17/12/16

Molino



La idea inicial para el fin de semana era hacer un par de desobstrucciones pendientes, pero finalmente los compromisos de los compañeros exploradores no permitieron realizarlas. Por el contrario pude quedar para hacer fotos en la Torca de Llaneces con Nano, María, Luci, Fernando y Ainara. La pre-cita era a las once y media (¡!) en Arredondo aunque la verdadera cita era a las doce con Juan David. En el entreacto pudimos desayunar dos o tres veces según la gula de cada cual. J. David nos informó  que por su parte venían más gente, del orden de doce o más. Eso significaba que en total rondaríamos los veinte participantes. Teniendo en cuenta que ellos se pusieron a desayunar a las doce de la mañana la cosa no pintaba bien. La Torca conlleva varios pocitos cortos pero en total, por muy cortos que sean, se trataba de casi veinte personas. Y queríamos salir antes de las siete de la tarde.
           Reunidos en pequeño conciliábulo les dije que bien cerca teníamos cuevas como las de La Carrera, de la Fuente del Molino, de La Puntida e incluso del Escalón (esta no la nombré pero la tenía en mente por si acaso). Decidimos ir a la de la Fuente del Molino. Trasladamos los tres o cuatro coches a Bustablado, aparcamos junto al mesón y nos preparamos para la cueva allí mismo. Bajamos por la carretera dando un paseíllo, subimos a la boca, unos trepando y otros por la pisteja, y entramos a la cueva con mucha alegría. Atrás quedó el mundo de los ingratos humanos. Nos concedimos una pausa al margen del infierno social.


Posé la funda de la cámara en una roca y metí la cámara en su maleta. Nano llevó la maleta de la cámara y Ainara la bolsa de los trípodes-pulpo. La cueva se nos mostró coqueta, con cierto encanto, y a todos nos sedujo desde el principio. Me acordaba vagamente de ella. Pasamos junto a una zona que se hundía hacia el río y alcanzamos la divertida escalera metálica. Luego visitamos varias salas que implicaban una desviación de la ruta hacia el sifón (a la derecha y ascendiendo).  Para subir a una de ellas había que trepar. Usamos una cuerda de 20 metros que traía Fernando para asegurar un poco. Había un pequeño conjunto de formaciones, bastante atractivo, y decidimos hacer unas fotos con las tres chicas posando. Entre colocar la cámara y los flashes, hacer las pruebas y repetir la toma se nos fue una hora. De vuelta hacia la ruta principal algún@s empezaron a decir que tenían hambre. Visitamos algunos divertículos interesantes que, forzando, quizás podrían dar lugar a una continuación.
Algo más allá visitamos una sala con los suelos cuajados de gours bastante pisoteados. Por suerte la zona es semiactiva y de vez en cuando se inunda, ayudando a la conservación del paisaje. Una corta zona de laminadores y suelos bajos nos condujo a varias bifurcaciones previas a la zona del sifón. En la bajada más cómoda hacia éste había una cuerda para tender neoprenos. Nos desperdigamos un poco para conocer la sala donde está el sifón. Me fui hacia enfrente y, subiendo un fuerte pendiente, alcancé un lugar donde comenzaban una serie de tubos de presión diversificados que se prolongaron más y más. Como iba solo decidí volverme pero, desde luego, no recordaba que en ninguna visita anterior hubiera recorrido esas galerías. Las dejé, y regresé, con intención de probarlas más adelante. De vuelta observé una escena que me inspiró una foto: María con su mono blanco de pintor se asomaba al río que discurría más abajo mientras las iluminaciones rasantes llenaban de sombras y luces mágicas toda la sala.
Decidimos comer en un arenal cercano al sifón y luego hacer la foto. En esta expedición la gente no pensaba más que en comer. Mientras comíamos intenté vacilarles un poco con la idea de comer poco y de aguantar sin comer. Pero enseguida se rebelaron: la cosa era comer mucho y muchas veces… Dado que yo no llevaba nada de comer piqué un poco de todo lo que llevaban ellas y ellos.
La foto fue más fácil de lo que esperaba ya que los cinco flashes fueron portados a mano por los compañeros. Pero dado el tamaño de la sala, y lo oscuro del tono de las rocas, dominaban las sombras sobre las luces. De cualquier forma el resultado fue interesante ya que el blanco del mono de la espeleóloga contrastaba con la oscuridad del entorno.
Recogimos en muy poco tiempo y de vuelta paramos a realizar otra foto en la Sala de los Gours pisoteados. Aquí también hicimos el disparo de los flashes desde la mano (pero no manualmente). Es realmente mucho más rápido que hacerlo con trípodes pero requiere muchos pacientes colaboradores. Entre tanto pensamos que podríamos llevar adelante un proyecto de reportaje en la Rubicera-Mortero si cada uno se encargara de un flash y yo llevara la cámara en bandolera. Eso sería posible en una gran parte del recorrido. Podrían salir fotos interesantes.
Ya era de noche cuando volvimos a Bustablado. Entre cambiarnos y entrar al bar se nos hicieron las siete. Al poco fueron apareciendo el resto de los comensales. Yo tenia un hambre canina y quería sentarme a la mesa ya. Pero durante un rato tuve que conformarme con una jarra de cerveza. La espera no duro mucho y pudimos sentarnos a devorar nuestra merecida merienda-cena (¡!) en un sitio acogedor y agradable. Fuera el frío nocturno se hacía por momentos más intenso pero la comida hizo que lo viéramos todo de forma optimista. Es lo que suele ocurrir. Con el estomago lleno y varias botellas de vino todo parece que va bien… 



