16/12/07

Canicones (15/12/2007) Torca de Llaneces

 
Aparcamos frente a una cabaña en una zona algo más llana (¿sería Llaneces?) donde comenzamos los preparativos que luego continuaron en la entrada de la cueva y en el inicio del primer pozo. Varios compañeros luchaban con los tochos de carburo en un vano intento de romperlos en pedazos suficientemente pequeños para que cupiesen en los depósitos de los carbureros. Algún trozo salio volando despedido por el impacto de un pedrusco. En otro frente de batalla bregaban con el ajuste de los arneses para adaptarlos al tamaño deseado (culo pera, culo manzana o culo escurrío). El frío mordía en las desnudas carnes expuestas brevemente. Algunos perros vociferaban desde una granja de vacuno cercana. Había otros perros que hablaban menos en un chalet cercano. Ninguno de nosotros ladraba en voz alta ni tampoco aullaba.

Además de Julio, Encarna, Miguel, Antonio, Manu y Juan viene Noelia   (Ya tengo convencido pa Llanezas al padre rumboso q me lleva a Solares y al ex estable que acudirá a la cueva facilita, así que cuando sepáis la hora a la q tengo q estar en la gasolinera? la estación? me cuentas. Viva viva! Gracias.)        con Pablo. Hace un frío del demonio que ha dejado escarchada -como nevada- Cantabria. La subida al puerto de Alisas me hace arrepentirme de llevar el coche por un forzado y sorpresivo paisaje revestido de patinaje sobre hielo. Más tarde, en la plaza de Arredondo, hay que organizar la movida. Subiremos en dos coches los ocho hasta Llaneces. Uno será el mío y otro el de Juan. De camino aparecen la cabaña que recientemente han comprado los espeleólogos franceses, varios chales nuevos y la estación de telefonía celular de Airtel.
Pudimos andar por la pradera con calma, pero no lo hicimos con ese raro estado de ánimo sino con prisa. No supe encontrar la razón principal pero sí otras. La primera valla tenía un cierre de quita y pon, pero la segunda estaba hecha a propósito para el aprendizaje de la maledicencia. En un metro de altura tres líneas de alambre espinoso bien tensadas entre estacas cercanas. Se me cruzo la idea de partir las líneas de alambre. Más no lo hice porque no tenía la herramienta adecuada a mano. Luego llegamos a la dolina de la cueva. Muchos robles la rodeaban y la rellenaban con sus hojas, caídas a finales del extraño otoño.
Nos paramos y continuamos. Así varias veces hasta que paramos más tiempo en los aledaños del primer pozo. No tiene ninguna fijación. Hay que instalar en anclajes naturales. Manu se afana, creo que asumiendo la responsabilidad de la instalación, colocando con perfección una cinta ancha de color negro mate alrededor de un gran bloque plano de falso techo caído sobre una zona de roca más sólida, rejunteada con barrillo pringoso. La cuerda sale a 45º y apoya sobre el barroso borde del pozo. Imposible colocar un desviador en la roca  pudinga de cantos y barro seco. Mejor una saca para evitar el roce y luego un fraccionamiento a pocos metros. Añado un reaseguro a otro natural con unos cordinos que he traído. El pozo tiene menos de veinte. Una lluvia de gotas gordas riega su base pero escapamos fácilmente por una especie de portal hacia un balcón sobre una galería muy amplia. Las formaciones comienzan aquí. Mientras sigue el goteo de compañeros bajándose desde el balcón algunos comienzan a hacer fotos mientras otros instalan la pringosa rampa que sigue. Manu duda ligeramente pero no hay ninguna otra continuación que le suene. Es por ahí. 
La rampa de barro nos exigió colocar la cuerda en una estalagmita. Aparentemente hubiéramos podido destrepar sin cuerda la rampa pero, de hecho, era una trampa imposible de remontar como se demostró luego al subir. Una gatera embarrada pringo todo lo que habíamos mantenido limpio hasta el momento. Incluidas las gafas.  Desde la amplia plataforma a la que accedimos teníamos que bajar hasta una galería gorda –nivel de fondo de la cueva-. La instalación dejaba mucho que desear. Menos de 10 metros de vertical pero apoyando en el cortante borde de la plataforma (hueca por debajo) y con una cabecera formada por dos spits en el techo. La roña de las roscas no permitió meter a fondo los tornillos. Chapas que quedan locas en su emplazamiento... un poco demencial todo. Se nos ocurrieron dos posibilidades netamente mejores para instalar este pequeño pozo; una de ellas limpiamente por la IZQUIERDA  y otra por un pasamanos a la DERECHA.
Abajo nos ponemos a hacer fotos. Hay tres fotógrafos y sin embargo -o quizás por ello- no damos abasto. Excéntricas de aragonito, de calcita, cristales recubriendo las paredes, banderas, formaciones clásicas, estalagmitas de aragonito, y las formas de la galería. Pequeñas agujas de yeso se encuentran dispersas por el suelo. Poniendo la cámara sobre un trípode en el modo “fuegos artificiales” se dispone de 3 o 4 segundos para disparar todos los flashes de los que se disponga. Algunas fotos salen bien, otras mal y la mayoría regular. Al final de la galería nos paramos a comer. Encarna nos alimenta con los filetes de una novilla de su propio ganado. Y seguimos con las fotos. La desesperación lleva a Noelia, Pablo y Encarna a remontar el primer pozo y apostarse en la plataforma. Se justifican con la milonga de que ellos van más despacio que los demás en los ascensos. De cualquier forma ahora nos lanzamos hacia otro sector de la galería sin cristalizaciones llamativas pero con formas seductoras. Un fino suelo de barro seco absolutamente plano pavimenta una zona de bóvedas ondulantes. Continuamos haciendo fotos. Agarro una depresión por mi pequeño flash Metz que ha dejado de funcionar. 
Varados en Arredondo y tomando cervezas la conversación que mantengo con Encarna se centra en comparar el grosor de sus huesos con los míos. También en fiestas que se avecinan. Más tarde Noelia nos cuenta de su maravilloso benefactor que cataliza energías para que ella aguante en la biblioteca de Torrelavega estudiando las tres asignaturas que le quedan para acabar. Mientras conduzco cuenta una historieta sobre seres queridos, de una amiga o prima, empotrados contra un camión en un aparatoso accidente. Y cuando agota ésa comienza otra historia alucinante sobre cómo engaño a su madre para que no se diera cuenta de que se había merendado un paquete entero de sobaos gigantes El Macho (son enormes y con mucha mantequilla... lo paso fatal atiborrada de sobaos). Luego compró otro paquete y lo inicio para que todo pareciese normal. Por último, pero no menos interesante que lo anterior, Noelia se enzarza con Encarna en una discusión sibilina sobre la universalidad de la manipulación y la maldad. Maldad genérica. Los demás viajeros estamos estupefactos. Me acuerdo de los nueve gatitos que tiene la madre de Encarna ¿existirá una maldad gatuna universal? ¿serán los gatitos jóvenes manipuladores de tipo genérico? Los interesados en la respuesta pueden consultar enviándome un mail.

