28/4/13

Troglos



1.
Una voz interior me repetía insistentemente que esta vez iba a ser duro de roer. Demasiada exigencia desde el principio. Sales reventado de trabajar el viernes a las dos y media, comes rápidamente, coges la saca y demás artilugios (que has preparado sin descanso a lo largo de la tarde del jueves) y te lanzas a la carretera para llegar lo más pronto a Ramales y finalmente a La Gándara. Luego te pones todo encima, incluido un armario al que llamas saca, y entras en la cueva. Subes y bajas, vadeas, te arrastras, te empotras, asciendes cuerdas, desciendes pozos, escalas y destrepas durante cinco horas y por fin llegas – son cerca de las doce de la noche- con tus compañeros al campamento. Preparas el lugar donde dormirás con todo el esmero que se merece tu descanso y disfrutas de una cena que no debe ser copiosa, debido a las dificultades para conciliar el sueño. Mezclas el wok con la sopa y con las infusiones en un batiburrillo que pretende ser alimenticio y restaurador y luego te vas al sobre. Manu, que protesta del frío, y Miguel realizan la misma operación a veinte y diez metros respectivamente. Todo queda en silencio. No hemos traído reloj. Deberemos confiar en nuestra intuición para despertar y confirmar la hora con la cámara fotográfica…

2.
            A las ocho nos despertamos. Desayuno un menú absurdo: colacao con leche condensada y galletas. Pero al menos tiene buen sabor y está caliente. Salimos a eso de las nueve en dirección al Cañón del Quadras. Me siento tremendamente lejos de la salida. Hasta ahora todos nuestras estancias habían estado basadas en el camp cercano a Cruzille. Estábamos relativamente acostumbrados a ese sitio. Era, para nosotros, un rincón acogedor. Como nuestro segundo hogar. Pero en este nuevo camp todo nos resulta extraño. Lo más intrigante es que todavía no sabemos donde aprovisionarnos de agua. Los usuarios principales del vivac, los exploradores del SCD, tienen que conocer algún recurso hídrico cercano. Particularmente nosotros nunca hemos encontrado en esta zona ni una gota de agua. Por eso durante la aproximación del viernes nos aseguramos unos dos litros y medio por cabeza mucho antes de llegar a Muguet.
El avance hacia el Quadras va lento. Los pasos no resultan evidentes. Todo tiene dimensiones ciclópeas. La sensación de pérdida se refuerza. Después de bajar dos tramos de cuerda de unos 20 metros, alternados con una trepada a través de queso gruyere, aterrizamos en una galería descomunal que se va ampliando progresivamente. Se nota que es semiactiva. Mejor dicho: de vez en cuando se inunda por completo… Un rato después alcanzamos una zona en que tenemos que poner todos los sentidos en acción. Buscamos la desviación hacia el Petit Baigneur. Por suerte lo encontramos a la primera.




Al principio el Petit Baigneur no tiene ni río, ni agua, ni nada. El perfil de la galería es un óvalo con una hendidura en medio que va profundizando. Pero no tardamos en alcanzar una zona activa en donde un arroyo de agua transparente ejerce su encanto. Los murmullos del agua se asemejan a cualquier sonido imaginable. Algún tramo exige, si no deseas nadar,  hacer equilibrismo y acrobacias. Sin embargo no tenemos que avanzar mucho tiempo hasta encontrar una cuerda que baja de una galería colgada. Se trata del acceso a Troglos. Seguimos adelante, visitando el Petit Baigneur  pero algo me dice que ahorre fuerzas para Troglos. Y me vuelvo antes de alcanzar el final. Tampoco Manu, ni Miguel que nos anima a continuar, terminan de recorrer la galería. El caso es que volvemos enseguida al punto de acceso a Troglos.
Una vez encaramado en la galería colgada me siento a respirar y saco la cámara, mientras suben mis dos compañeros. El aspecto de los pasajes que se avecinan no resulta demasiado atractivo. De hecho las dificultades comienzan de inmediato. Una estrechez vertical nos exige algún esfuerzo (y pasar en cadena las sacas) Pero esto no es más que un vulgar aperitivo que anuncia la verdadera dificultad. Se trata de una estrechez que los franceses han bautizado como  Diaclase du Mecano. Sin duda trabajaron bastante para hacerla medianamente transitable, pero aún así se trata de un sitio muy estrecho. Lo que resulta más problemático es mover las sacas. Es claro que no se trata de un asunto de pesos sino de que los bultos voluminosos tienen mil sitios donde engancharse, empotrarse o encajonarse.  Después de una hora -o más- bregando conseguimos pasar los tres con las tres sacas. Para mi hay un momento en que, mirando los sufrimientos de Manu, estoy cerca de negarme a continuar. Finalmente llego a la conclusión siguiente: sin arnés yo paso sin problemas por la estrechez pero, si además tengo que hacer que la saca se mueva, tengo un problema muy difícil. Lo mejor para otras ocasiones es llevar sacas pequeñas y compactas. Y nada de sacas medio vacías que se enganchan por todos lados…




