22/9/16

Tuno


Esta vez íbamos a realizar una sesión fotográfica con Adrián en su faceta de músico. Había costado quedar con él, siempre tiene compromisos y obligaciones, pero la previsión pintaba bien. Era imprescindible llevar una guitarra y la banqueta. La cueva tenía que ser cómoda de andar y sin gateras ni laminadores. Además Adrián tenía que estar después del mediodía en Torrelavega para ensayar. Así que nos quedaban pocas opciones para escoger. Coventosa era una opción bastante buena. A menos de una hora conduciendo desde Solares y a diez minutos del aparcamiento. Además en su red de entrada se pueden encontrar rincones de gran belleza a los que se accede, andando con un poco de cuidado, en unos diez minutos desde la boca.
Hacía falta un ayudante/ayudanta para poder transportarlo todo entre tres y también para ayudar con los flashes. Jara no podía venir. Me acordé de J. Ángel, quien había mostrado su interés por la fotografía en ocasiones anteriores. Además, como la última vez que hablé con él tenía un dedo malo y el hombro regular pensé que lo de Coventosa era ideal para reencontrarse con la espeleo El miércoles le llamé a ver si podía venir y lo arreglamos para estar a las nueve en Solares al día siguiente.
 El jueves nos reunimos con Adrián en el Bar Dogo de Solares e hice las presentaciones. Adrián y J. Ángel hicieron muy buenas migas, ya que la música es una pasión compartida por ambos. La conversación giro alrededor de equipos de música, cajas sonoras y música en general. El día estaba muy hermoso. El coche se deslizaba con suavidad hacia Arredondo. Pero yo tenía la cabeza llena de cosas relacionadas con la iluminación y las tomas fotográficas, cosa que me ocurre siempre que me enfrento a estos trabajos. Organizar a todos los que van a la sesión fotográfica para que tengan el tiempo y las ganas, realizar el esfuerzo de llegar hasta un punto de una cueva,  conseguir que todo el equipo electrónico funcione correctamente… sobre todo que los flashes se comporten dócilmente y obedezcan… Son muchas cosas las que esperas que vayan bien.
La caminata hasta la boca fue un placer. J. Ángel transportaba una saca, yo transportaba otra (con la banqueta) y Adrián llevaba la guitarra y los trajes enfundados. Uno de tuno y el otro negro con corbata blanca. Soplaba muy fuerte el aire en la galería de entrada, aire que quizás venga del Valle del Miera. Por unos instantes Adrián y yo fantaseamos con la posibilidad de una super-travesía entre los dos valles… Cien metros más adelante nos desviamos a una galería lateral hacia la izquierda, pasamos un par de salas y ascendimos mediante una trepada a una sala enmarcada por columnas. Allí plantamos el campamento.



Mi primer planteamiento de flashes y trípode no me pareció exitoso. No entraba suficiente paisaje debido a que las distancias eran cortas y la altura de la sala mucha. Adrián sugirió retirar la cámara hacia atrás unos metros, peligrosamente cerca del borde de la sala, y traer el punto de la banqueta un poco. La cosa mejoró sensiblemente. Colocar los flashes en sus posiciones llevo poco tiempo pero tuvimos problemas con los disparos. Hubo que cambiar las pilas a tres de ellos. Las compras de pilas baratas que he realizado me han llevado a la conclusión de que lo barato sale caro. Merece la pena comprar buenas pilas y buenas baterías. Sobre todo teniendo en cuenta el tremendo coste en esfuerzo humano, y en equipos, de hacer fotos decentes en las cuevas. Sea como fuere los aparatos empezaron a realizar su trabajo, incluido el flash que me dono en herencia mi tío materno Benjamín (un flash Metz profesional excelente). Y empezó el trabajo del modelo.
Se vistió primero de tuno. Llegaron las pruebas iniciales y luego diferentes tomas que, por una u otra razón, no fueron satisfactorias. Hasta que comenzaron a serlas. Mientras se hacían fotos Adrian tocaba. En un momento dado se puso a tocar un tema de Pink Floyd. Sonaba maravilloso en la cueva. El modelo se puso de perfil hacia la izquierda, hacia la derecha, de frente, a 45º a la derecha y a 45 º a la izquierda, sentado y de pie. Finalmente terminamos saturados, es usual, de fotos con el traje de tuno y decidimos cambiar al traje negro. Con el traje negro solo hicimos fotos de pie, sin banqueta, buscando la admiración ante la belleza. J. Ángel estaba algo harto de recibir peticiones de mirar los flashes, de moverlos o de controlarlos. Como la guitarra estaba libre se puso a tocarla también. Supongo que también estaba un poco aburrido.  Para ser ayudante de fotos espeleológicas hay que tener mucha paciencia. Mejor si te gusta la fotografía o al menos si tienes cierta inclinación.
Después de repetir una decena de veces la toma del traje negro dimos por acabada la sesión. Mejor salir tranquilos para que Adrián tuviese margen. Ni J. Ángel ni yo teníamos prisa alguna. Me había gustado la sesión. Adrián posa bien. Le sugerí posar esporádicamente, de forma profesional, para sacar un poco de dinero. Por el camino se nos ocurrió hacer una sesión con seis u ocho personas andando con sus trajes cotidianos y con paraguas. Y un video de un cuarteto musical con una pieza adecuada en el mismo lugar de la sesión (con focos y toma de sonido de calidad).
           Dejé a J. Ángel en su casa de Navajeda y a Adrián en Solares. Y luego me precipité a casa para echar un vistazo a las tomas que habíamos hecho. Me corroía la curiosidad. 