2/12/07

Quimera (1/12/2007) El Coverón

 
   Las nueve y media pasadas cuando llego a Solares. Juan me presenta a Jorge. Al principio me cuesta acordarme de su nombre. Jorge nos lleva en su espaciosa furgoneta Ford adecuada para cambiarse en días lluviosos como el de hoy, que se presenta muy similar al anterior fin de semana. Nos vamos al Coverón sin dudarlo (lo de Llanezas tiene fama de cascadas que te duchan y gateras embarradas). Al aparcar el coche en una curva entre Riba y el puerto de la Cruz de Uznayo tuvimos cuidado de que las ruedas no se metieran en el barrizal del comienzo de la pista. Una auténtica trampa de coches. 

    Embutidos en el mono, o en un impermeable, y protegidos por el paraguas nos acercamos a la cueva cruzando el bosque. La bienvenida estuvo basada en duchas y chaparrones de las ramas bajas de los árboles y en barrizales resbalosos. Un bosquecillo de robles tapizado de hojas amarillas y  una canal con helechos son la antesala del Coverón. Bajo las amplias balmas pudimos terminar de prepararnos y de paso hacer algunas fotos de la zona de entrada. 

   Nos impresionó, como la vez anterior, la rampa de entrada por las dimensiones que enseguida alcanza la bóveda sobre ésta. Decidimos ir hacia la derecha para alcanzar el resalte equipado con escala, que la vez anterior no subimos. De paso hicimos algunas fotos. El equipo fotográfico no era el adecuado pues sólo contábamos con mi cámara y la linterna Barbolight de Juan. Se trata de la linterna más potente que yo haya visto. De cualquier forma le poníamos mucho empeño a la tarea de hacer las fotos.

