24/2/13

Cerdos




1.
Durante la mañana del jueves 21 fui a realizar algunas tareas de balización. No llegué temprano a la Cueva del Gándara y tampoco pensaba quedarme más allá del mediodía. Durante los días anteriores lleve un actividad febril para ultimar los carteles y las tarjetas indicadoras. El trabajo lo realizamos en la imprenta de Julio. La plastificación fue un remate más laborioso de lo que imaginaba. Pero finalmente el jueves estuvo todo listo para poder colocarlo.
La prisas y la cantidad de asuntos que llevaba entre manos hicieron que olvidase la maza. Eso dificultó notablemente la colocación del cartel. Además la broca de 4mm se descabezo. Por suerte esto último ocurrió en el último agujero que tuve que hacer para las varillas.
Lo primero que hice fue poner las tarjetas de señalización ZB en la primera balización. Luego caminé más allá del pasamanos y terminé el trabajo que había comenzado hace una semana, con Carlos y Alicia, en las rampas coralinas. Finalmente volví cerca de la entrada y me peleé durante una hora con el cartel hasta que conseguí dejarlo en una posición aceptable.
A las dos y pico estaba de vuelta en el coche.

2.
            El sábado por la mañana temprano me acerqué a Gibaja. Allí me encontré con seis miembros de Espeleo50 en el apartamento de Chicha: Hugo, Antonio, Miky, Chicha, Tripi y Riki. Me invitaron a un opíparo desayuno. Hablamos de viajes exóticos sin frenos ni fronteras. Mientras tanto empezaba a nevar y bajaba la temperatura. Pero a la hora de conseguir un compañero para balizar en el Gándara no hubo remedio. Cerrando filas, se declararon interesados en visitar la Red de los Parisinos de la Fresca para prepara la clásica travesía.
            A las diez y media llegué a la desviación de la Sía. La quitanieves trabajaba a destajo. Me dijeron que no aparcase allí. Decidí bajarme hasta el ensanche de la primera granja de La Gándara bajando a la izquierda. Desde allí tuve que caminar cinco minutos adicionales pero me quedé más tranquilo. En la zona de viviendas se esforzarían más por quitar la nieve para dejar acceso. Y la cosa no pintaba bien. Podía caer una nevada y dejarnos bloqueados a todos. La temperatura era de -2º.
            Tuve que abrir huella en la nieve para llegar a la entrada de la Cueva del Gándara pero no era demasiado profunda aún.  Por la boca entraba un ciclón de aire helado hacia el interior. Al mezclarse con el aire húmedo y templado, el aire frío y seco había creado una niebla de condensación y simultáneamente había secado el suelo. Esta vez traía una broca nueva y algunos objetos que la vez anterior olvidé. El viernes por la noche había estado dando una charla de Conservación y esto hacía que estuviera concentrado en la tarea de balización…

            Primero realice una balización entre el pasamanos y la laguna. Hay gours someros que merece la pena proteger. Luego fui al Fisc y remate los senderos poniendo hilos por los dos lados Además coloqué las tarjetas de aviso ZB. Con esta tarea pensaba acabar mi jornada pero cuando me acerqué al Delator comprobé que el deterioro de las coladas era brutal. Además un grupo de cerdos habían dejado los desechos de los carbureros sobre corales y gours junto a la lagunilla que se forma al fondo de las coladas. Me di cuenta hasta que punto es urgente balizar todas las zonas frágiles para que se conserven. No se si endurecer la normativa de acceso a las cavidades sería viable en la práctica debido a las dificultades que tenemos los hispanos para asumir normas. La gente va a las cuevas para expansionarse, pero creo que una mínima formación en este sentido salvaría muchas zonas y cavidades. Sea como sea es difícil de comprender por qué a diez minutos de la entrada se abandonan desechos de carburo sobre una zona de formaciones. Después de estas reflexiones decidí balizar toda la ruta entre el Fisc y el Delator. Eso me llevo como dos horas más. Pero las considero bien empleadas.
            A la vuelta me encontré con un grupo de madrileños empezando a descender el Pozo del Oso. Llevaban carbureros y me entretuve haciendo labor educativa un rato. Les mostré los materiales y las técnicas de balización y quedaron convencidos de su uso.
            No nevaba cuando salí de la cavidad. El frío no era tan intenso como en la mañana pero el coche tenía chupones de hielo en los bajos. No tarde ni un minuto en quitarme el mono y entrar en el coche. Mientras bajaba el Valle del Asón puse la calefacción a tope. Un auténtico placer. Poco después, cuando pase por Ramales, se puso a nevar de nuevo. Disfrute del paisaje mientras escuchaba Voluspa II.    

