29/10/15

Visita



Al principio pensé volver a El Patio con Jose Ángel. Mi amigo estaba ilusionado por estrenar la parte del equipo que se había comprado unos pocos días atrás. Sin embargo el trabajo que tenía proyectado hacer en El Patio incluía hacer un par de escaladas. Y pensé que, desde el punto de vista de un principiante, no era una actividad demasiado adecuada para coger confianza en uno mismo y, simultáneamente, ver algo bonito. Mejor, pensé para mis adentros, una visita a un sitio interesante que incluyese algo de cuerda. Lo más sencillo de organizar que se me ocurrió fue ir a la Sala de los Cristales de Cuevamur.
Quede en Hoznayo con J.A. a las nueve y media del jueves. En menos de tres cuartos de hora estábamos en el aparcamiento de las Cuevas Covalanas y diez minutos después entrábamos por la portezuela de Cuevamur. A J.A. se le notaba muy atento para aprender a partir de lo que íbamos haciendo, si bien es verdad que a veces se olvidaba de algún detalle y había que supervisarle. Me esforcé por transmitirle la importancia de la autonomía cuando estás en una cavidad con pozos. En general las instalaciones de Cuevamur son muy buenas aunque habría que mejorar alguna para hacerla más cómoda. La del comienzo de la Gran Sala se merece un cabo de pasamanos para acceder a la cuerda de bajada.
En muy poco tiempo llegamos a la Sala de los Cristales. La visitamos exhaustivamente incluyendo todos sus ramales. Me sorprende que esta cavidad no tenga un proyecto de visita turística y protección total. En realidad la Sala de los Cristales es absolutamente única debido a que se juntan en ella tres tipos completamente diferentes de excéntricas, formaciones clásicas y profusión de aragonito tapizando amplias zonas. Su riqueza es deslumbrante. La visita podría incluir tanto la travesía clásica como, posiblemente, el asomarse a la gran Pared del Eco por algún túnel habilitado para ello.
A J.A. le encanto la visita. Como a las dos y pico estábamos de vuelta en el coche. El exceso de ocupaciones domésticas hizo que nos encamináramos directamente a Hoznayo, no hubo cervezas,  y cada uno se fue a su casa. En un futuro cercano seguiremos saliendo para hacer espeleo.





