/Mayo/2006.
                El viernes por la noche me reuní con un nutrido grupo de miembros del club SCC de los que algunos hacen espeleo a veces. Pero Moisés, el esperado, no pudo venir a la reunión. Se suponía que había organizado una salida a la Fresca con más de diez participantes. No había cobertura para hacer una salida. Y pesaba el cansancio, o falta de fuelle, característico del viernes tarde. Vi a Noelia y Pablo que se marchaban a Picos y también vi a Elena que estrena plaza de Pediatra en Mérida. Julio se vino conmigo a beber cerveza y a picar algo en el Gambrinus. Al cabo de un rato llego un Moisés cansado que no nos sugirió demasiado. Me fui a casa y poco después me llamó Julio. Iríamos a la Torca de Papá Noel quedando a las nueve y media en Solares.  Y también vendrían Marta, Eduardo y Rafael (y Julio y Moisés).
                Me costó más que nunca preparar los trastos de espeleo. Los preparé por la mañana y a toda prisa. Aún así llegué pronto a la cita. Julio quería tomar café. Nos fuimos hacia la pastelería cercana a la estación. Mientras Julio tomaba su café me compré el periódico ABC. Ignoro si mentira tanto como El País o El Mundo pero su castellano es de mejor calidad y su suplemento sobre arte me inspira algo. Moisés nos encontró en plan mañana de festivo. Venía con Marta.
Me pasé al coche de Moisés. Y hablamos de cuevas y de no se que más. Cuando ya estábamos cerca de Matienzo se me ocurrió que podíamos visitar los niveles más profundos de la Torca del Mostajo. Una asignatura pendiente desde hace, al menos, 8 años, con fama de albergar bonitas formaciones e incluso una sala llamada de las Maravillas. Calculamos que con varios retales tendríamos para instalar sin problemas los pozos de entrada y el pozo de 40 con la cuerda de 60. Moisés le pregunto a Marta que qué le parecía pero ya estaba convencido de las ventajas del nuevo plan.
Unos minutos después estábamos al lado del Mostajo y mientras el grueso del personal acababa de prepararse ayudado por Moisés, me acerqué a instalar los pozos de entrada. Para facilitar la tarea metí la línea por la rampa de la derecha. Tuve que volver a salir desde el segundo fraccionamiento para cambiar un retal largo, que no llegaba hasta abajo, por otro mas corto y enlazar en el fraccionamiento el corto con el largo. Utilicé el tercer retal para el resalte de abajo, aterricé y me senté a comer manzanas. Marta, Rafael y Eduardo se vinieron para adentro para evitar aglomeraciones en las gateras y las cuerdas.
Cuando llegábamos a la ventana de acceso al pozo de 40 nos alcanzaron Moisés y Julio. En un momento dejamos instalada la cabecera e inicié el descenso que solo tiene un desviador a un metro del comienzo. Me fijé bien en todos los recovecos del pozo no fuera a ser que la continuación estuviese en alguna ventana y no como había creído siempre: abajo del todo. Pero el pozo es un tubo que conduce únicamente a su fondo. Me di una vuelta por los rincones de la base sin encontrar continuaciones y cuando estuvieron abajo los hermanos nos fuimos a echar un vistazo por los alrededores. La situación había cambiado. Ahora los senderos están balizados con hitos y alguna flecha. Guillermo y yo estuvimos perdidos por esta zona un buen rato hace muchos años. Me fije en que había una alternativa a la continuación obvia, que yo tomé las otras veces que estuve allí, por una galería coqueta y modesta medio oculta en un rincón. La seguimos un rato hasta desembocar en una sala con abundantes alternativas. Volvimos rápidos hasta la base del pozo para reagruparnos y avanzamos de nuevo hasta esa sala donde comimos.