9/2/13

Magos


Fotos: Caiman
Texto: Antonio

1.
Las circunstancias aconsejaban terminar la balización de las galerías cercanas a la entrada. Eso llevaría poco tiempo. Además el sábado no podía ir temprano de espeleo. Así pues me pase el viernes por la noche por el club y tomé en préstamo el taladro Makita. Desgraciadamente sólo tenía una de las tres baterías. Pensé que para realizar agujeros de 4mm no iba a tener problema. Por la noche envié un mensaje a Alicia. Me respondió que ella y Carlos se unían a la actividad.
Nos vimos a las diez y media. Sin embargo antes de la cita tuve que pasar por la ferretería a comprar una broca de 4mm y tubo de plástico para hacer caperuzas. El tiempo no era malo del todo. A veces caían unas gotas de agua pero la altitud nos acercaba más a una fina nevada que a la llovizna. Fuimos por Alisas y no tardamos en llegar a la curva donde se toma la carretera a La Sía. Un cartel avisaba con antelación que el puerto estaba cerrado. Había varios vehículos de ganaderos ocupando la calzada, un rebaño de cabras que no acertaba a definir su destino y nieve por doquier. Solo el asfalto permanecía libre de nieve. Lo de aparcar estaba complicado. Finalmente aparcamos en el mismo cruce de La Sía. Una yegua muerta presidía el lado opuesto de la calzada. Los buitres habían avistado el cadáver pero ninguno aterrizo junto a la muerta. Quizás no se fiaban de los coches ni de las personas.
Para subir hasta la boca tuvimos que abrir huella en la nieve. De todas formas hasta la mitad del sendero habían pasado caballos y cabras dejando un cómodo rastro. La pedrera que rodea la boca de la cueva estaba tapada por la nieve, pero la boca misma estaba, por suerte, libre. Un soplo violento penetraba en la cavidad.
En menos de dos minutos llegamos a la zona que íbamos a balizar. Planeábamos proteger una zona de pequeños gours. Pero, por encima de la poca entidad de la zona a proteger, se trataba de transmitir un claro mensaje a los espeleólogos visitantes: “en la cueva debemos tener cuidado de donde pisamos, transitar por los caminos balizados donde existan y, donde no los haya, seguir la traza más marcada por los visitantes anteriores”
En menos de una hora acabamos con ésta primera zona a balizar. Para la segunda tarea nos trasladamos algo más al interior, a una zona en suave declive en que los suelos muestran corales por doquier. Aquí la traza está bastante marcada, pero se observan pisadas que se salen del sendero principal, manchando los suelos y rompiendo algunos corales. La traza principal realiza tres zigzags hasta desembocar en una zona llana. Era una balización muy simple. Sin embargo la batería del Makita se acabo en cuanto hicimos cinco taladros. Teniendo en cuenta los agujeros efectuados (en total menos de veinte), la poca profundidad de éstos -en el peor de los casos cinco centímetros- y su grosor -cuatro milímetros-, realmente su duración había sido muy escasa. Para otras ocasiones tendremos que utilizar otro taladro más fiable.
Pensando en consolarnos nos fuimos a visitar la Sala del Mago. Tres resaltes instalados con cuerda nos dieron acceso a ese sector. Apenas pisada, la sala me pareció más alta que ancha. En el extremo opuesto al punto de acceso un pozo daba acceso a galerías inferiores. Un sondeo preliminar nos dio más de treinta metros de profundidad. Descubrimos un par de spits bien colocados pero no estaba puesta la cuerda. Más al fondo de la sala una corta trepada nos llevo a una pequeña galería cuajada de gours en la que nos entretuvimos un buen rato haciendo fotos. Una penosa chimenea escalable permitiría continuar a partir de ese punto. Sin embargo habría que mojarse para acceder a su comienzo.  A ninguno le sedujo el intento.
              Fuera lloviznaba débilmente y a la vez salía el sol. A punto estaba de convertirse en fina nevada. Nos despedimos en Solares bien temprano.