24/10/15

Hormiguero




Tenía que volver a El Patio para tomar los últimos datos que necesitamos para la memoria  anual.  Mejor dicho, para comenzar a realizarla. Eso daba mucha pereza. Aunque si no lo hacía uno de esos días luego, debido a múltiples compromisos, se me iba a poner bastante más difícil. Claro está que también la podía dejar sin finalizar para la memoria anual. Es decir que solo faltarían un par de flecos para redondear la topo. Pero me gustaba mucho más darla por acabada salvo las incógnitas remanentes que persistieran.  Sin embargo para el Patio necesitaba un compañero. No pude encontrar a nadie disponible, alguno por no estar localizable, y me incliné por terminar un trabajo bastante necesario: la revisión de la balización en Cuevamur.
Cuevamur es una cavidad muy visitada. Y la Sala de los Cristales una verdadera Galería de Arte subterráneo que se debe cuidar. Aunque está balizada desde hace más de un año el paso de los espeleólogos y las propias imperfecciones del sistema obligan a una revisión periódica de toda la instalación. Había comenzado la revisión el día 6 de este mismo mes. Aunque la revisión estaba bastante avanzada, la parte que quedaba por revisar era un poco más laboriosa por la incomodidad del terreno.
Bastante tarde, bien pasadas las 10 de la mañana, llegué al aparcamiento de las Cuevas Covalanas.  Para mi sorpresa no cabía ni un coche más. Estaba tan lleno que habían empezado a usar aparcamientos de la carretera general y la propia entrada al aparcamiento. Me vino bien lo pequeño que es el Renault Clío.  Encajé el coche al final de la fila de la derecha donde comienza la cuesta para subir a las Covalanas. Había mucha gente.
Un minuto después de empezar a subir percibí en la ladera por la que zigzaguea la pista un tumulto de gente con varias taladradoras funcionando y mazas martilleando. Me pareció que eran unos veinte espeleólogos, más o menos. Se oían voces por todos lados. Cuando dejé de ver a ese grupo, al dar la curva para ir a Cuevamur, observe un gran gentío en el Gran Hall de la cueva, en total más de veinte. Ya allí reconocí a algunos espeleólogos conocidos. Hablamos brevemente de balización y de la necesidad de llevar a la gente joven a las cuevas. Pisándome los talones en la subida venía un grupo enorme de espeleólogos, serían unos veinte. Aceleré el paso pues si entraban a la vez, o antes, que yo me iban a enlentecer todos los movimientos. Pero antes de adentrarme en la zona de oscuridad eché un último vistazo al Hall. Entre unos allí habían entre 40 y 50 personas. Y si sumábamos los de la ladera hacían como 60 o 70 personas. Di gracias a mi duende porque no iban a entrar a la cueva en sí misma.
En breve llegué al final de los pasamanos de la Gran Sala. Allí me despojé de parte del equipo vertical y continué por las gateras hasta la Sala de los Cristales. La revisión del ramal derecho me llevo bastante tiempo debido a las posiciones incómodas de trabajo. Parte de la balización discurre por laminadores que obligan a ir a gatas o arrastrándose. La otra zona que quedaba era más cómoda: la galería rectilínea que une la Sala de los Cristales con la Gatera de los Retales. Me di bastante prisa y concluí pronto la tarea. El funcionamiento de los topes de plástico no es el correcto debido a que los 4mm del tubito son un poco más que los 4mm de las varillas. Habría que darle algo que los pegase o, al menos, que los ajustase mejor. Durante los últimos minutos de  trabajo escuche unas voces en la lejanía de la sala. Pero luego no vi -ni oí- nada más.
Al volver a la Gran Sala me encontré con un grupo en el que reconocí a una espeleóloga. Era de las que había conocido en Mendukilo. Me dio un abrazo de parte de Alejandro. Y yo le envié otro de mi parte. En total eran unos 11 o 12 que junto con los 60 o 70 del exterior hacían un total cercano a 80 personas en la zona. Al salir cobré conciencia de la clase de hormiguero en que se había convertido Cuevamur al tener que pedir paso para poder salir del Hall. Horrorizado por la situación me precipité camino abajo a coger mi coche y huir de allí lo más rápido que pudiera. Di gracias a Dios por haberme inspirado el balizar esta cavidad. Aunque no todos los que estaban por allí iban a entrar, para mi quedo claro que esta es una cavidad pero que muy visitada. A pesar de que la balización existente en Cuevamur es una protección muy parcial de la cavidad, esto es mejor que no proteger nada.
Pienso que, quizás, una cavidad con una Sala tan especial como la de los Cristales podría hacerse turísticamente visitable. Eso garantizaría su protección total. Y redundaría en beneficio del municipio. Claro está que ese tipo de proyectos deben ser realizados por expertos con un nivel de sensibilidad alto, ya que si no se hacen así el resultado puede llegar a ser un auténtico bodrio visual. Desde luego reconozco que las inversiones necesarias para habilitar la visita turística a través de las complejidades deCuevamur -y sus alrededores- no serían precisamente reducidas…         

23/10/15

Nuevas Ilusiones




Tarde en volver. La última vez fue en el 9 de mayo del 2015. Pero ¿por qué volví con ilusión allí de nuevo? Es muy sencillo de comprender. En primer lugar Patrick me había dado una información sumamente importante. La primera vez que me fije en La Bloquera esbozamos dos posibilidades:
1)    lo que había debajo se encaminaba, conducido por encima del estrato de arenisca, hacia el Sistema del Lobo al que venía a alcanzar en el Eurotúnel según nuestras simples estimaciones.
2)    lo que había debajo atravesaba, o estaba ya en superficie por debajo, del estrato de arenisca y aterrizaba tras varios centenares de metros verticales en la Red del Gándara.
Nuestra visita al Eurotúnel en junio de 2014 estuvo enmarcada en el marco de la elucidación de hipótesis relativas al camino que tomaría La Bloquera. Mi idea inicial es que la hipótesis más probable era 1). Y la visita al Eurotúnel nos enfrió bastante. El sitio era feo y difícil. Sin embargo Patrick me aseguró que La Bloquera ya estaba por debajo del estrato. Eso cambiaba del todo las perspectivas.
En segundo lugar, pero no menos importante, la posibilidad de uso de un potente taladro de gasolina habría mucho las posibilidades trabajo. Y era además el bautismo de fuego para ese cacharro con el que deseábamos trabajar en nuestras exploraciones del Gándara.
En esta ocasión me acompaño Sergio. Su tarea principal iba a consistir en asesorar y realizar un apuntalamiento adecuado para que no volviese a ocurrirnos lo de La Bloquera 1. Aunque esta Bloquera 2 tiene más roca sólida que la otra no podemos olvidarnos de la fracturación generalizada de la roca por efectos de las heladas. Y puede resultar muy amenazador el tener encima un castillo de naipes formado por bloques tamaño mesa camilla.
Dado el buen estado de la pista pudimos subir hasta la última curva antes del collado con el Clío. Desde allí, en menos de diez minutos, subimos todas las herramientas y trastos necesarios hasta la Bloquera 2.  Lo primero que hicimos fue ir sacando toda la tierra y los bloques que se movían del borde. Tras un par de horas llego el momento de taladrar para sacar un par de bloques grandes. Pero el taladro no arrancó pese a todo el empeño que puso Sergio, quien llego a desmontar varias veces la bujía y los tubos de alimentación. Desanimados comimos un poco y decidimos seguir sacando tierra y piedras del otro borde. La tarea se reveló finalmente como muy adecuada.  El grado de seguridad que tiene ahora el agujero es más alto y el trabajo será mucho más cómodo. Bajo nuestros pies parece abrirse una especie de meandro bastante más sólido que lo anterior.
El día nos había sonreído sutilmente. Quizás la próxima vez podamos llegar a ver cavidad auténtica.




