25/8/07

Demonios (25/8/2007) Cueva Fresca

uno
como si todo fuese a contrapelo, al despertar no me sentía bien. La noche anterior esperé, en vano, la llamada de dos amigos con los que había quedado en hablar el viernes. Tuve que llamarlos yo. Recordé que esto es típico en Santander.
eso y una sensación general de pesadez en el ambiente -como si yo quisiera ir más rápido que los sucesos-  me fatigaron antes de llegar a Solares. Algo después me llamo Julio para decirme que se retrasaba. Pasadas las diez llego acompañado de Encarna. Como tenían que volver pronto y yo me quedaba con Mavil nos fuimos en dos coches. A mitad del ascenso del puerto de Alisas me entere que por allí no íbamos a poder pasar de ningún modo. Había una carrera de coches. De pasada Julio tuvo un pequeño accidente y yo estuve a punto de verme implicado en otro. Así que tuvimos que dar la vuelta por Ramales. Recogí a Mavil y a su despliegue de efectos, que había estado acampado cerca de La Gándara, y me junte con los restantes compañeros en la iglesia de Asón. A las doce pasadas pudimos emprender la marcha hacia la Fresca, y era cerca de la una cuando nos disponíamos a entrar Julio, Encarna, Mavil y yo.  Mientras se ultimaban los preparativos me relaje haciendo fotos. 
dos
hacía mucho tiempo que no entraba en la Fresca y traté de encontrar un nuevo objetivo que me ilusionase. Encontré dos: primero visitar todas las galerías secundarias y menos secundarias -desconocidas para mi por recorrer siempre la ruta hacia la Sala Rabelais como un robot-. Y, segundo, iniciar un ensayo de la nueva célula esclava para maquinas digitales. Los demonios se disiparon sin que me diera cuenta.  
                a la altura del barrizal, poco antes del Tracastín, Julio y Encarna se despidieron de nosotros y comenzaron su vuelta. Mavil continuo hurgando conmigo por todas las galerías que nos encontramos hasta que alcanzamos la Vira de la Araña. Me quede sorprendido al visitar una desviación que nos llevo hasta la Red del Caviar: grandes y hermosas galerías con algunos rincones mágicos.
un poco antes, en el comienzo de la Red del Caviar, había dejado un mazo de cuerda que llevaba para los resaltes del Cañón Rojo. Cambié la idea inicial por la de visitar otras zonas menos conocidas por mi. Después del pasamanos de la Araña practicamos con la célula esclava en la Gran Estalagmita.
tres
                al llegar a la Sala Rabelais me metí hacia la izquierda ascendiendo, por el borde superior de la sala, en busca del comienzo de la Red de los Parisinos. Luego recordé que esta justo al comienzo del Cañón Rojo en una grieta que desemboca a la derecha. Como estimulante, decidimos echar un vistazo a la Red hasta el Pozo de la Unión con el río de la Tibia y también para comprobar el estado de las señalizaciones. Por si acaso se nos ocurría hacer la travesía Tibia-Fresca. 
                nos costo encontrar el Pozo de la Unión. Cuando estábamos a menos de tres minutos nos confundimos tres veces. Sencillamente los conductos más evidentes no son el correcto. Y las señalizaciones están pensadas para alguien que viene de la Tibia y no al revés. Tomamos un tentempié justo al lado del Pozo de la Unión.
cuatro
todo fue más fácilmente a la vuelta como cuando algo se afloja. El aflojamiento nos llevo “ligeros” hasta la salida y nos permitió hacer más prácticas con la célula esclava. El atardecer estaba muy avanzado -eran las nueve- y algunas lenguas de niebla se arrastraban a mitad de altura por la ladera de Mortillano. Me deje engatusar por el paisaje.
cuando llegamos al coche se habían encendido las luces de Asón. Un niño me saludo insistentemente desde las casucas rurales. Cambiarme de indumentaria y ordenar un poco las cosas me puso tenso como casi siempre. Al final todos los sucios trastos encajaron, más o menos, en algún rincón. Saboreé la incursión del día en el momento exquisito de ponerse a rodar suavemente, sin prisa de ninguna clase. Al pasar por el bar Coventosa la ausencia de gente nos ahuyento. Acabamos en el restaurante Marcos de Bustablado. Los arrullos nocturnos y la cena: una combinación perfecta. Tuve la sensación de redondez durante veinticuatro horas...

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