9/4/11

Seducción (9/4/2011)




Después de mucho tiempo, por fin, un día de abril me dejé seducir por los amigos del SCC -Sergio, Pelos, Manu, Cura y  Alfonso- para ir a la Torca Urbió. Cuando les encontré, la mañana del sábado, tenían una resaca de considerables dimensiones. La noche de juerga total y desenfrenada había comenzado allí mismo, en el parking de Bustablado, finalizando a las siete de la mañana. Tras la batalla nocturna un ambiente cansino campeaba en el aparcamiento, donde se amontonaban tres furgonetas y tres coches repletos de desorden. Las dos chavalas que daban cobertura a esta debacle huyeron a las 11 de la mañana, media hora después de mi llegada. Cura se quedo durmiendo en su furgoneta.
Ya cerca de las doce nos dejamos caer por el vertical pozo de la torca aterrizando, unos treinta metros más abajo, sobre una montaña de basura. Gracias a las generosas descripciones que mis amigos me habían proporcionado a lo largo de meses había podido imaginar el vertedero, pero no estaba preparado psicológicamente para su verdadera magnitud. Una cuerda se hacía necesaria para descender por el talud de desechos casi vertical. Caerse suponía, como desenlace definitivo de una vida de espeleólogo, quedar ensartado en alguno de los hierros que sobresalían por todos lados. Respecto al ganado muerto debía estar bajo la primera capa formada por chatarra, electrodomésticos, coches, neumáticos y sacos blandos de contenido sospechoso. Finalmente, para desahogo de todos, la basura acabo de forma abrupta cuando tomamos una desviación a la derecha, hacia el Sector Sur, abandonando la Galería Michelín.
  Mientras que Sergio y Manu miraban algunas incógnitas pendientes Pelos, Alfonso y yo visitaríamos una zona llamada Galería de los Enanos y Sala Narco... Nuestro plan consistía en empezar a balizar los senderos para minimizar el impacto sobre el paisaje subterráneo. En realidad se trataba de un ensayo inicial. Pelos estaba de buen humor, con ganas de mostrarme las maravillas de la cueva. Enseguida sacamos el hilo y nos pusimos a colocarlo. Básicamente él fue poniendo a lo largo de la galería el hilo mientras Alfonso y yo le ayudábamos a colocarlo o a decidir donde se colocaba. (Según mi punto de vista lo mejor sería usar un hilo muy perdurable, nylon u otras fibras artificiales, de un color llamativo -naranja, rojo, azul...- pero siempre el mismo color para los senderos de una cueva determinada. Además, deberían balizarse ambos lados del sendero y no solo una guía lateral. Así a nadie le cabra la duda de donde debe pisarse. Por otra parte la altura de la barandilla debería andar entre un palmo  y dos palmos. Eso minimiza su efecto sobre el paisaje subterráneo. En las gateras o los pasos críticos no hace falta marcar el sendero. Donde hay bifurcaciones se debería abrir la correspondiente bifurcación en el sendero)
Una caminata con pequeñas dificultades -del estilo de pasos entre bloques y gateras cómodas- nos llevo a una bifurcación a la derecha que se precipitaba a un pozo. La instalación partía de un buen puente natural de roca y bajaba en rampa progresiva hasta un fraccionamiento. Sin embargo la cuerda tenía un roce severo que convendría eliminar. Mejor sería poner otra fijación, algo más alta, para aproximarse a la vertical mediante un pasamanos, y usar la fijación actual como un desviador. A mitad de pozo también había un roce que solo podría evitarse con un fraccionamiento adicional.
La galería a la que se accedimos es un estrecho meandro desfondado muy cómodo de transitar pisando en las repisas laterales. En realidad se trata de la parte baja de una galería mucho mayor. El meandro desemboca a los pocos metros en una rampa-tobogán dominada por unos bloques amenazantes. Unos metros más allá, en la Sala Narco, paramos a comer. Prácticamente me lo comí todo, aunque no tuviera mucha hambre. Posiblemente la ansiedad soterrada ye inconsciente me empujo a devorar lo que pillaba.
Más allá la galería estaba muy poco pisada. Se nos había acabado el hilo y no podíamos balizar esta zona. Los suelos eran muy delicados y había que moverse con mucha lentitud. Habíamos llegado a la Galería de los Enanos. Buscamos con cuidado las pisadas dejadas por los exploradores. A la izquierda sobre unos gours observamos un grupo de pequeñas estalagmitas que dan nombre a la galería. Ejercicios de cuidadosa deducción nos permitían encontrar la posición de la siguiente huella. Poco después de este pasaje nos topamos con el final de la galería, colmatada por desprendimientos. De aquí al exterior, continuando hacia el sur, hay muy poca distancia y pensamos que por algún sitio debía emerger  la galería antes de que los desprendimientos la colmataran. ¡¡Sería una suerte que existiese una entrada que evitase el vertedero de basura!!


 


Al volver al meandro desfondado avancé unos metros más para fotografiar un espectacular esqueleto de murciélago que descansaba en el suelo. (Se encuentra completo con una discreta lluvia de arenilla sobre algunos puntos. Y, sin duda, es el esqueleto de murciélago mejor conservado que me he encontrado en una cueva. Y es curioso que habiendo colonias tan importantes no tengamos más esqueletos de murciélagos en las cuevas. Seguramente, es una hipótesis mía,  se debe a que la mayoría muere en el exterior de las cavidades)
Me quede el último para desinstalar el pozo. Las cuerdas se iban a llevar a otras zonas. Cuando ya estaba saliendo del pozo aparecieron Sergio y Manu procedentes de sus exploraciones. Las nuevas galerías desembocaban en sitios ya explorados. Nos reunimos todos en la cabecera del pozo. A Sergio le había gustado la balización. Mientras el grupo descansaba un poco Pelos me llevo a visitar la Sala Final. Nos llevamos una cuerda de 40 metros para instalar un resalte de 5. El parabolt estaba un poco “olé olé” pero lo utilizamos solo como desviador. Un poco más allá comenzaba una estrecha zona de coladas, decoradas con corales globulosos, en la que avanzar se hacía penoso por la dificultad y por que al moverte destrozabas siempre algo. Terminamos en una capilla llena de banderas transparentes en las que se impuso una sesión fotográfica.
De vuelta ya, los cinco nos reagrupamos de otra forma. Pelos se fue con Manu a explorar algunas incógnitas que quedaban  mientras Sergio, Alfonso y yo volvimos hacia la Torca Urbió. Especialmente Sergio se quejo de tener sueño y del cansancio generado por la noche insomne. El hilo que marcaba el sendero ofreció sus primeros resultados haciendo cómodo y sin dudas su seguimiento. Algo antes de la Galería Pirelli descubrí casualmente en el suelo una aguja de yeso magnífica. Era como una espada en miniatura.
De nuevo tuvimos que enfrentarnos a la montaña de basura. El ascenso de la torca se me hizo muy duro pues el bloqueador de pecho se resbalaba cuatro veces de cada cinco. Me di cuenta que se habían desgastado demasiado los dientes y que hacía tiempo que tendría que haberlo cambiado. Además un desviador cercano a la cabecera del pozo se me puso borde.
El tiempo estaba entre claros y nubes y había refrescado bastante. Incluso amenazaba lluvia hacia el interior. Charle un rato con Sergio a ver si se animaba para el fds del 16 y como a las siete me fui a casa a preparar otras aventuras.        







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