18/10/15

Patios y patios

Texto: A. Gonzalez-Corbalán
Fotos: M. Fernández Liria




12/10/2015

Tarde más de un mes en conseguir un compañero. Un compañero para topografiar y seguir explorando en el Patio. En realidad al final conseguí dos compañeros. Para el día 11, domingo, había quedado con J. Ángel y “medio” quedado con Miguel. Al final las cosas no cuadraron como debían. Intente volver a quedar para el día siguiente, 12 de Octubre. Finalmente sólo vino Miguel. Nos vimos en Ramales a las nueve y media.
Amenazaba llovizna cuando entramos. Miguel se llevo un paraguas, por si acaso a la salida diluviaba. Mientras íbamos revisando la balización cercana a la entrada se me ocurrió un sistema que mejora la fijación de los tapones a las varillas: una vez ubicada la varilla se mete un tapón varios centímetros por debajo de la punta; luego se inserta el hilo dando varias vueltas y se remata con un nuevo tapón. El hilo queda estabilizado en un sándwich formado por dos tapones.

Así, revisando, con mucha tranquilidad, fuimos acercándonos a la zona de exploración. La Chimenea del Patio estaba seca. Comenzamos tomando datos, con el nuevo disto, desde la ventana hacia la derecha (Pequeño Patio) Cuando llegamos a las grandes coladas de color cremoso nos pusimos escarpines. A la vuelta pegue un largo patinazo sobre una de lashermosas coladas. Esquié sobre escarpines como pude y me faltó muy poco para caer. Afortunadamente una varilla me ayudo a frenar definitivamente el patinazo.
De la ventana hacia la izquierda había mucho más trabajo. Fuimos rápido hasta la Zona de Los Caracoles. Luego empezaron las desviaciones y el lío. La Galería Nacho, el Camino del mago, y sus varias desviaciones, y la galería del Patio Grande. Lo más sorprendente fue que la galería Nacho ostentaba un soplo saliente más que notable.
Más allá del Pozo Costroso el trabajo se complicó por lo delicado de los suelos y por la necesidad de explorar alguna, en apariencia, prometedora ramificación. Finalmente dimos por cerrado el trabajo en el Pozo Decorado por falta de tiempo, de ganas y de taladradora.
Las ganas de mirar todas las posibles continuaciones se habían multiplicado y deseábamos volver cuanto antes al Patio. Lo celebramos en un bar de Ramales.