3/2/13

Suelos


Texto: A. G. Corbalán
Fotos: Miguel F. Liria y A. G. Corbalán

Para poder balizar las partes remotas de una cueva hace falta paciencia. En esta ocasión íbamos a necesitar un fin de semana. Invité a varios miembros del SCC  a esta expedición, pero por motivos diversos les fue imposible unirse a nosotros. Realmente hace falta bastante experiencia y una fuerte motivación para realizar una incursión de varios días en una cavidad. Máxime si conlleva el acarrear un armario con comida y material de vivac, aparte del material específico del trabajo que se quiera realizar. Para esta ocasión consistía en abundantes estacas de tamaños variados, caperuzas, hilo, taladro y baterías. El objetivo era proteger una hermosa galería que se prolonga más de 700 metros con zonas frágiles.
Miguel y yo nos reunimos en Ramales, casi a las  ocho de la tarde del viernes. Hacia un tiempo realmente malo. Lluvia fuerte y bajando la temperatura. Cerca de las desviación a La Sía el tiempo era peor. El Renault Clío no nos permitió llevar los preparativos con facilidad. Para ser sincero aquello fue un infierno que sobrellevamos gracias a nuestra motivación y a la ilusión que nos hacía encontrarnos bajo tierra, lejos del mundo-mundo. Entre las nueve y las diez entrábamos a la Cueva del Gándara. Miguel se metió el móvil para poder tener tiempo-tiempo. A las doce estábamos en el vivac uno. Por suerte el arroyo cercano llevaba agua. Dormimos bien después de tomar sopinstant y albóndigas fósiles con salsa de cebolla divina. A las siete y media sonó el despertador. Entre unas cosas y otras eran cerca de las nueve cuando nos pusimos en marcha. 
Ya en el vivac habíamos notado las señales del tráfico de visitantes, pero en los accesos a la galería que íbamos a balizar eran más que evidentes. Nos temíamos lo peor. Evidentemente todo tiempo pasado fue mejor para las bellezas de las cavidades. Muchos sectores, que solo tenían la huella de los exploradores franceses y de los primeros visitantes españoles la vez anterior, ahora mostraban un surco de la anchura de una autopista y muchas huellas hacia ninguna parte, estropeando unos suelos de belleza descomunal. Evidentemente si hubiéramos balizado este sector hace dos años, la última vez que lo visitamos, se hubiera preservado casi intacto (en aquella época no poseíamos el material adecuado) Pero, de cualquier manera, es preferible conservar lo que se pueda a no conservar nada.



