12/5/13

Fotos




Hay veces en que la fotografía puede considerarse un arte de caza.  Es lo que se suele llamar un safari fotográfico. Sin embargo si en vez de cazar imágenes de animales -o personas- cazamos imágenes de rocas o cristalizaciones es más difícil entrever el safari.  Ahora bien, a veces estas rocas y cristales se encuentran escondidos en un rincón remoto del mundo subterráneo. Entonces capturar una imagen de éstos cobra, de nuevo, la fisonomía de un salvaje safari. Es por eso que algunos antiguos exploradores del mundo subterráneo se convierten, llegado el tiempo, en fotógrafos. El reto ha cambiado pero sigue siendo un reto.
Desde hace muchos años intento hacer fotos que reflejen la belleza del paisaje subterráneo y sus detalles. Sin embargo si ya me resulta difícil realizar una buena toma a la luz del día, cuando estoy entre sombras y luces duras -en una galería o en una sala- es muy difícil plasmar lo que mi ojo percibe. Por eso la iniciativa de Espeleofoto es digna de alabanza doblemente: primero por afrontar con paciencia la dificultad de enseñar las técnicas y materiales necesarios para realizar una buena toma. Y segundo, pero tan importante o más que lo anterior, la generosidad de decidir compartir  conocimientos que han sido aprendidos con esfuerzo de ensayo y error a lo largo de años. Y que en definitiva podrían significar -para unos pocos- un beneficio económico o, simplemente, cierta dosis de prestigio.
Me apunte al cursillo de fotografía en Soncillo por varias razones. Aparte de aprender a hacer fotografías subterráneas, la principal razón fue que conocía a un miembro de Espeleofoto desde hace bastante tiempo. Había seguido una trayectoria en los últimos años que le había llevado a realizar fotografías de una gran calidad. Esto me animó a apuntarme y también el hecho de que fueran varios miembros de mi club: Carlos, Alicia, Juan y Nacho. Parece claro que la fotografía subterránea suscita un interés renovado. Además desde que las cámaras digitales dominan la situación hemos visto como se potenciaba la capacidad de realizar lo que nuestro ojo percibe o la foto que imaginamos. Seguramente veremos como se multiplica, en los próximos años, el número de fotógrafos subterráneos y la calidad de sus trabajos.





El Albergue de Soncillo es un lugar excelente para realizar un cursillo de este tipo. Poco después de las diez nos reunimos en un aula acogedora y se formaron tres grupos: uno de iniciación a la fotografía subterránea, otro de paisaje y panorámica (en teoría el más avanzado) y un tercero, que dirigió Rupo, de fotografía de distancias medias/detalle. Me apunte a este tercero porque consideré que si uno no es capaz de iluminar adecuadamente un entorno de cinco metros menos lo será de fotografiar una gran sala de cincuenta o cien metros.
Nos movimos hasta Puentedey y por una pista, apta para turismos, ascendimos unos pocos kilómetros por Sierra Llana hasta las inmediaciones de la Cueva del Paño. El ambiente era primaveral, pero muy frío para mediados de Mayo. Nos cambiamos de indumentaria junto a los coches y al borde de un hermoso campo de cereales. Desde aquí hasta la cueva sólo tuvimos que caminar diez minutos por una senda entre encinas. Hacía sol y como los preparativos se prolongaban me tumbe junto a la sombra de una encina a soñar plácidamente.
Una rampa embarrada que podría destreparse con sumo cuidado y un pequeño pozo instalado con una escalerilla nos depositaron en una galería mediana. Dejando todos los talabartes de progresión vertical continuamos por un sistema de laminadores que enseguida nos condujo a la galería principal de la cueva. En ésta las formaciones en techo, paredes y suelo se suceden sin pausa: es una cueva muy concrecionada y de una belleza notable.
La primera foto se realizo cerca del comienzo de la galería: cada cursillista realizo una foto disparando bastantes tomas para buscar la mejor iluminación. Una estalagmita particularmente llamativa me sirvió como tema y como elemento humano posó Blanca, la única chica de los cinco cursillistas. Un poco más allá fotografié  un conjunto de gours rodeados de corales. De nuevo fue Blanca la humanidad en la roca. Después nos trasladamos a una zona más lejana, cerca del final de la galería. Allí cada cursillista volvió a realizar, por turno, una foto con todas las tomas que fueron necesarias. Los flashes se recolocaban y se graduaban varias veces bajo la dirección de Rupo. Con todo esto se nos hicieron cerca de las ocho de la tarde. Así que nos pusimos en marcha para salir.
Fuera era de día aún. Incluso después de las esperas para que todos llegaran a los coches y al Albergue seguía siendo de día. La hora de cenar (por cierto: nada especial la cena del albergue) se convirtió en una ocasión ideal para entablar relaciones sociales y formular proyectos para el futuro próximo. Mientras el resto de cursillistas se quedaba a trabajar el domingo con el retoque fotográfico yo y Nacho nos bajamos esa misma noche hacia Cantabria. Seguía haciendo un frío especial para ser Mayo.




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1 comentario:

Jorge del Río dijo...

Me alegro por la buena impresión que te llevaste del Encuentro.
Muy agradecido por tus comentarios.