   

20/9/16

Sistemáticos2































 




Fotos: Miguel F. Liria
Texto: Antonio G. Corbalan
En definitiva: no podíamos aguantarnos las ganas de saber que había al final de la chimenea que habíamos casi escalado hasta arriba el sábado pasado.  Por eso quedamos el martes por la tarde, para entrar de nuevo a la zona del Patio. A pesar de que habíamos quedado a y media  ambos llegamos a Ramales antes de las cuatro y cuarto. Se notaba el interés que teníamos los dos por ver la continuación, casi la dábamos por  segura aunque…

El laguito estaba casi seco y los goteos del sábado se habían aplacado. Las legumbres que estaba digiriendo  no me ayudaban a subir cuestas ni, mucho menos, a subir jumareando cuerdas. Pero no tardamos más que el día anterior. Esta vez ambos estábamos muy dispuestos a escalar tanto Miguel como yo, pero a Miguel se le notaban unas ganas intensas. Así que fue el que escaló. Yo me dispuse a pasar frío mientras tanto. Sin embargo el hecho de tener que ayudarle, colgándome de la cuerda y saltando, para que pudiese subir el desplome hizo que no pasase el frío que esperaba. En el camino de subida retiro todas las fijaciones salvo las tres últimas
No tardo mucho Miguel en alcanzar el nicho que yo vislumbraba el sábado pasado.  Y en darme la mala noticia de que no había galería. Había que subir un poco más. Y subió galería no había tampoco pero si una grieta ortogonal a la fractura E-W que permitía el paso sin cacharros. Lo dejo para que yo lo intentase la siguiente vez. En el camino de bajada lo retiro todo. Solo se quedo arriba la cuerda anclada a un natural y una chapa y un fraccionamiento. De bajada retiró todas las fijaciones restantes.
En previsión de salir a una hora razonable recogimos e iniciamos la bajada. Por el camino visitamos las prolongaciones de la fractura E-W. De la observación de dichas fracturas saqué una conclusión: de haber alguna continuación o prolongación esta tendrá que estar arriba del pozo. Solo nos queda, por tanto escalar y escalar el pozo central.
Nos paseamos hasta la salida y luego hasta el coche y luego hasta Ramales (no era tarde pero había que trabajar al día siguiente) y luego hasta casa. La desilusión era grande pero no enorme. Quizás habrá que mirar por otros lados. 