 foto: Miguel F. Liria




  foto: Miguel F. Liria

La belleza de las cavidades no solo esta en sus techos, colgando como estalactitas, banderas, cristalizaciones, helictitas…, también está en los suelos y en las paredes. Posiblemente hay más cantidad de formaciones/espeleotemas en los suelos y paredes que en los techos. Creemos que la mayoría de los espeleólogos están sensibilizados respecto a las formaciones que cuelgan o que asoman por las paredes. Pero no lo está tanto acerca de los suelos: arenas cristalinas de diferentes colores, formaciones de barro, barro o tierra fósil, barros agrietados y marcados por antiguos cursos de agua, antiestalactitas, estalagmitas de todos los colores y tamaños, setas, corales de mil variedades, pisolitas, gours… Es necesario preservar todo esto para poderlo disfrutar. Lo disfrutaremos nosotros reiteradas veces y también los que vengan cuando nosotros no estemos ya sobre esta Tierra.
Eran cerca de las dos cuando dimos por acabado el trabajo. Habíamos consumido el resto del carrete de hilo, todas las estacas que llevábamos y todas las caperuzas; y nos había faltado algo de hilo, caperuzas y unas poquitas estacas. En total debimos balizar  entre trescientos y cuatrocientos metros. Algo antes de finalizar hicimos un almuerzo en que tomamos algo caliente. Entre idas y venidas debimos recorrer cinco kilómetros. Terminado esto dejamos algunas cosas en el tajo y fuimos a visitar una zona poco conocida por nosotros.
Habíamos visitado la zona remota del sector suroeste del Gándara al menos en cuatro ocasiones que yo recuerde. En concreto, el camino hacia la galería que íbamos a conocer conlleva el paso por varias zonas laberínticas, un par de salas caóticas (en las que orientarse siempre es problemático), tránsitos por desfondes peligrosos y no equipados, algunos resaltes de cuerda y una gatera desagradable. En total pueden tardarse unas dos horas desde el vivac si se conoce la zona perfectamente. Actualmente hay alguna señalización pero siempre hay que ir con cuidado para no desorientarse.
El acceso a la galería es un resalte totalmente aéreo equipado con una vieja cuerda, aunque en buen estado. La salida es a través de un ojal. El conducto tiene abundantes resaltes, desfondes y pasos chungos sin equipar. De hecho en nuestra primera visita de tanteo, hace dos años, nos propusimos volver con algunos trozos de cuerda. Pero el hecho es que no las traíamos y que hemos vuelto a pasar a pelo
Avanzábamos a buen ritmo. Las huellas escaseaban. En algunos casos un solo explorador había pisado. Arenas cristalinas blancas sin hollar. El ritmo estaba marcado por una pendiente media ascendente de casi 20º  pero también había bajadas problemáticas. Finalmente cogimos una desviación descendente a la izquierda que en poco tiempo nos llevo a una zona con algunas excéntricas. Más allá la galería creció hasta hacerse descomunal, se ramifico en varias ocasiones y aparecieron bastantes pozos sin señales de haber sido tocados. En una encrucijada confluían cinco grandes galerías. Una de ellas nos llevo hacia el sur a una zona de enormes desfondes sin equipar. Podía pasarse con mucho riesgo. Las señales mostraban que algún explorador francés había pasado a pelo, jugándose el pellejo. Mejor volver otra vez y poner algo de seguridad. La galería del este nos llevo a coladas de leche condensada y, bajando algo más, a una galería enorme con formaciones blancas. Se acercaban las siete de la tarde, estábamos lejos y algo cansados. Era hora de volver.
La vuelta la realizamos con suavidad, pero sin apenas pausa. Nos esperaba un saco calentito. Pasadas las nueve llegábamos a nuestra casita. En total algo más de doce horas de actividad. Observamos que el arroyo había disminuido de caudal dramáticamente. Eso significaba que llovía poco o nada o que hacia tanto frío que solo había nieve. Cenamos callos,sopinstants, infusiones, pan duro… A las once nos fuimos a dormir como leños.

Me desperté sin tener ni idea de la hora, salí un minuto del saco para orinar y me volví a ensacar. Pero ya no tenía sueño. Sin embargo seguía escuchando la rítmica respiración de Miguel dormido. Me aburría en el saco. A voces le pregunté a Miguel qué hora era. Vi que encendía la luz y me respondió que eran las diez menos veinte. Llevábamos más de diez horas durmiendo… Rápidamente nos levantamos, desayunamos (salsa de callos, infusiones, sopinstant y galletas) y recogimos. Entre otras cosas metimos en la basura un montón de alimentos caducados que llevaban varios años en el vivac.
Para no sudar, a lo largo de la primera parte del camino de vuelta, fuimos en mono interior. Sólo cuando empezó la humedad, las estrecheces y las cuerdas nos pusimos el mono exterior y todo el equipo vertical. Las desagradables galerías que obligan a ir agachados nos dieron el remate final. Sin embargo íbamos bastante bien de fuerzas. Mientras saboreábamos con placer las últimas grandes galerías hicimos una hoja de ruta de las tareas a realizar. La balización de las galerías de entrada y la colocación de varios carteles se convierte en una tarea prioritaria para las próximas semanas. Sin duda el encontrarse con estos elementos justo al entrar ayudará a los espeleólogos a tomar conciencia del cuidado que debemos poner para transitar por las cavidades.
En el exterior había una fina nevada que solo se manifestaba a nuestra altitud por algunos pegotes dispersos. El sol se dejaba ver por momentos entre las nubes y claros. Cambiarse de ropa fue un agradable placer después de dos días. Como parte del disfrute decidimos bajar por el Valle del Asón en vez de hacerlo por Soba. Pudimos contemplar la Cascada, el Len de Hormigas y el Valle de Rolacías. Después de las grises lluvias el ambiente había cogido color a destajo. Y las cervezas con raciones que tomamos en Ramales fueron de esas que te saben rematadamente bien…