21/10/06

Canciones (21/10/2006) Garma Ciega

I.
Me empuja. No sé de donde viene. Una intensa fuerza. Decidí recuperar mi saco de dormir hace dos días: un 1 kilogramo de excelente plumón, marca Gálvez. Reposa desde hace dos años en el campamento de la Sala de Titanes.
Camino rápido y sin pausa. Concentrado en el horario que me he fijado mentalmente. Garma Ciega a las cuatro y media. He salido del IES Ricardo Bernardo a las dos y media. Atascados, los coches y los autobuses escolares, pugnan por encontrar su huida. Voy retrasado. Viernes veinte de octubre.
El oído alerta. La niebla impone su carácter a pinceladas. Veo huellas de un cánido grande en el camino entre Mazos. Y luego en el borde de Cellagua. No me gustaría encontrarme con un mastín guardián. Los lobos los descarto. Caballos pastando y algunas vacas me calman la inquietud.
Dejo el paraguas en el hueco de un haya. El bosque me hace dudar. La cálida hojarasca ha borrado los relieves. El lapiaz se presenta traicionero. Al resbalar me asusta un agujero poco profundo disimulado por las hojas.
Un poco de comida: barritas, chocolate, un mendrugo de pan... La Tika y baterías de repuesto. Una botella de Aquarius medio llena y un poco de agua en otra botella. El carburero en el fondo de la saca.
La primera cuerda, a cielo abierto, negra,  apenas deja correr al dressler: hinchada.  La segunda, en la penumbra, blanca, ha sido colonizada por líquenes y algas verdes. La tercera, blanca, cruje como una vieja barca de madera. La cuarta ya no me llama la atención. Sigo hacia abajo. Las operaciones se van automatizando. Cada vez más simples. O eso parece.
Canto. Cantar en la oscuridad. Cantar para evitar el miedo. Cantar para huir de la soledad. A mitad de sima un péndulo a la derecha exige un esfuerzo mayor que los demás. Más abierto el ángulo, más dificultad. Un nudo de enlace entre cuerdas hace incómodo el aterrizaje en uno de los últimos pozos.
Espero el estrecho meandro como un soldado la batalla. Me sorprende el equipamiento actual. El tránsito es más cómodo que la última vez que bajé.  Apenas un chorrillo de agua lo recorre. Contrasta la poca agua que hay abajo con la humedad y los charcos en la superficie. Me lanzo con entusiasmo hacia Titanes. Todo esta señalizado pero, a pesar de ello, todo es confuso para mí entre el río y Titanes. 
  
II.
Son  casi las siete. Titanes parece inmutable. Solo el silencio cambia. La tienda de campaña no cambia. Hurgo dentro de los bidones en busca del saco. Luego me fijo en un plástico muy bien puesto: es el envoltorio del saco.
Me siento durante un rato. Mientras descanso como algunas chucherías.  Al poco estoy inquietándome. Preparo el petate  con el saco al fondo. Pongo en marcha el carburero al ralentí. Hasta el momento solo he tirado de leds. Ahora me apetece más luz. Pienso en la incomodidad del carburero colgando de la cintura toda la sima arriba.
Decido prescindir de la velocidad. Intento practicar el movimiento consciente. Como tai-chi. No importa el objetivo, sino el movimiento en sí.  Me muevo en el meandro mejor que otras veces. Se me escapa de las manos el  esfuerzo en un tramo. Me estreso.
Vivo la base de los pozos como una tregua. Los primeros pozos me permiten impulsarme rítmicamente. Son limpios y amplios. Canto. Cantar para huir de los oscuros pensamientos. Cantar para hacerme compañía. ¿Cuatrocientos metros cantando?
La llegada a la ruta fósil con barrillo cremoso me anima. Creo que, mentalmente, he dividido la sima en tres tramos. El tramo segundo es hasta el Comedor. Se me hace largo. Aun confuso, lo que recuerdo de otras veces coincide. La llegada al Comedor crea el sentimiento de que estas cerca de la salida.
Durante un minuto confundo una pared, treinta metros sobre mí, resplandeciente por las gotitas de agua, con la claridad del cielo. No me importa ya. Siento la salida. Todo esta salpicado de hojas de haya secas. Algunas ramas y tronquitos se han colado casi cien metros en la profundidad. Montones de barro negro tapizan las bases de los últimos pozos. Materia vegetal descompuesta.
El cielo cuajado de estrellas. Son casi las once. Calidez en el aire. Primero el bosque con cuidado y luego a pasos alargados y cómodos. Bajo sin pausas. Las vacas me miran con ojos brillantes desde la oscuridad. Los caballos huyen espantados. El carburero a tope de luz. No hay problema de que se acabe. El viento agita la llama protestona. Si los lobos supieran lo fácil que es cazar a un humano... Pero el fuego les asusta. ¿Por que no lo intentaran nunca?
Con mucha calma me cambio de vestimenta. Bajando hacia Astrana empiezo a recibir mensajes en el móvil. Me paro. SMS: he salido bien. A Marisa y a Julio. 
            