 

17/9/16

Sistemáticos

Fotos: Miguel F. Liria
Texto: A. Gonzalez-Corbalán


Contacté con Miguel el mismo viernes, víspera de la salida. Los días anteriores le había mandado unos wassaps pero no habían sido contestados. Luego supe que su teléfono móvil estaba en reparación. Después de algunas consultas quedamos para seguir explorando en El Pozo. Debido a que tenía la cabeza llena proyectos fotográficos no era un plan muy atractivo para mi. Siempre cuesta retomar las cosas difíciles o trabajosas. Pero además es que escalar El Pozo es una de esas cosas que, lo que se dice costar, va a costar mucho, aunque lo de dar algún fruto no tenemos ni idea si lo dará.
A las nueve y media me alcanzó Miguel en una cafetería de Ramales. Al otro lado de la barra estaba la misma joven, guapa y simpática, que otras veces. Creo que esa es una de las buenas razones para que el bar esté lleno de hombres, viejos y jóvenes, tomándose el desayuno. Otra razón es que los pinchos que hay sobre la barra pintan muy bien. Miguel se tomo una cerveza con un pincho y yo un café descafeinado. Tenía unas intensas ganas de defecar (pensé que era debido a las ciruelas julias que había cenado la noche anterior). Aunque también pudo ser el efecto psicológico de tener que seguir escalando El Pozo.
Estaba muy gris el cielo sobre Ramales pero no llovía. Mientras subíamos en el coche de Miguel, Valle de Soba arriba, tampoco llovía. Se puso a llover intensamente en cuanto llegamos al aparcamiento. Me costo mucho esfuerzo mental, aunque poco tiempo, salir del vehículo. Creo que a Miguel también le costó bastante. Previsoramente yo llevaba puesta la ropa de cueva salvo el mono, el arnés y las botas. Y esos atuendos me los puse de tal forma que gaste poco tiempo y poca energía en ello. Y, por consiguiente, me moje poco. Me gusto especialmente la manera en que me puse el mono: con los zapatos puestos. Luego me cambié a una bota y luego a la otra. Pude cubrir con el mono las botas Aigle de caña alta por primera vez y quede muy contento del efecto estético (era la primera vez que lo conseguía). Miguel tenía dos paraguas que usamos para mojarnos menos subiendo a la boca de la Cueva del Gándara. 
El laguito estaba lleno pero no lo suficiente para que naufragasen las botas. Y en la zona de exploración los goteos eran intensos y molestos. Sobre todo cuando una gota te caía en el pescuezo. En un momento nos pusimos el resto del equipo vertical. Miguel comenzó a subir y yo fui detrás de él: pequeña vertical de 5 metros/ base de El Pozo/ tirada de unos 20 metros/ pasamanos hacia el este/ gatera ascendente/ pequeño resalte (por grieta) de unos 3 metros/ tirada de unos 12 metros/ punta de escalada.
La exploración a partir de la punta fue sistemática (primero lo más fácil y luego lo difícil). Lo más fácil y evidente era volver por el espacio que dejaban los bloques hacia el oeste, en dirección a El Pozo. El paso era cómodo y se accedía a un balcón desde el cuál podían plantearse tanto continuar la escalada de El Pozo -por su parte más abierta- como montar una instalación de acceso mucho más cómoda que la actual. Además encontramos un sitio casi plano para las sacas y para nosotros, a resguardo de las verticales, en donde era posible extender el contenido de las sacas. El segundo movimiento fue explorar la zona izquierda de la fisura en dirección oeste -solo requería asegurar un poco con cuerda pero no instalar anclajes-. La fisura se cegaba con bloques pequeños compactados tanto hacia arriba como hacia delante. Y hacia abajo carecía de interés ir. El tercer movimiento requirió prepararse para instalar un pasamanos: taladro, broca, chapas, parabolts, mosquetones, maza, llave, etc. Instalé la cabecera en un gran puente natural. Luego pasé por encima del desfonde y coloqué un anclaje; me descolgué hacia la derecha un poco y coloqué otro anclaje justo antes del estrechamiento de la fisura. Pasar me costo dos intentos y quitarme algún trasto de encima. Más allá se ensancho. Hacia abajo se podía ir cómodamente. Hacia delante nada. Hacia arriba se podía seguir por dos chimeneas estrechas y muy penosas, posiblemente intransitables. Llamé a Miguel para que confirmara mi evaluación. Coincidió conmigo en que no merecía la pena, de momento, intentar las penosas chimeneas. Conseguimos pasar de vuelta la estrechez con dificultades.
Finalmente miramos la escalada directa. Miguel no lo veía nada claro, parecía que la chimenea se cegaba unos quince metros más arriba. Pero a mí me pareció que podía haber algo. Además teníamos que ser sistemáticos. Miguel comenzó a escalar algo a la izquierda de la zona que me parecía más sencilla. Pero era él el que escalaba. Después de una sucesión de esforzados pasos en desplome y de colocar cinco o seis parabolts se quedó sin batería a medias de taladrar un agujero. Descendió y le relevé en la tarea. Cambié su taladro por el mío, tuneado con una buena batería, y cogí todo el material restante. Ascendí de la manera más económica que pude y continué taladrando en el punto que lo había dejado Miguel. Un poco más arriba pude poner un cordino en unos salientes, lo que me permitió subir un poco más hasta poner el siguiente parabolt. Empecé a ver que el final de la chimenea podía ser el acceso a una galería colgada. Posible pero no seguro. Pude poner dos parabolts más, los que me quedaban en la bolsa, hasta que tuvimos que plantearnos que íbamos a hacer. Después de una breve debate sobre el caso concluimos dejar todo tal y como estaba y volver en breve (al subir se podría recoger la mayor parte del material y terminar la escalada sin problemas).
La recogida fue muy rápida y el descenso de El Pozo sin contratiempos. Los chorreos habían aumentado. Ambos pensamos que estaría lloviendo aún más que cuando entramos. Pero no era así. No llovía nada, aunque seguramente lo habría hecho a lo largo del día. En la boca de la cueva nos encontramos a un grupo de espeleólogos, formado por dos hombres y una mujer, que venían del primer vivac. Habían estado localizando el quinto vivac, cercano al Gran Pozo. Mientras Miguel conducía hacia Ramales recibió una llamada telefónica. Había una obra de teatro cerca de su pueblo y si se daba algo de prisa podía llegar para ir a verla. Nos separamos en Ramales y quedamos para volver a terminar la escalada un día de la próxima semana (si las cosas cuadraban). De camino a casa admire el bello atardecer -casi otoñal-. 