Tras esta dificultad las galerías se humanizan y embellecen. Encontramos en un rincón un buen conjunto de flores de yeso. Luego pasamos una gatera arenosa con una corriente de aire potente y nos encontramos, a menos de cien metros, una aparente ratonera sin continuación. Sin embargo, después de darle algunas vueltas a las distintas posibilidades, encontramos la continuación por una sencilla escalada hacia el techo. La ruta nos lleva a través de una serie de miniconductos inverosímiles hasta una larga gatera arenosa. Desembocamos en una galería amplia. A partir de este punto tenemos un perfil de meandro desfondado con bellezas que decoran algunos tramos. Coladas ricamente coloreadas y recubiertas con corales, agujas de yeso, algodón de yeso y otras delicias similares. De cualquier forma las dificultades de avance no disminuyen en ningún momento. Hay algunas escaladas expuestas y largos tramos desfondados que se merecerían un poco de seguridad. Más teniendo en cuenta lo poco accesible que es el lugar. La galería se hace agotadora debido, principalmente, a las dificultades mantenidas. Éstas obligan al máximo de atención en todo momento. Un desliz y te partes algún hueso o la crisma…
Troglos desemboca en una galería ciclópea en la que aparece un importante río. Aguas arriba se llega a un caos de bloques compactado y sin resquicios hasta donde podemos vislumbrar. Sin embargo debemos reconocer que el viento tiene que circular por algún sitio… Es evidente que la zona requiere nuevas sesiones de exploración para poder resolver la incógnita. Además hay dos pequeñas desviaciones que no miramos por puro cansancio. En la mente tenemos una idea: la vuelta nos va a costar. Además yo me había mojado bastante al pasar un laminador inundado…
Cierto: la vuelta nos cuesta unas cuatro horas. A las nueve estamos llegando al camp. Pero por el camino nos hemos dejado gran parte de nuestra energía. Sobre todo al pasar el Mecano de vuelta. Un verdadero parto. Además los pozos ascendentes tienen la deferencia de ponernos la cosa pesada. Las cuerdas no se comportan bien en el croll. A mi -particularmente- ni me corren bien, ni siempre las bloquea…
La pregunta principal que nos hacemos al llegar al camp vuelve a ser ¿donde se coge aquí el agua? Nosotros hemos decidido traerla del Petit Baigneur por si acaso. De cualquier forma, para nuestro alivio, por fin hemos llegado. La cena consiste en otro batiburrillo: puré de patatas y callos todo ello acompañado de sopa e infusiones.






3.
            Me despierto, miro la cámara y descubro que son las siete y veintiocho. En poco minutos he recogido. Repito el menú del día anterior para desayunar. Además bebo tragos de un brebaje, que contiene cafeína, llamado bebida isotónica. Antes de que mis compañeros se den cuenta estoy en marcha hacia Cruzille donde me espera el trabajo. Hay que acabar la balización que quedo pendiente por falta de caperuzas, hilo y estacas. En un abrir y cerrar de ojos estoy en el tajo. Para cuando llegan mis compañeros ya he acabado un sector y estoy en el segundo. El tercero lo hacemos muy rápido entre los tres. A partir de Cruzille sentimos de nuevo la cercanía de la salida. Hay solo un par de obstáculos. En el Pozo de las Hadas nos encontramos con tres franceses del SCD. Uno de ellos, el que actúa como guía, forma parte de los equipos que exploran la Red del Gándara. Se sienten entusiasmados por la balización. El guía nos enseña a llevar la saca en la culera cuando jumareas. Esa manera de transporte parece especialmente equilibrada.
Continuamos a buen ritmo hacia la salida. Debido al cansancio decido arrastrar mi hermosa saca por los laminadores del Delator. Es una ocasión única! A la una y media estamos en la furgoneta cambiándonos. Y un rato después paramos en el nuevo restaurante de Regules a comer una buena comida sentados a una buena mesa, con una buena temperatura y en un ambiente relajante. Pero a pesar de haber salido sólo hace un rato ya estamos proyectando nuestra próxima estancia de fin de semana para balizar en Anestesistas y La Proue. Somos incorregibles…