9/6/07

Linto (9/6/2007) Alto del Tejuelo



Con la tormenta vinieron granizos del tamaño de avellanas gordas con cáscara.  De forma elipsoidal, ligeramente achatada y una asimetría en la textura superficial de los dos hemisferios, eran granizos remarcables. Uno de los hemisferios más vítreo y transparente y el otro tendiendo a blanquecino y níveo. Pero por la mañana se mantuvo el ambiente tropical, húmedo y caliente, de los últimos días tormentosos. Sin embargo los madrileños no abandonaron sus hermosos paraguas en ningún momento.

Vimos casas muy arregladas y otras actividades inmobiliarias. Unos belgas se habían edificado una casona de nueva factura sobre un prado. Una pista y luego una senda desenrollándose entre cabañas, entre praos, y luego a través del bosque de hayas un sendero. Hayas de tronco limpio, recto y erguido más de 20 metros.  Sendero entre helechos. Un rato de camino por trochas apenas marcadas. La C225, la C221 y otras torcas sin marcar. Una de ellas mostraba una gran sala a 20 metros de la superficie Otra tenía un serbal de los cazadores en su boca. El pozo de entrada de una tercera tenía al menos 40 metros. Esta última estaba sin marcar. Todo nos parecía interesante. Estábamos en Linto, ladera oriental del valle del río Miera.

Alfredo, Josechu y Menchu del SECJA andaban metidos en un proyecto muy atractivo. Las galerías horizontales de la torca de Canto Encaramao, cuyas proporciones son descomunales, se aproximan mucho a la cueva de la Puntida en cuyas cercanías, por otra parte, se han detectado algunos agujeros que soplan aire helado. Su idea era, y es, realizar una prospección exhaustiva y detallada de la zona para encontrar la mejor manera de penetrar en el Sistema del Alto del Tejuelo. Estas cosas nunca son fáciles. Pero poco a poco se puede avanzar. Me pareció una tarea que merecía y merece la pena.

El encanto de esta gente de Madrid era la enorme estima que mostraban por algo que en Cantabria consideramos corriente. Y la facilidad con que comparten algo valioso con otros. Quizás esta última característica se deba a la volatilidad de los planes y proyectos en Madrid. Es difícil para los madrileños creer que algo se mantendrá indefinidamente. Cada día es un nuevo caos.

Más tarde el río Miera bajaba en turbia crecida tras las tronadas de agua y granizo. Prospeccionamos desde el viejo puente de la Cárcava, aguas arriba del río, durante un rato. Solo Josechu y Alfredo tuvieron moral para continuar a través de la jungla que alimenta el río a sus orillas. Mientras tanto Menchu y yo descubrimos por el otro margen un sendero que, pasando por el viejo Molino, nos permitió avanzar mucho más deprisa. Pero para mi se hacía tarde y mis compañeros andaban perdidos en la selva del Miera. Así pues me despedí de todos a través de Menchu.

           Estaba claro que de existir una resurgencia se necesitaba más esfuerzo para encontrarla. Quizás el próximo día la suerte nos sonreirá.

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