10/9/16

Speleo Photo Meeting (Ojo Guareña)


Los horarios se relajaron un tanto en la mañana del sábado. Íbamos a hacer, sin plan de hacer fotos, el recorrido largo de aventura de Ojo Guareña que dura entre tres y cuatro horas. La entrada y salida al complejo es por la Cueva Palomera. La organización de la visita era así:
primera tanda: todos los alojados en las habitaciones de la 1 a la 13; salida en autobús a las nueve y vuelta en autobús como a las dos de la tarde.
segunda tanda: todos los alojados en las habitaciones de la 13 a la última; salida en autobús a las dos y vuelta en autobús como a las siete de la tarde.
A mi me tocó en la primera tanda. Muy conveniente para mis obligaciones, pues debía estar en Santander cuanto antes por la tarde-noche. Me hacía muchísima ilusión conocer, aunque fuera un poquito nada más, el Complejo subterráneo de Ojo Guareña.
El día se presentaba feliz y primaveral. El autobús llego en hora, más de 70 plazas, y la gente se fue colocando donde más le apetecía. Yo en la zona delantera y sin compañero para poder ensoñar conmigo mismo. Pero al cabo de unos minutos se me unió Lorenzo para charlar un poco. Él actuaba como organizador responsable. En una media hora estábamos en la carreterilla de subida al aparcamiento superior que pasa junto a la ermita de San Bernabé. Lorenzo dijo que íbamos a intentar subir con el autobús al aparcamiento de arriba, el conductor paro para preguntarle a un lugareño que tal estaba la subida. Cruzamos el puente estrecho, principal dificultad según el lugareño, y comenzamos las revueltas. La primera, giro a la derecha, se paso sin ningún contratiempo. En la segunda, giro a la izquierda, el conductor se cerró bastante en previsión de no rozar las ramas de una encina. Sin embargo fue un error  importante. De pronto el autobús se quedo atrancado y sin tracción. El conductor bajo, miro y se echó las manos a la cabeza. Luego bajamos dos o tres más. La parte trasera había rozado, de hecho estaba contra el asfalto, y la rueda  delantera derecha estaba en el aire.
Después del desconcierto inicial se desalojó todo el autobús y se subió a unos cuantos individuos pesados en la parte delantera. A continuación el conductor dejo que el autobús fuera marcha atrás hasta liberar bien la parte trasera. Finalmente tomo la curva con un radio mucho mayor abriéndose claramente. Y el autobús paso sin problemas. Aunque algunos optaron por montarse la mayoría, para no tentar a la suerte, decidimos terminar el corto tramo que nos quedaba hasta el aparcamiento dando un paseo. La mañana animaba a hacerlo.
Mientras nos preparábamos se formaron dos grupos que debían estar equilibrados, uno con el guía, en realidad la guía, en inglés y otro en castellano. Me apunte al de inglés porque el ruido humano siempre es más reducido en grupos de no hispanos y también por practicar la audición en inglés. De cualquier forma en ese grupo estaban los franceses y los rumanos con los que me apetecía hablar un poco. Además conocí a Raquel, una medio catalana medio andaluza, geóloga y la mar de interesante que actuaba como ayudante de la guía con el inglés. Ahora no tenía trabajo. Le hablé de los trabajos antropológicos en Sudáfrica para los que habían requerido espeleólogos formados en excavaciones.
Durante el paseo entre encinas hasta la Cueva Palomera tuve ocasión de hablar con Iulian, el rumano. Le hice partícipe de mi opinión sobre las fotos de su equipo: me gustaban mucho porque no solo colocaban al humano como una medida del paisaje subterráneo. Muy al contrario, en sus fotos se trataba de ver la reacciones y emociones del humano en el medio subterráneo. Coincidió plenamente conmigo. 




