13/2/15

Diluvio

Texto: Antonio G. Corbalán
Fotos: Miguel F. Liria




La primera mitad de febrero había sido invernal. Una gran nevada, incluso a cotas bajas, marcó un hito histórico. Las quitanieves no dieron abasto durante varios días y muchas zonas se quedaron aisladas. El Deva y el Asón se desbordaron en algunos puntos de su recorrido.
En este marco, y con malísimas previsiones meteorológicas, Miguel y yo nos planteamos hacer alguna actividad subterránea. El sábado 14 fijamos una cita en Ramales a las nueve y media para ir a la Red del Gándara. La idea era subir por Soba hasta La Gándara y visitar una zona de la red de entrada poco conocida por nosotros. Sin embargo el domingo se presentó peor de lo esperado.
La lluvia caía en cortinas densas. En algún momento la visibilidad de la carretera llegó a ser nula. A veces disminuía un poco la intensidad. Ya en Ramales me negué a salir del coche. Miguel se sentó en el asiento del copiloto y fuimos sopesando las posibilidades que teníamos. Ninguno de los dos veía claro prepararse bajo la lluvia y subir por el bosquecillo hasta la boca de la Cueva del Gándara. Nos íbamos a empapar por completo. Otras posibilidades eran El Coverón y Cuevamur.
Conduje a lo largo del Asón hasta Riba y nos aproximamos hasta el lugar en el que se suelen dejar los coches para ir al Coverón. La lluvia caía en densas ráfagas y hacía viento. El aparcamiento estaba impracticable y los arcenes no podían usarse. Así con todo el bosquecillo denso que hay que atravesar para llegar al Coverón no nos iba a permitir usar paraguas. Y las ramas se encargarían de rematar la mojadura.  No tuvimos valentía para realizar nuestra idea. Eso sí Miguel me conto algunas de sus aventuras en la mar. Velas, viento, lluvia, olas y mucho traquetreo; y sin poder apearse.






Algún titubeo adicional nos encamina a Cuevamur. La lluvia sigue igual, pero tras exprimirnos un poco la sesera conseguimos mentalizarnos. Salgo, abro el portón trasero me pongo las botas y un impermeable, ordeno un poco todo y abro un paraguas con el que tapo a Miguel. Mientras subimos, con impermeable y paraguas, la lluvia, que cae casi horizontal, me moja las piernas. Por suerte en cinco minutos entramos en el porche de la cueva. Unos escaladores tienen montada una tirolina de la que van a lanzarse en caída libre con una cuerda dinámica enlazada a la propia tirolina. Les fotografiamos y les filmamos.
Es un descanso entrar en la gruta. Voy filmando todo lo que puedo para probar la nueva cámara. Hacemos la visita completa pasando por la Sala de los Cristales; se ha hecho tan tarde que comemos allí mismo. Pasamos los Retales y visitamos hasta la Gran Sala. Los goteos se han convertido en cascadas y ríos. Hay que andar con mucho cuidado por las coladas. Al estar con agua su índice de rozamiento es casi nulo. Puro jabón. Visitamos una pequeña galería desconocida para mí (a pesar de haber estado enCuevamur decenas de veces) Hacemos fotos.
A las cinco salimos y sigue lloviendo un poco. Unos escaladores entusiastas se trabajan una vía desplomada. Nosotros recogemos todo, lo metemos en el coche y bajamos a Ramales a tomar una cerveza. Hemos podido entrar en una cueva a pesar del diluvio.



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