   Resulto que el resalte era más complicado de lo que nos esperábamos. Por eso está equipado con cuerda y escala. Hay que salir del resalte por una gatera deslizante que da, de inmediato, a una estrecha plataforma a orillas de un lago que ocupa parte de una amplia sala lobulada. Si sales con mucho ímpetu te vas al lago. Realmente es una curiosa estructura. Me recuerda esas piscinas elevadas modernas en las que el agua esta rasante sobre la orilla y se domina un amplio paisaje. Por una de las estrechas plataformas que rodeaban al lago repté con cuidado para alcanzar un lóbulo de la sala con formaciones. Desde este punto nos montamos varias fotos.

   La continuación resulto muy evidente hasta una zona en que un aparente desfonde nos cortó el paso. Bajando una rampa hasta su base una pequeña gatera pedregosa y sopladora nos indicó la continuación principal, explorada hace poco por el grupo Lobetum (a la continuación explorada hace más  años por el MUSS no le prestamos casi atención). Nos costo decidir entrar en “el Estrujón”  nombre usado por los espeleólogos del Lobetum para designar a la gatera. Como no las tenia todas conmigo me deslicé por la gatera con los pies por delante. Enseguida llegue a una pequeña salita en la que se podía dar la vuelta y hasta ponerse en cuclillas. Unos tres metros más de gatera arrastrada me llevaron a una amplia sala, comienzo de la “Extensión” la nueva zona explorada por los del Lobetum. Les di ánimos a mis compañeros y enseguida vinieron Manu y Jorge. Juan se negó a pasar.

   Durante un rato deambulamos por el laberinto de la Extensión mirando rincones. Alcanzamos un lago -y unas galerías a su derecha- de estructura sorprendente. Una quimera continua de sorpresas y de ambientes radicalmente diferentes. En vista de lo bonito del lugar volvimos hacia “el Estrujón” para convencer a Juan de que pasase. Para que resultara convincente que la gatera carecía de dificultades Jorge y yo volvimos a pasarla en sentido inverso. Juan no estaba al otro lado pero apareció enseguida, procedente de la zona clásica, en la que había recorrido un laminador ascendente sin mayor interés. Finalmente, después de contarle durante unos instantes las excelencias de lo que habíamos visto, Juan se animó a pasar la gatera. Tuvo que reconocer que carecía de dificultades.
   Primero fuimos hacia el lago por una galería con abundantes formaciones y pequeñas desviaciones laberínticas abarrotadas. Encontramos un murciélago que nos hizo dudar. Imposible que llegase por la gatera así que debe haber otra entrada -estrecha o ancha-. El lago estaba construido sobre una zona de falsos suelos que conducían a otros charcos o gours  debajo del lago¿?. Luego, por la orilla derecha del lago, accedimos a unas galerías en las que desembocaba una chimenea alta. Además un gran gour al mismo nivel que el lago -y con comunicación subacuatica con éste- hacia aún más extraño -si cabe- el paisaje de este lugar. Por unas estrechas gateras se accedía a un conjunto de salas abovedadas que acababan terminándose en ratoneras imposibles. Por otra zona la Extensión consistía en unas largas galerías paralelas, con desfondes y pozos cilíndricos que bajaban a otro nivel. Una ventana daba acceso a una sala repleta de formaciones y a una galería en forma de diaclasa que me llevo hasta un laminador arenoso. Continué hasta que llegué a una zona en que desaparecían las trazas de exploradores y se hacía necesario cavar para seguir. Pero sin duda se podía seguir. De vuelta nos volvimos a reunir todos de nuevo cerca del lago. Esta Extensión nos pareció un magnífico lugar para recorrer con calma. De vuelta a la salida fuimos a visitar brevemente la parte izquierda del Coverón. Por el resalte equipado con cuerda me acerqué hasta el pozo de 20 que descubrí perfectamente instalado.
    Seguía el tiempo gris y lluvioso. Tras una corta duda -era bastante tarde- decidimos presentarnos en Ogarrio para intentar comer. Nos metimos en el primer restaurante que encontramos, anunciado como “El Mirador”, pensando que sería el único. A parte de un precio inmejorable la comida resulto deliciosa. Al salir descubrimos que el restaurante tan famoso de Ogarrio no era éste, sino el Tomás en la plaza del pueblo. De cualquier forma como tenemos que volver al Coverón probaremos todos los restaurantes de Ogarrio.