8/12/16

Destrogándara

Fotos: Miguel F. Liria
Textos: A. Gonzalez-Corbalán


Nos corría prisa realizar la topografía de El Pozo. Finales de año, presentación de memorias y solicitud de permisos. En realidad este año habíamos, más bien habían ya que yo fui pocas veces, trabajado demasiado para lo poco que habíamos conseguido en El Pozo. Por eso, y por que la zona es poco acogedora, mis ganas de ir a trabajar en ese inhóspito lugar eran escasas y sobrevenidas por la pura necesidad de los plazos de entrega. Pero los dados estaban echados y terminamos fijando para el jueves, día de la Inmaculada, una salida para topografiar, terminar de mirar los flecos que quedaban y retirar todo el material.
A las nueve y media me reuní con Miguel. Habíamos quedado con Jón y Mikel el Joven en el aparcamiento. Pero cuando llegamos ya se habían ido a la cueva. Miguel y yo fuimos detrás. El objetivo era topografiar mientras ellos miraban los flecos. Un plan sencillote. Si embargo las cosas se iban a retorcer de manera muy distinta a nuestras expectativas. Un olor asqueroso nos apestaría el día. Todo comenzó a unos metros de la entrada**.
El jueves por la mañana no sabíamos quien, o quienes, habían sido los autores de los destrozos vandálicos de todas las balizaciones pero el efecto mental que nos produjo fue muy fuerte. Así que todo nuestro trabajo de topografía en El Pozo estuvo teñido de un sentimiento ominoso. Ya habíamos comprendido hace muchos años, décadas, que todo descubrimiento espeleológico supone una amenaza de destrucción total para el medio subterráneo pero la cercanía física y temporal de todo ello me producía un escalofrío. Siento que soy uno de los que carga con mayor culpa al comunicar mi entusiasmo por la espeleología a otros seres humanos.
Mientras Miguel y yo íbamos topografiando desde la base del balcón de El Patio hacia la parte superior de El Pozo Mikel y Jón hurgaban por los ramales laterales y por las alturas buscando alguna posibilidad. No tardamos mucho en alcanzarles cerca del tapón final del pozo. Una vez que comprobamos que cualquier progresión supondría una desobstrucción comenzamos nuestra retirada desequipando todo lo posible. Algo teníamos que dejar para bajarnos! Luego recorrimos las rutas laterales a la chimenea ciega, la gran fisura hacia el este y la ruta enrevesada. Parte de todo esto lo hicimos con Mikel y Jón. Incluso se volvieron a mirar las prolongaciones hacia el este de la fractura que forma el pozo. Pero no hubo éxito. Finalmente Miguel y yo ascendimos hasta el final del pozo para terminar de desequiparlo mientras Jón y Mikel hacían lo mismo por la ruta enrevesada.
           Cuando nos vinimos a dar cuenta de que no teníamos el taladro, ni la cuerda de 60, estábamos arriba del todo desmontando el pasamanos de acceso a la chimenea ciega. Sin embargo Miguel lanzo el cabo de una cuerda de 52 que teníamos y Jón nos indicó desde abajo que llegaba. Montamos una cabecera muy eficaz con las dos fijaciones que estaban puestas y rapelamos sin mayor problema. Miguel, al bajar, desmonto todos los fraccionamientos que restaban. Las cuerdas se recuperaron de forma impecable. Mientras volvíamos fotografiamos la destrucción de las balizaciones para su posterior documentación. Ya en La Gándara nos tomamos unas cervezas aunque no había nada que celebrar.