III.
        Me acuesto pero duermo poco. Tres horas y estoy despierto con ganas de salir disparado; ¿estrés quizás?  ¿O esa fuerza intensa? ¡Qué fuerza y que narices! A las ocho y media estoy en Solares con Moisés y Susana. Hoy es sábado. Hemos quedado con un grupo del AER en Ramales.
       Ángel, Olarra, Chavi, P.Merino y Belén están en Ramales esperándonos. Hay algo de prisa. A las diez debemos estar atentos en la ladera del Asón. En el fondo de la sima Wichi y Cristóbal se disponen a iniciar la prueba. Esta mañana, a las seis y media, han entrado a Garma Ciega con varios botes de humo, hierbas secas para quemar y energía personal sobrada. ¿Llegaran en tan poco tiempo hasta la zona del sifón? Los que saben dicen que sin problemas.
       Nos vamos en tres coches: el de Chavi, el de P.Merino y el de Moisés. La carretera del Asón tiene varios puntos adecuados para aparcar: la cantera, un par de márgenes, la cuevita. Nos repartimos de forma confusa. Chavi y Ángel cerca de La Fresca mirando desde enfrente con prismáticos. Olarra en la carretera haciendo largos. El resto diseminados por el bosque y moviéndonos por zonas. Son las diez.
         Luego son las once. Sigo dándome paseos y mirando. Los walki-talkis no tienen pilas. Encuentro una amanita panterina en el bosque. Me pregunto cuales serian los efectos de comérmela.  Luego son las doce. Me bajo a la carretera a dar un largo y ver el panorama general. Me pregunto si  tendremos un tope de tiempo. Vuelvo a subir a mi zona. Entre las ramas de las encinas observo a Ángel y a Chavi que me observan a su vez.
        Luego es la una. Me bajo definitivamente. Como un  goteo van apareciendo todos al lado de los coches. Moisés ha visto humo blanco y Susana también. La zona por la que lo vieron esta algo desviada al sur de las expectativas. Pero las cuevas son impredecibles. Una primera inspección no arrojo ninguna cueva, ni fisura, con soplo.
     Se ponen a comer allí en contra de mis deseos. Tengo hambre de cocido y de mesa puesta. Aguanto como puedo mientras devoran fiambre y quesos con pan. Para distraer la mente exploro las posibilidades del macro de mi cámara Olympus. Le hago una foto a una cría de lagartija. Al cabo de una hora nos bajamos al bar Coventosa. Mientras toman cafés, chupitos y juegan al futbolín pido un cocido y una ensalada mixta. También tomo postre.

      Por la tarde volvemos a la carga. ¿Por donde salió el humo de color blanco? Le pregunto a Ángel de que color es el humo de los botes: NARANJA. Botes de salvamento&rescate. El humo de los botes es blanco hasta que se sabe que es naranja. Queda la posibilidad del humo de las hierbas secas. O de que al diluirse el naranja se confunda con el blanco. Hurgamos por doquier. Los tojos me martirizan a la bajada. Demasiado.
      Ahora estamos junto a los coches. Todos comentan y charlan. Pero yo estoy con pocas ganas de hablar. Quizás aburrido. Y algo cabreado sin razones claras. ¿El estrés quizás?.  A la vuelta cabeceo en el coche mientras hablamos de humos blancos y de humos naranjas.

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