18/10/2015

            Después de sopesar las predicciones meteorológicas quedé con Miguel el domingo 18 para continuar explorando. J. Ángel se había animado a venir aunque al final no pudo. Por el contrario me encontré con la sorpresa de Sheila, una espeleóloga del Burnía con ganas de conocer otras zonas. A las diez de la mañana nos encontramos los tres en el parking cercano a la cueva. Los preparativos fueron un poco confusos debido a la duplicación de objetos -chapas, taladro…- y a la multiplicidad de objetivos: topografíar, explorar pozos, salir rapelando en doble, balizar, visitar una zona que lleva llamando la atención de Miguel desde hace meses, etc., etc., etc. En el proceso de selección de material elegimos la taladradora de Miguel cosa que, más tarde, sentiremos haber hecho.
Tras los largos preparativos la aproximación a la cueva se nos hace realmente corta. Mientras Miguel le explica a Sheila, a medida que avanzamos, parte de la historia de lo que va observando yo me dedico a dejarme caer en mis pensamientos.  A vagar en el vacío lleno de formas al que solemos llamar mi mente. A veces me cuesta seguir la rápida conversación entre ellos dos en la que intercambian, sin fin y entremezclándose, palabras.
Ascendemos por la chimenea hasta la ventana y tomamos el camino directo al Pozo Decorado. Solo paramos para colocar un pasamanos que haga cómodo el pasaje de la Dolina de Barro y otro que haga seguro el flanqueo del Pozo Costroso. Durante la colocación del primer, y único, parabolt del pasamanos percibo la poca alegría del taladro. Parece que las baterías son un tanto cochambrosas. Antes de llegar a la exploración del pozo acordamos balizar el corto recorrido que va del Pozo Costroso al Pozo Decorado. Se trata de suelos-filigrana y ya hemos pasado un par de veces sin marcar con detalle el recorrido. Es hora de hacerlo. En menos de media hora acabamos la balización. Recordemos la lección: la conservación de lo explorado tiene prioridad sobre la velocidad de exploración. Es  una lección que debemos practicar en nuestra exploración cotidiana si queremos llegar a transmitírsela a los demás exploradores.
Por fin hemos llegado los tres al Pozo  Decorado. Me preparo con todo la parafernalia necesaria para un pozo largo. Ya en el primer parabolt noto el renqueo de la segunda batería. Veremos cuantos mete…. En aras de la economía meto solo un parabolt en la cabecera. No es muy preocupante porque el pozo es tan estrecho y tiene tantas formaciones que puedes bajar destrepando. De hecho monto un fraccionamiento en una columna cinco metros más abajo. El pozo se va estrechando progresivamente y parece no tener continuación. A pesar de ello bajo hasta el fondo. Pero las cosas no son lo que parecen; resulta que si existe continuación, aunque estrecha y con necesidad de una pequeña desobstrucción. Mas aún: se nota un débil soplo procedente de la estrechez. En realidad la estrechez es muy corta pero incómoda. Con el aparataje que llevo encima es del todo imposible que pueda pasar o pensar en trabajar. Lo mejor es, si se decide su desobstrucción, bajar destrepando, y asegurado, con una cinta como arnés. Llevar más cosas sería muy poco práctico. Y como única herramienta una maza. Recogemos toda la instalación pues, de momento, no estamos por la labor. Si la topo no nos confirma que estamos sobre una galería conocida y somos incapaces de identificar el final del pozo en dicha galería, sería el momento de volver a explorar el Pozo Decorado.
A continuación nos metemos a explorar el Pozo Tobogán. Montamos la cabecera en un natural y luego consigo meter un parabolt para fraccionar. Una caída en volado de menos de diez metros nos pone en una bonita galería con tres bifurcaciones que se acaban en pocos metros. La galería en sí misma da a un balcón y se precipita a un amplio espacio que intuimos conocido. El suelo está a unos 10 metros pero me he quedado sin batería y no podemos terminar la instalación. Pendiente queda la exploración de una atractiva chimenea que da al pozo y, por supuesto, su topografía. De vuelta aparece otra posible continuación a partir de una pequeña galería colgada sobre la Rampa de los Huesos.
Aunque Miguel insiste en visitar las galerías zigzagueantes -le llaman la atención desde hace tiempo- no encuentra eco ni en mí, ni en Sheila. Después de una tranquila parada para merendar pan con chocolate continuamos hacia la salida. A las seis estamos charlando junto a los coches. Un cachorro de mastín se une a nuestra tertulia y recibe, a Sheila le encantan los perros, abundantes sobras de comida. Falta poco para que lo meta en el coche y se lo lleve a casa. Le haría compañia a su otro perro pastor alemán…   