Llegamos a la verja que protege la boca en un paraje maravilloso. Mientras la guía comenzaba a explicarnos cosas variadas y a hacernos las advertencias oficiales me alejé un poco e hice algunas fotos. Enseguida comenzamos el descenso por un sendero cementado y embaldosado. Después de una zona de escalones desembocamos, previo paso de otra puerta bien cerrada, en una hermosa galería.  Nuestro recorrido, de unos dos kilómetros y medio, discurría primero por la Galería Principal pasando por la Sala Edelweiss. Las lucecitas de todos los visitantes formaban una bonita fila en la oscuridad de la amplia galería. La gente, yo mismo, iba haciendo todas las fotos que podía, siempre a mano alzada.
A la altura de una confluencia de dos galerías grandes tomamos el comienzo del circuito cerrado a mano derecha (la ruta está balizada con catadióptricos para que en una emergencia, si al guía le ocurre algo, los visitantes puedan salir solos).  A menos de 200 metros la luz cenital de la Sima Dolencias empezó a iluminar la galería con una riqueza de formas muy atractiva. Los fotógrafos se entusiasmaron sacando fotos en ese lugar. Aún con la escasez de medios se hicieron muchas tomas.
Luego continuamos por la Galería del Teléfono, en la que hay abundancia de bichos, hasta desembocar en una amplia sala llamada Sala del Cacique. Cuando la guía observaba un bichito colocaba un triangulito blanco en el suelo para avisar. El último en pasar recogía el triangulito. En general la conservación de la cueva es muy buena. Incluso impecable. No hay vandalismo de formaciones, ni grafitis en las paredes, ni basura en el suelo. Los senderos están bastante marcados y fuera de ellos no se nota demasiado la huella. La impresión que me iba dejando la visita era muy buena.
De vuelta de la Sala del Cacique al circuito principal comprobamos que el horario era bueno y que podíamos completar la visita yendo al Museo de Cera. Como su nombre indica hay gran profusión de formaciones clásicas siendo el sitio de mayor abundancia en todo el recorrido. Sobre todo de estalagmitas. Después de hacer algunas fotos en este último lugar volvimos al circuito principal por una galería en que la roca presentaba unas inclusiones clásticas oscuras y muy peculiares. Después de escuchar varias opiniones la guía se quedo un rato con Raquel observando y hablando. Mientras tanto la mitad del grupo se adelanto y se perdió en la oscuridad camino de la salida. Yo me junte con Jean Françoise y fuimos caminando un buen rato solos. Ni los ansiosos, que iban delante, ni los que se habían quedado hablando de los clastos. Fue un momento mágico. La cueva en silencio para nosotros dos. Poco después nos alcanzaron la guía y Raquel con el resto del grupo. Raquel me dijo que eran las conchas de moluscos fósiles que vivían en la arena o el limo y que había quedado atrapados.
El sol estaba demasiado radiante en el exterior y tuvimos que refugiarnos a la sombra de una encina y una furgoneta para cambiarnos y esperar al autobús. Mientras tanto algunos, Rémi y Michel entre otros, fuimos a hacer algunas fotos desde un mirador cercano. El conductor eligió otra ruta más adecuada para un aun autobús tan largo. Durante la vuelta me entro un soñera especial y fui dando cabezazos.  
Cuando llegamos al albergue casi todos teníamos hambre acumulada. Cogí el picnic que tenía guardado en la habitación 11 y me fui a comer a la mesa donde estaban Sergio y Roberto. Comimos muy tranquilos bajo las benéficas sombras de los árboles. Después charlé un buen rato con Roberto acerca de las dificultades y de los eventos de estos días. Se le notaba bastante cansado. A él, a Sergio, que andaba editando un video a contrareloj, y a Lorenzo también. Me despedí de ellos con algún medio proyecto en ciernes para octubre y me embarque en el coche con música y aire acondicionado. Disfruté mucho de la conducción al bajar desde el Puerto del Escudo a la costa. Salirse de las carreteras buenas y de las autovías para disfrutar del paisaje se ha convertido en un raro lujo porque siempre vamos sin tiempo a todas partes…           



