2/12/06

Nunca mais (2/12/2006)


El valenciano, Juan Casero, tenía razón en una cosa: las perlas no se deben ofrecer a los cerdos. Si alguien quiere conocer las cuevas que se lo curre. Así las estimaremos en lo que valen. No voy a hablar de los conocimientos que voy adquiriendo sobre la Red del Gándara. Ni sobre ninguna de las hermosas cuevas que conozco. Sobre todo eso, de las hermosas. He llegado a ver que lo mejor que podemos hacer es proteger la  NATURALEZA del ser humano. Y a las cuevas de los espeleologos. Así pues no os voy a contar ni donde esta, ni como se llega a esta cueva. Ni siquiera su nombre. Os deberéis conformar con saber que esta cerca del puerto de Lunada.
El sábado se presenta casi negro, gris oscuro, en algunas direcciones. A las nueve llama Gelo desde Ramales. Como la cosa se mantiene, más o menos, quedamos en Lunada. A las nueve y cuarto hemos quedado Marisa y yo con Manu en Solares, pero llegamos veinte minutos tarde. En la gasolinera compramos dos pilas de petaca; una para los leds de Marisa y otra de reserva para los míos.
Las peores premoniciones meteorológicas se van cumpliendo. Cuando pasamos por La Cavada esta lloviendo. Intermitentemente llueve por el valle del Miera a chaparrones. El puerto de Lunada nos agasaja con agua mezclada con viento. Un cóctel delicioso. Vuela agua. Me protejo con una mierda de paraguas revuelto por el viento casi todo el tiempo. Gelo le presta otro paraguas a Manu. Por lo demás prefiere ir embutido en su mono de nylon. Marisa va con un impermeable y paraguas. Ángel lleva un poncho de agua. Se trata de la mejor opción. Al cabo de un rato entramos en una zona más protegida del viento. No vamos muy deprisa pero en menos de una hora alcanzamos la entrada de la cueva. Tenemos suerte, podemos resguardarnos de la lluvia. Este detallín nos facilita el cambio de trajes. El que yo me pongo es a medida, hecho por un sastre. 





Poca gente podría decir que conoce la realidad a fondo. En realidad nadie sabe un carajo acerca de nada. La realidad de nuestro destino. Todo comienza de forma arrastrada. Luego sigue a gatas. Después puedes ir de pie (llegamos a una sala con un gran desprendimiento de bloques)  Eso es un evento en la vida de un ser humano. Ir de pie. Las manos libres. Libertad. Profundo. Pero más tarde el destino nos obligará a arrastrarnos como gusanos por el barro. Al final de los bloques hay paso por arriba o por el arroyo. Una flecha en el punto adecuado dice algo del camino correcto. Flechas sin arcos. Flechas envenenadas. Flechas con plumas. Flechas con punta metálica. Flechas de tizne.  Perdemos a Manu. Vuelvo a buscarlo y lo encuentro metido en una gatera hacia ninguna parte. Manu se deja llevar por las maldiciones y los juramentos. Nunca mais. Digo y pongo en su voz.
                Estamos mojados y arrastrados pero las cosas no mejoran. Bueno, a veces la galería es alta y hay espacio de sobra. Pero entonces nos exige andar con pies de wólfram para no estrellarnos en algún desfonde. Chimeneas reverberantes nos dan una calurosa acogida con lluvia de florecillas e himnos nacionales. Nosotros andamos orgullosos sin comprender nada. Hurgamos en nuestras recónditas conciencias buscando. Solo aparece una cucaracha despavorida huyendo de una muerte segura. La zapatilla vuela. Un grito absurdo, parecido a un estornudo telúrico, convierte nuestros pensamientos en un arco iris lunar. No obsta.
Hay dos diseños: anchoxbajo y estrechoxalto. Ahora toca el segundo. Parece menos transitado el terreno. Si esta es la mejor entrada superior hacia la Red del Gándara ¿cómo serán las otras? Encontramos un tira de plástico con el número de una cueva. Corresponde al enlace con otra entrada. Carece de importancia con tal que podamos llegar a las galerías grandes. Todo es confuso. Todo cambia de posición en nuestras mentes. Comienza una navegación sin rumbo conocido. No hay brújula. O el campo magnético ha dejado de existir. Un planeta sin campo magnético. Un planeta sin nubes. Un planeta sin mares. Un planeta con una estrella azul. En lo profundo no hay separación. Todo esta aquí. Como podría ser de otra manera. Como podría ser que hubiera otra cosa.



  
              ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Bajando. Deslizándonos. Resbalando. Andando. Saltando. Escalando. Gateando. Digamos que la pendiente es de un 10%. Hay bloques empotrados y amontonados en una galería alta (como diaclasa)  A veces grandes chimeneas desembocan sobre ensanches. Al fondo de uno de esos ensanches una gatera tubular nos frena. Me meto y paso justín. Parece que por abajo se podría pasar mejor. Los demás  pasan justines también. Sobre todo Gelo que es el más grandote.  Desembocamos en una sala formada por la base de otra chimenea. El arroyo cae por una pequeña cascada y se mete por un laminador en la base de la chimenea. Destrepamos por una arista. No hay camino evidente. Me meto por el incómodo laminador guijarroso y encuentro una piedra con una pátina de barrillo. Sirve de pizarra. Una hermosa X escrita con un dedo (¿índice quizás?)  desea decir algo. Lo interpreto como “por aquí no vas a ningún lado”. No nos quedan opciones a seguir. Por un momento pensamos en alguna galería superior que halla pasado desapercibida. La ignorancia se manifiesta. Ya estaba aquí antes pero no la percibíamos. Nos volvemos
                La gatera tubular se puede pasar por abajo. Ahorramos esfuerzos. Según vamos volviendo y comprobando que todas las desviaciones son irrelevantes nos vamos convenciendo de que quizás la X no signifique “por aquí no vas a ningún lado”. Más maldiciones. Más “nunca mais”. Marisa va cansada. Paramos cada pocos minutos. Las paradas se penalizan con frío. El frío de las paredes. Una pared como símbolo de nada por ahí. Como límite helado. Como límite creado. Creados en el cielo o creídos por la mente. Crear o creer. La diferencia de una vocal. Podéis arrastraros o volar.
                Entramos en la bóveda de nubes, salimos de la bóveda de roca. Caen gotas líquidas. Asciende el vaho caliente. No hay viento. El termómetro marca dos grados. Gelo se baja por Miera. Nos propone parar a tomar algo pero Marisa no tiene otra ropa que la embarrada y es demasiado para una tarde de sábado endomingada. No apetece otra cosa que irse a una bañera llena de agua caliente y quedarse allí el tiempo que haga falta. Divagando por los caminos interiores. Infinitos. Hacia todos los lugares y todos los tiempos. Un proceso que puede mirar_se_a_si_mis_mo. Recuperada la energía de la tierra recorro los espacios interestelares. Estrellas azules. Estrellas naranjas. Estrellas rojas. Estrellas de neutrones. Estoy aquí y tengo hambre. Una hermosa cena.
                A la mañana siguiente miro el libro de Pepe León y el blog de los exploradores de la Red del Gándara. La confusión se desvanece. Todo ajusta. Llamo a Gelo y charlamos, felices de los avances. Más de setenta kilómetros de galerías están ahí para ser visitadas. Para nosotros: casi como si las explorásemos.