7/6/09

Sicigias (6/6/2009)



                Sicigia significa alineación de varios cuerpos celestes, lo que normalmente se llama conjunción planetaria. Tuvimos la suerte de hacer nuestras sicigias particulares, es decir de unir varios cabos sueltos que nos torturaban desde hacia meses en la laberíntica Red del Gándara. Ni Miguel, ni Manu, ni yo esperábamos encajar las piezas de un puzzle tan interesante como el que nos ofreció la cueva el sábado seis de Junio. 



                La mañana resplandecía preñada de primavera. En Ramales nos reunimos con Miguel y dio la agradable casualidad que Cristóbal (AER) estuviese en la placita y pudiésemos platicar unos minutos sobre nuestras actividades predilectas, él explorando en la Red de Mortillano y yo conociendo la Red del Gándara. P.Hierro me saludo tras la ventanilla del coche en el que, pacientemente, esperaba a Cristóbal.
                En lo más interior estábamos muy contentos de volver a la Cueva del Gándara. Últimamente la cavidad había sido muy generosa, compartiendo sus secretos con nosotros. A mitad de los preparativos Manu descubrió que la iluminación Scurion no funcionaba. Comprobamos los terminales y parecían correctos. Dedujimos que lo más probable era un fallo del cargador dando una falsa carga. Tanto Miguel como yo llevábamos como linterna de seguridad la Tika de Peztl. Se las ofrecimos a Manu. Muy a regañadientes -y jurando en arameo- se avino a entrar en la cueva pero, al principio, durante el periodo de acomodación de la luz solar a la débil iluminación de nuestros artefactos, tuvimos que animarle a que continuase hacia adentro. 



                Rápidos, en menos de una hora, nos colocamos en la zona en la que íbamos a gastar la jornada. Al principio tanteamos una galería colgada a la que no pudimos ascender desde los varios puntos en los que la adivinábamos. Finalmente avanzando un centenar de metros alcanzamos una zona por la que, volviendo atrás, pudimos trepar al nivel superior. Accedimos a una galería recta de tiralíneas con pequeños desfondes a su izquierda que permitían mirar al nivel inferior. Anduvimos por ésta unos centenares de metros hasta llegar a una ventana colgada sobre otra galería bien conocida, por los frecuentes tránsitos a que está sometida.
                Más tarde visitamos en dirección este otra galería transitada por nosotros a menudo. Al principio fue complicado encontrar el camino entre los desfondes y los gigantescos bloques inestables. Verdaderamente peligroso. Pero siguiendo por la parte más profunda no tuvimos ninguna dificultad para avanzar decididamente hacia el este. Una estrecha galería a contrapelo llamo nuestra atención, pero la dejamos para seguir la principal. Poco después llegamos a un cul de sac sin posibilidades de continuación. Entonces volvimos a mirar la pequeña galería. Al poco de entrar se transformo en un estrecho y sinuoso meandrito de tamaño crítico en algunos puntos. Subiendo unos cinco metros y avanzando algo más nuestra sorpresa fue mayúscula. Desembocamos en una gigantesca galería con estructura de meandro entrelazado, como si varias serpientes se enredasen entre sí.
Comenzamos la tarea de conocer la nueva zona echando un vistazo a los alrededores de la conexión. Enseguida nos dimos cuenta que el meandro tenía varios niveles de sección muy diferente. El más moderno -es decir la base- era el más estrecho también. Primero fuimos hacia la izquierda. Visitamos zonas con algunos grupos de formaciones algo raras. Sin previo aviso la galería comenzó un prolongado ascenso a lo largo de un cono de derrubios enorme. Una chimenea dejaban caer agua abundante. Poco más allá un resalte descendente nos corto el paso. Sin seguridad absoluta creímos reconocer una zona que habíamos visitado hace unos meses desde el otro extremo de la galería.



De vuelta a la conexión y tras actualizar nuestro sistema digestivo nos lanzamos a conocer el sector oeste de la galería. Elegimos lo más simple: ir por la zona más baja de la galería. Enseguida comenzaron las pequeñas dificultades. Pero no nos importo, pues consistían en hermosas formaciones que nos cerraban el paso obligando en algunos casos a hacer trepadas -más o menos largas- para volver a bajar después. Por el camino encontramos una zona llena de nidos de pisolitas. En general se trataba de una zona muy bien decorada. Finalmente tuvimos que poner una cuerda para descender un resalte y las complicaciones y las estrecheces nos acabaron venciendo. Uno de los aspectos más cansados fue el calcular todos los movimientos para preservar de cualquier deterioro las formaciones. A la vuelta Miguel observo que la parte alta de la galería permitía un avance más ágil.
Iniciamos el retorno como a las cinco de la tarde y a las siete estábamos montados en el coche. Para celebrar el éxito de la jornada entramos en una cafetería de Ramales. Intente convencer a Manu para una próxima incursión de dos días pero no pude conseguirlo. Nadie se comprometió a venir. La Red del Gándara esta esperando a ser conocida con una paciencia sin fin...

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