**            Durante cuatro años los espeleólogos, tanto cántabros como foráneos, han respetado las numerosas balizaciones para preservar zonas frágiles en cuevas de Cantabria. Para ser exactos, el proceso de balización comenzó el 8/6/2012 en Udías pero el primer trabajo en la Cueva del Gándara fue el 2/12/2012 es decir hace más de cuatro años.  Decir que se han respetado significa lo siguiente: en zonas muy transitadas hemos tenido que reponer cada cuatro meses menos de 10 tapones de fijación y una o dos varillas rotas por un tropezón fortuito. Los que nos hemos comprometido con la balización contábamos con ese trabajo de mantenimiento desde el principio. Afortunadamente la gente suele intentar una reparación sencilla cuando ocurre algún desperfecto. Así han transcurrido cuatro años en la Red  de el Gándara sin problemas. La última verificación fue el 23/10/2016, es decir hace poco más de un mes. Sin embargo lo que parecía imposible sucedió: todas las balizaciones han sido destrozadas entre el 23/10/2016 y el 8/10/2016.
Tenemos constancia de que entre los grupos que han entrado entre esas dos fechas, el que ha producido ese brutal deterioro ha sido el Simulacro Anual de Rescate del Esocan realizado los días 11, 12 y 13/11/2016. Dejemos que ellos mismos nos cuenten sus grandes proyectos para el futuro de la espeleología en Cantabria;

“Durante estos años las exploraciones en los sistemas subterráneos de Cantabria no se han detenido, sino que al contrario continúan con fuerza. Gracias a este esfuerzo aparecen nuevas y exigentes rutas: Torca del Acebo-Rubicera y Sistema del Gándara están llamados a ser la piedra de toque en las que los deportistas se retan y se consagran.
Recientemente han sido publicados sendos trabajos descriptivos de la travesía Calígrafos-La Gándara. Esto traerá sin duda un aumento en la visita de esta dura travesía. La dureza de la misma, su longitud y poco conocimiento de la misma, tanto de los deportistas como de los grupos de socorro, de producirse un rescate, que necesariamente será duro y largo, va a crear situaciones de alarma social.
Tramo elegido:
Sistema del Gándara. Desde el Vivac de los Franceses hasta la calle. 
Propuesta general:
Un equipo sanitario ESCOAN entra el viernes por la boca de la Gándara hasta el vivac de los Franceses. Pernocta allí a modo de punto caliente del accidente y a las 8 de la mañana inicia el ejercicio.
El sábado a las 8 de la mañana se incorporan el resto de equipos sucesivamente.
Para extraer una camilla desde el vivac hasta el exterior se propone dividir la ruta de evacuación en 6/7 zonas de trabajo. Ver plano adjunto.
Duración aproximada del ejercicio. Si se considera que el tiempo de transporte de camilla es tres veces el tiempo de progresión de los deportistas, iniciando la evacuación de la camilla directamente desde el vivac de los Franceses, se estima una duración aproximada de 12 horas de movimiento de camilla. Desde las 8 de la mañana hasta las 20:00-22:00 de la noche.
Esta propuesta podrá ser variada conforme conozcamos el número total de efectivos disponible, pudiendo ampliar el recorrido dentro de la cavidad.”