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9/9/16

Speleo Photo Meeting (El Soplao)




La mañana se planteaba igual que la anterior, más o menos, pero cuando me reuní después del desayuno con los guías de la Cueva del Paño, a la cual estaba asignado, me di cuenta de que había overbooking de guías y de que no eran necesarios mis servicios en esa cueva. Cueva que, por otra parte, había visitado no hace mucho aunque no recordaba con suficiente detalle para asesorar dónde se ubicaban los mejores puntos para tomar fotos. Así que me acerqué a Roberto y le dije si podía ir a El Soplao con ellos. Era mi oportunidad de ver de nuevo algunos lugares que no esperaba visitar nunca más. Roberto me gestiono una plaza en la furgoneta de una pareja alemana, Helmut Pöltzsch y Michele Carmen, que iban como fotógrafos.
El viaje aunque algo largo en kilómetros se hizo corto gracias a que la mayor parte se desarrolló por autovías: Soncillo-Pantano del Ebro-Reinosa-Torrelavega-Roiz-La Florida-El Soplao. Michele Carmen, realmente francesa y con un buen castellano, me puso al día de la situación social y laboral en Alemania. No es oro todo lo que reluce allí. Hay problemas económicos y el nivel de vida es claramente inferior al de hace unos años.
En el aparcamiento de El Soplao se hizo la distribución de guías y se insistió en el planning de zonas-horarios de los fotógrafos: David Bunnel, Michael Schopper, Helmut Pöltzsch, Katsuji Yoshida y Simon Primozic. Se me asigno al fotógrafo alemán Michael Schopper.  Pero también venían otros dos guías.  La situación fue algo confusa en algunos momentos debido a que las áreas de foto se subdividían a su vez en subzonas. Y, claro, había que mover a los fotógrafos para que conocieran todos los puntos y fotografiasen lo que estimaran oportuno. Todo con tiempos acotados.  Ciertamente el planteamiento de los tiempos chocaba un poco con lo que entendemos por creatividad. Pero afortunadamente hubo tiempo para todo. De vez en cuando nos cruzábamos con un grupo turistas en la visita de aventura de El Soplao. En esos casos debíamos apartarnos y dejar la prioridad a dichas visitas. De esta forma fuimos visitando El Campamento, El Bosque, El Órgano y La Coliflor. En este último lugar me entretuve sacando algunas fotos macro con iluminación sencilla.
Más tarde, guiados por Miguel, hicimos un movimiento largo hasta la Galería de la Sirena, sitio que yo había visitado en muy raras ocasiones. El camino discurría por un entramado de cueva y mina con lugares muy notables. Cuando llegamos los japoneses habían acabado y estaban recogiendo. La estancia en este lugar me permitió comer, dar un paseo por los alrededores y dormir la siesta. Finalmente volvimos sobre nuestros pasos. Volvimos todos menos Miguel, quien se quedo allí esperando al último grupo. Aunque yo no tenía muy claro que se quedase él allí tan solo.
Durante la vuelta actué como guía de hecho y, sobrepasando El Campamento, llegamos hasta la frontera de la zona turística iluminada en donde se encuentra el Falso Techo. El lugar más emblemático de El Soplao. Mientras Michael tomaba fotos y más fotos a Tanja en el paisaje subterráneo yo hice también algunas fotos de recuerdo y me dediqué a la contemplación. Una hora y media debimos estar allí. Finalmente salimos de los primeros. En la Galería Gorda estaban muy avanzados los preparativos para el concierto que se iba a celebrar a las ocho. En la galería de acceso a la cueva nos encontramos a varios músicos. Uno de ellos me dijo que el concierto era de Bertín Osborne.
Fuera el tiempo estaba espléndido y primaveral. La tarde avanzaba. Los alemanes desaparecieron en el bar para tomar café y hacer compras, tiempo que aproveche para disfrutar del ambiente y hacer una llamada. La vuelta, sin contratiempos, fue feliz y rápida aunque en algunos momentos me pareció que Helmut corría más de la cuenta. Cene con hambre de verdad, más copiosamente de lo que suelo hacerlo. Después de una breve sesión de visionado de fotos y de enterarme cómo se organizaba, el sábado, la visita a Ojo Guareña me acosté rapidamente para dormir todo lo que diera tiempo. También los eslovenos estaban acostándose y, Simon y yo, coincidimos en que dormir es muy importante (the most important job is to sleep…).       