Llevábamos un sobre de papelillos catadióptricos y como parecía algo laberíntica la zona estábamos dispuestos a utilizarlos. Siguiendo por la zona que parecía mas trillada y obvia una senda a través de salas, laminadores y galerías variadas fuimos a desembocar al borde de un pozo con paredes de grava y arena imposible de bajar sin material. Estuvimos repasando las galerías de alrededor y encontramos algunas zonas muy interesantes pero nada especial en cuanto a formaciones. Moisés estuvo a punto de deslizarse sin control por una rampa arenosa. Ya de vuelta nos fuimos metiendo por varias ramificaciones hasta encontrar una que desembocaba en una sala amplia. La sala daba acceso a una galería con aspecto de río fósil y Moisés fue a echar un vistazo. Al cabo de cinco minutos nos informó que había una zona bonita con formaciones.
A todos nos gusto esa zona. Suelo, paredes y techo exhibiendo formaciones en abundancia e incluso con algún grupo de excéntricas. Pero a pesar de todas las vueltas que dimos no encontramos la Sala de las Maravillas. Sabemos que esta por allí cerca, pero no la encontramos. Esta bien que sea difícil de encontrar para que se conserve. Ya de vuelta me pareció verdaderamente corto el trayecto hasta el pozo. Moisés subió el primero y tardo nada. Luego fui yo que tarde algo más. Y luego Marta, Rafael, Eduardo y Julio. Mientras subían me dedique a dormitar al otro lado de la galería. Y mientras desinstalaban me marche con Rafael y Marta hacia las gateras de salida para evitar  embotellamientos. Nos volvimos a ver en la zona del pasamanos. Para el pozo de salida empezó Marta la primera, seguida de mi, pero en la rampa de piedras me adelante a ella. Tuve que darle instrucciones un par de veces y realmente le costo algún trabajo salir por los fraccionamientos. Un poco más de tiempo y le cogerá el truco.
Llovía. Mientras salían todos me refugie en un recoveco del borde de la torca para no mojarme.  Me imitaron Marta, Rafael y Moisés. Cuando bajo Julio hasta los coches salí rápido de mi refugio, baje corriendo  y, hábilmente, conseguí no mojarme apenas mientras me cambiaba.  Luego nos fuimos a tomar unas cervezas al bar de Germán en Matienzo. No se trato mucho de proyectos ni de planes. Solo charla informal, miradas a la televisión y al personal de alrededor. Tarde de sábado en bar de pueblo.

13/5/06

Inexplor (13/5/2006) Luna Llena

                Siempre que llega el momento se me quitan las ganas; es la marca de la contradicción. O la galería minera. O el barrizal de la gatera de conexión. O las ganas de variar, ver nuevos horizontes y escuchar nuevas historias. Aunque posiblemente todas las historias humanas tienen, cuando los tienen, los mismos ingredientes negativos: incomunicación, egoísmo, falta de entendimiento y cosas similares. Y otros ingredientes positivos también. Pero la novedad de la película parece que cambia algo.
                Una fracción escasa; lo que mostramos y lo que se oculta. Recibí un mensaje de Moisés invitándome a la exploración en la Torca de la Luna Llena para el 13 de Mayo del 2006, día de Luna Llena. El viernes me deje llevar a la reunión del club SCC y allí estaba Moisés preparándolo todo, ayudado por César, y acompañado por Javier, Julio, Sara y los dos jóvenes hermanos. Creo que también pasó Pablo por allí. Tras un rato de bareto Julio se vino a cenar a mi casa y César se fue a la de Mois.
Un hormiguero de hormigas rojas ataca a otro de hormigas negras; yo estoy mirando la batalla. Me reuní el sábado en Monpía con Ernesto, Julio y Sara. Ernesto nos llevo a todos en el coche de su empresa Todos ahorrando a costa de la empresa de Ernesto: sin remordimientos. En la rotonda de Cabezón se nos juntaron César y Moisés procedentes de Comillas. Julio soltó un globo para tomar un café en La Gándara. César, con Moisés, se lo pinchó. Mientras miraba como se preparaban los espeleólogos me dedique a moler a mazazos tochos de carburo. Os recomiendo mi sistema, muy superior al de la maza: se deja el tocho encima de un suelo bien duro como hormigón o una roca, y se deja caer sobre él, desde un metro y medio, un trozo de raíl de tren de, más o menos, treinta centímetros de largo. El tocho queda perfectamente troceado a la primera.