6/10/15

Planeta Subterráneo



Durante un siglo hemos disfrutado despreocupadamente de las maravillas del mundo subterráneo. Un planeta diferente en nuestro propio planeta. Un planeta para explorar y descubrir; para el disfrute de aquellos a los que nos gusta enfrentarnos a lo desconocido. El deterioro de ese mundo ha sido evidente a lo largo de décadas, como cualquier espeleólogo veterano puede atestiguar. Desgraciadamente la verdad puede llegar a ser insoportable: los espeleólogos (hablando en general, no particularizando) somos responsables, directamente o indirectamente, de la destrucción (parcial) del terreno que nos nutre de ilusión. Directamente cuando por dejadez, falta de atención o negligencia destruimos parte del patrimonio subterráneo. Indirectamente cuando los exploradores, aún cuidadosos en sus comportamientos, abrimos a todos el conocimiento de las maravillas subterráneas haciendo posible la visita de otros que no serán tan cuidadosos en los suyos.  
La importancia que el Planeta Subterráneo tiene para la Humanidad no deriva únicamente de su enorme belleza geológica. Tampoco de que cada cavidad sea un ecosistema único y singular.  Es su importancia científica la que se está poniendo cada día más de relieve: la del Patrimonio Cultural (pinturas y restos) para la comprensión del psiquismo humano, la importancia de los fósiles humanos para el conocimiento de nuestro pasado como especie, de los restos no humanos para la Paleontología, la importancia de los registros geológicos en forma de cristalizaciones, de sedimentos o de formaciones rocosas para el conocimiento del pasado (clima, especies arbóreas, procesos geológicos, …) Esto nos obliga a reconocer que en cualquier cavidad los elementos que conforman sedimentos, suelos, formaciones -en realidad toda la cavidad en sí misma- son objeto de Conservación. Entiendo por Conservación el conjunto de acciones y protocolos que intentan minimizar el impacto de los humanos sobre la cavidad: paisaje y ecosistema. Claramente la mejor Conservación sería no visitar nunca las cavidades. Pero al fin y al cabo somos humanos que humanizamos todo. No podemos negarnos, ni negar a los demás, el entrar en las cavidades. Pero tenemos que hacerlo con un cierto protocolo, de una manera autocontrolada (en el mejor de los casos) o controlada objetivamente (en el peor de los casos) Estos son los temas que deberemos desarrollar en los próximos años. Tenemos que dejar un legado, una herencia, que permita avanzar en la conservación y no en la destrucción.
El martes, temprano pues quería volver pronto, me fui revisar la balización de Cuevamur. No me acompañaba nadie. Esto podría ser considerado por muchos espeleólogos como un inconveniente, pero el trabajo que debía realizar era muy sencillo -más tranquilo y reflexivo que activo y trabajoso- y, en realidad,  no necesitaba a nadie que me ayudase. En primer lugar había que volver a poner taponcillos en aquellas varillas de las que faltasen, fijando el hilo de nuevo (el método de fijación deberá mejorarse pues el actual somete al cierre a una tensión que hace saltar espontáneamente en muchas ocasiones dicho cierre) Por otra parte unas pocas varillas habían saltado por la tensión del hilo y un porcentaje bajísimo se habían roto por algún tropezón. Era necesario reponerlas. Hablando en general, la reposición y mantenimiento de las balizaciones es un trabajo muy sencillo que tendrá que realizarse de forma periódica. El periodo se debería determinar específicamente en cada zona en función del tráfico de personas en dicha zona cómo factor principal determinante. El deterioro, y por tanto la necesidad de mantenimiento, no puede ser la misma en una zona remota del Gándara que en Cuevamur.
El trabajo avanzó, sin prisas pero sin pausa, por las galerías de acceso a la Sala de los Cristales. Ya en la Sala hubo que añadir algunas varillas en ciertas zonas, fijar las que habían saltado y colocar nuevos taponcillos en su caso. Había observado una zona en que el deterioro era especialmente abundante. La razón era lo poco natural del trazado del sendero, junto con lo poco apropiado de la textura del suelo para fijar varillas. Decidí cambiar el trazado. Esto mejoró el paisaje por el que discurre el recorrido y subsidiariamente, al ser arcillosa la textura del suelo, hizo óptima la fijación de las varillas.
Aunque podía haber seguido trabajando varias horas más hasta acabar la revisión por completo tenía que salir pronto por compromisos personales. A las dos estaba de nuevo en el aparcamiento de las Covalanas junto a mi coche. Cuando entre en la cueva hacía un día de viento sur, de colores nítidos y preciosos, pero ahora llovía copiosamente. En cinco minutos me cambié y me puse al volante. A las tres estaba en mi casa.

     
No me dejo afectar por el desánimo. La situación política y las marejadas en el mundo de la espeleología pasarán, pero lo que no pasará es la necesidad de conservar las cavidades que se van descubriendo y explorando. A veces me pregunto por qué tengo la manía de sentirme satisfecho cuando la gente no opina como yo. Me ocurre algo raro: cuando las cosas se ponen en contra mía me siento más alimentado. Saco más energía de la oposición que del apoyo. Reconozco que la oposición hace brillar con más intensidad la fuerza interior que nos habita. Sobre todo cuando tu corazón siente que estas haciendo lo correcto.