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8/9/16

Speleo Photo Meeting (Covanegra)




Roberto me había invitado al encuentro de fotógrafos de cuevas que iba a tener lugar en Soncillo entre el 4 y el 11 de septiembre. Le dije que iría a echar una mano los días 8, 9 y 10.  En realidad sólo el 8 y el 9 había tarea pues el sábado 10 estaba organizada una visita a Ojo Guareña. El miércoles 7 de septiembre al atardecer subí desde la costa cantábrica a Soncillo por el Puerto del Escudo. Llegue cuando estaban ya casi a punto de cenar. Roberto estaba en la oficina junto con Lorenzo y Sergio. Les salude y me hicieron un resumen de lo que se estaba haciendo y, sobre todo, de lo que íbamos a hacer al día siguiente. Mi habitación, compartida con los eslovenos del grupo de Simon Primozic, era la 11. Pague el alojamiento y luego me di una vuelta con juna cerveza en la mano hablando con los conocidos que recordaba y también con los que me recordaban aunque yo no recordase. Una nueva prueba de mi débil memoria para los nombre y las circunstancias.
 La actividad era frenética por doquier y todas las zonas sociales del albergue estaban inundadas de fotógrafos y de fotos. En muchas mesas se disponía de ordenadores portátiles para procesar fotos y había corros en donde se comentaban todo tipo de cosas. Un ambiente excelente como caldo de cultivo para la inspiración o, sencillamente, para aumentar las ganas de hacer fotos. Según el programa de trabajo establecido estaba yo en el listado de “guías” de la Covanegra para ayudar a Katsuji Yoshida o a Cristian Tzecu o al grupo de Jean F. Fabriol/Rémi Flament/Michel Bouthors. Como mis recuerdos de la Covanegra no daban para ser “guía” de nadie me agencie una topografía que añadida a lo que recordaba de la cueva me permitiera actuar como “guía”. En realidad yo había visitado la Covanegra al menos dos veces en mi vida, pero la última ya era un borrón en la memoria.
Las sucesivas alarmas del reloj de uno de los eslovenos seguidas de su vuelta a la cama sin más me exasperaron (can you stop that sound…!!?) Con un poco de caos post-desayuno pude hacer mi saca, recoger el picnic y colocarme en la zona de encuentro para Covanegra. Me transportaron en uno de los coches de la organización, creo que el de Sergio, hasta las inmediaciones de Covanegra. Una vez en el aparcamiento se les dijo a todos que pusieran sus sacas en el coche de la organización y que subieran andando la pista hasta la boca. Esa pista no es apta para turismos normales, sólo para los robustos, o los vehículo todo terreno. Salvo el conductor del coche robusto todos fuimos dando un paseo de quince minutos hasta la boca de la sima.  Así conocí a Iulian Neagu del grupo rumano quien me conto que era arquitecto de software. Me pareció un hombre encantador con una gran sensibilidad.  En la conversación se introdujo Jean F. Fabriol al escuharnos hablar de matemáticas y de Madrid. Un hombre singular y un pozo de experiencias vitales.