                Levantando un castillo de arena en pleno desierto del Sahara conocí lo que es la arena. Moisés tiró con Sara hacia el final de la galería de la Rana para explorar el desfonde. Julio y Ernesto fueron también con Moisés para encargarse de la topo en los ramales de la zona de la Rana. Los cuatro entraron por la mina. Mientras, César y yo, nos fuimos hacia la Torca de la Luna Llena con la misión de terminar de topografiar los pozos desde el tercero hasta la Sala Triangular.
                Subido a la cumbre de la locura contemplo el valle de la cordura con envidia. Se me hizo corta la subida y fácil la ruta pistera. También se me hizo agradable la bajada de la torca hasta que empezamos a topografiar.  Así dio comienzo el sufrimiento. Al principio no mucho ya que la cinta se manipulaba bien en las zonas anchas. Más tarde fatal en el Pozo Graff. Muchas tiradas pesadas y un gran lío de cinta y de cuerdas en la zona estrecha. La gran desesperación. La sensación de estar atrapado y liado sin posibilidad de movimiento. Bueno, poco a poco con una mano y algo de la otra que pude acercar al lío desenredé la cinta de la cuerda y del dressler y pude zafarme. Mal que bien conseguimos terminar la topo. Tomamos un tentempié en la Sala Triangular. También puse en marcha el carburero que había permanecido en la saca hasta salir de las estrecheces. Se hizo una hermosa luz. Estaba ilusionado por algo nuevo: la galería de conexión hacia Udías, galería que se toma unos 100 metros después de abandonar la Sala Triangular por la Galería Sur.
                Todo me parece distinto y todo me parece igual; busco una ilusión, la encuentra y la pierdo. No nos llevo mucho tiempo recorrer la galería de conexión aunque César dudo un par de veces de que fuéramos por el camino correcto. Lo primero que detectamos fue el olor a tabaco que invadía la galería de conexión en la ramificación hacia la Rana. Nos deslizamos con elegancia por el laminador de acceso y en pocos minutos estábamos en el desfonde final. Acababa de bajar Moisés a una zona intermedia unos diez metros más abajo y Sara estaba comenzando a descender. Moisés se asomo a una ventana y detecto un nuevo pozo que estimo, por lo menos, entre 30 y 40 metros. Estaba entusiasmado. Dejamos a esta pareja con su tarea y decidimos ir mirando todas las ramificaciones topografiándolas desde el principio. Las primeras no dieron de sí nada por estrechas y cutres pero al lado del Pozo de la Rana descubrimos una galería, muy incomoda al principio, modesta y agradable. Vimos que las huellas de Moisés aparecían en el sentido contrario al que nosotros íbamos. Llegamos a un desfonde y volvimos hacia atrás dejando el resto del trabajo para hacerlo desde el extremo contrario. Cuando salimos a la galería principal nos encontramos con Julio y las voces de Ernesto. Ernesto luchaba con una ramificación difícil de continuar por culpa de una estrechez y de un resalte que necesitaría cuerda. Ernesto trato de embarcarme en la estrechez pero no me di por aludido.  Para no repetirnos quedamos en que ellos trabajasen las ramificaciones de la izquierda y nosotros en las de la derecha. Nos pusimos a comer; yo alubias y avellanas y César queso con pan y chocolate.
                El sentido de todo es el mismo que encuentro una feliz mañana: nada que pueda atrapar. En cuanto nos metimos por la primera ramificación a la derecha descubrimos el esqueleto de un roedor en el suelo. César dijo que era una rata pero no era algo claro. Protegimos con un murito de piedras el esqueleto para evitar un pisotón como el que hizo desaparecer a la rana. Curioso que en esta zona aparezcan estos dos animales. Parece indicar que el sitio de la Rana es la base de un sistema de pozos muy directo desde la superficie. Enseguida llegamos al desfonde de la galería que habíamos visitado hacía un rato. Lo topografiamos, pasando en cómoda oposición por encima, y volvimos a la galería principal.