La instalación de las dos líneas de bajada de la sima corrió a cargo de Marcos. Una línea tenía todos los fraccionamientos sencillos de pasar y la otra tenía uno en volado. Como era previsible que hubiera gente de todos los niveles se intento que la instalación fuera lo más cómoda posible. Ya abajo me aposente y me dispuse a hacer alguna foto con la Nikon compacta y un flash mientras los japoneses trabajaban. Al cabo de un tiempo largo pero no infinito los otros organizadores que andaban por allí, sobre todo Sergio, comenzaron a inquietarse por el retraso del grupo japonés de Katsuji. Yo le comuniqué a través de la ayudante Yuriko la necesidad de moverse si querían hacer fotos en otros puntos de la cavidad. Pero Katsuji y su equipo tenían el espíritu de una pirámide de bloques pétreos que cuando se asentaba echa raíces… Mientras tanto yo seguía haciendo fotos sencillitas. Finalmente, pero con cierto retraso, se pusieron en movimiento.
La primera parada fue en el punto en que se ve la zona de entrada enmarcada en la gran galería rectangular que se adentra. En este caso no tardaron mucho en realizar unas cuantas tomas. Cotinuamos por la sucesión de verticales y pasamanos instalada por Marcos. Finalmente aterrizamos en una zona en que la belleza de la cueva es uniforme. El caso exigía tomar una decisión acerca de donde tomar fotos. Yuriko me pregunto y yo le dije que a partir de aquí hasta el final todo era “bonito” (from here to the end the cave is beatiful, you can take photos where you want...) Pararon junto a un panel abarrotado de corales y se concentraron como japoneses. Katsuji daba órdenes en vos queda y los tres ayudantes respondían con diligencia. Podían permanecer en la misma posición media hora sin pestañear repitiendo o depurando una toma.  Mientras yo me admiraba.
Había habilitado el reloj que me regalaron en el homenaje por la jubilación, con su pila nueva y su bolsa, como reloj de “cuevas” para las estancias de varias jornadas o las necesidades de las incursiones de un día. Cuando marcaba las tres menos cuarto, y tocaba ir recogiendo, llego el grupo francés guiado por Marcos… eran las cinco. El reloj era un patata y se había retrasado más de una hora a pesar de que lo puse en hora por la mañana. Para posteriores necesidades tomé la decisión de comprarme un reloj automático de calidad. De momento tomamos la decisión de intercambiarnos: Marcos se quedó con los japoneses mientras recogían y yo me marche con los franceses. Marcos había realizado la instalación y sabía lo que había que recoger.
La marcha con Jean Françoise, Rémi y Michel fue rápida hasta las cuerdas. Allí descubrí que Jean Françoise solo podía llevar un peso escaso y que tenía problemas de fuerza y precisión en sus movimientos. Mientras Michel se quedaba ayudando un poco a Jean Françoise yo me adelante con Rémi y una de sus sacas para ir adelantando. Les esperamos en un punto en que había posibilidad de dudar y luego continuamos. Enseguida llegamos a las cuerdas finales y la galería rectangular. Yo me aposente de nuevo en la base de la sima a esperar los eventos. El grupo de los tres fotógrafos franceses se dedicó a fotografiar la entrada y los japoneses llegaron pero se demoraron con nuevas tomas. De los rumanos no sabía nada aunque andaban por allí también.
Cuando todos los japoneses, y alguno de los franceses, salieron subí yo dejando la saca colgada de la cuerda para que deslizase bien el croll. Arriba estaba Marcos bebiéndose una botella de vino. Tras preguntar a Yuriko me fui con ellos en su coche al albergue. Ana (del Trasmiera) me dejo una toalla ya que el albergue no las proporciona. Despues de las cervezas y la cena Michel Bouthors me enseño alguno de los trabajos de su grupo y me conto de alguno de sus viajes. Magníficas fotos. Me fui a la cama temprano porque en el meeting se madrugaba bastante.   



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