                La ilusión por descubrir algo nuevo es parecida a saborear un nuevo sabor; enseguida puede saturar. Nuestro siguiente objetivo era una galería que prolonga un desfonde algo antes del Pozo de la Rana. Tras las primeras tiradas descubrimos que nos llevaba a una red con personalidad propia que yo había visitado someramente la otra vez que estuve allí. Todo lleno de flores de yeso. Más que lleno, tapizado. Alcanzamos un cruce bien decorado en que dos galería paralelas parecían cruzar con otras dos paralelas y ortogonales a las primeras. Seguimos por la principal y evidente. Moisés y Sara se nos unieron procedentes de sus exploraciones en el pozo, empantanadas por falta de material. Moisés nos sugirió que fuéramos a mirar lo del pozo pero preferimos continuar con nuestro trabajo de topógrafos. Ellos dos siguieron adelante para explorar. La cosa comenzó a ponerse interesante. Tiradas largas, formas de la galería cada vez más hermosas y flores de yeso cada vez más espectaculares.  Cuando ya estábamos empezando a cansarnos reaparecieron Moisés y Sara contando maravillas. Se habían vuelto por una estrechez que no quisieron pasar (¿?). Nosotros decidimos volver también.
                La oscuridad me pone en contacto conmigo mismo; no hay escape, solo queda tu mente llena de ruido. Una zona de arena suave nos sirvió para descansar mientras Mois volvía a por el material en el desfonde final: taladradora, baterías, mosquetones... Apagamos las luces y cada uno descanso a su manera. Al cabo de un tiempo alargado por la espera reapareció Moisés. Sara y yo comenzamos a volver seguidos, no de lejos, por César y Moisés. Cuando llegamos al punto de cita con los otros dos compañeros ya pasaba ampliamente de las siete, hora acordada. Nos habían dejado un escrito diciendo que salían y se iban al bar  La Gándara.
Cuando esperas algo con tu deseo puesto en ello surge la ansiedad; el contrapunto es la paciencia. Me entraron ganas de salir de una vez y me fui rápido hacia el pozo de conexión. En la cabecera me pare para avisar a todos de que esperaba abajo. Moisés me comunico que iban a gastar cinco minutos para ver el rumbo de una galería lateral que empezaba allí mismo. Cuando aterricé en la base del pozo Pastelero tuve tiempo de pasar con cuidado la gatera de barro pastoso. Conseguí  no mancharme de barro la cara. Los boinas verdes se manchan de barro para camuflarse. Pero yo no soy un boina verde. Sin duda es la cueva de la que más pringado he salido en todo lo que llevo de espeleólogo. Me senté en la Galería Principal de Udías con mi tormenta personal como toda compañía. Cuando llevaba más de una hora esperando me empecé a inquietar. Sobre todo por lo de los cinco minutos. Volví varias veces a la gatera de conexión. Me dediqué a hacer un par de hitos. Pensé millones de pensamientos claros y oscuros. Por fin aparecieron mis compañeros y me dijeron que solo habían avanzado 15 minutos por la galería...
                Los signos del pasado no son meros signos; en cuanto escarbas un poco en ellos invaden todo lo que tocas. Cuando llegamos a la salida de la mina ya eran casi las nueve. Una fila de botellas de cerveza frescas nos esperaban sobre el techo del coche de Ernesto. Julio y él ya se habían comenzado a beber un par. El contenido de las botellitas nos sentó de maravilla. Pensamos que lo mejor era seguir bebiendo en el bar La Gándara. A todos nos apetecía más cerveza. Allí nos entretuvimos más de una hora charlando con el propietario, haciendo planes y contando batallitas. A la vuelta me colé en el coche de Mois para poder ir más holgado. Me entró sueño en el anochecer primaveral. Un olor melancólico lo impregno todo, como si fuera una tarde de domingo y no de sábado.