Queda claro que las cosas tienen una prioridad diferente según quien las mira. La Cueva del Gándara contiene zonas muy delicadas que todos reconocemos que hay que proteger. Sin embargo la publicación de la travesía y el subsiguiente tránsito de la cavidad por deportistas, cansados y con prisas, que deben consagrarse traerá deterioro a zonas frágiles y, desgraciadamente, llevará a accidentes también. Esto último conducirá a rescates reales, a simulacros de rescate y esto, a su vez, a más deterioro de zonas frágiles.
 Este simulacro pasó justo por encima de zonas de máxima protección, como las excéntricas de la Sala Ángel, y dejo destrozadas todas las balizaciones por las que transitó. Pero esto último, a pesar del desprecio que supone por el trabajo de los demás, en el fondo carece de importancia porque esas balizaciones se pueden reponer con algo de esfuerzo y buena voluntad. Lo que jamás se reparará ni restaurará son las huellas y destrozos que dejo en el paisaje subterráneo en general, y en particular en ciertas zonas coralinas, el paso de un ejército de personas afanadas en transportar una camilla.
Ahora que sabemos quién es el responsable de todo esa destrucción y la última razón de los destrozos nos preguntamos que podríamos hacer para remediarlo. ¿Qué es lo que queremos?  ¿Explorar las cavidades, disfrutar de su belleza, preservar su riqueza científica y paisajista? ¿O más bien queremos convertirlas en una pista deportiva en que los mejores deportistas puedan retarse y consagrarse? Antes de responder esta pregunta debemos tener en cuenta que hay una diferencia entre el medio subterráneo y el exterior (montañas, barrancos, paredes, bosques…): El subterráneo no se regenera jamás. La tendencia deportiva actual de superar todos los límites en todas las actividades es algo que no desapruebo, siempre y cuando no implique la destrucción del medio subterráneo. La travesía Calígrafos-Gándara podría realizarse estableciendo una normativa adecuada. Los grupos deberían recibir instrucciones acerca de la preservación de las zonas frágiles, debería controlarse el número máximo y mínimo de personas que puede formar un grupo y el total de grupos que pueden recorrer la travesía por semana o mes. Sin esta normativa, que de hecho debería extenderse a todas las cavidades, dentro de poco el Gándara se convertirá en una pocilga como muchas otras cuevas son ya. Y en cuanto a los simulacros lo menos que deberían ser es respetuosos con las cuevas, eligiendo zonas no frágiles y respetando las balizaciones que señalan zonas frágiles.
Sabemos que en el Gándara se han roto por espeleólogos cansados y poco concentrados, hace ya varios años, varios espeleotemas absolutamente únicos que nunca volveremos a ver. Y miles y miles de ellos en muchas zonas están pendientes de que alguien pase rápido y veloz, persiguiendo realizar su reto y consagración personal, y tropiece con ellos, o simplemente los pise (porque en los suelos, aunque no lo creáis, también hay maravillas). Si no adoptamos medidas generales asistiremos impotentes a la destrucción de una cavidad tras otra por aquellos que más deberían protegerlas:

                                   LOS ESPELEÓLOGOS. 


6/12/16

Bluff


Texto: A. Gozález Corbalán
Fotos: Paco 



Habíamos organizado una visita a una cueva buena, bonita y barata para Iris. Por supuesto con su papá Eduardo. Y sobre todo pensando en hacerle a la niña una sesión fotográfica. Lo hablamos el sábado, el domingo y lo ultimamos el lunes. Así que por la noche me dediqué a poner en orden el material fotográfico y a conseguir iluminación suficiente para los tres y ropa adecuada para arrastrarse. Pero cuando llegó el momento, por la mañana del martes, resulto que Iris había cambiado de parecer. Ya no quería ir. Cosas de niñas. Por otra parte tenía los ojos algo irritados y necesitaba colirio. Vistas las circunstancias decidí marcharme sin niña, ni padre, y centrarme en algo útil: conseguir buenas localizaciones para hacer posteriores sesiones fotográficas. Por suerte un grupo formado por Paco, Fernando, Luci y María habían decidido ir a la misma cueva -y a la misma hora- que nosotros: la Verde de La Cavada.
Me encontré con ellos frente al Covirán de la Cavada poco después de las diez de la mañana. Aunque Luci vive muy cerca se retrasó un poco debido a que la impresora no le imprimía la topo. Son cosas que ocurren cuando tienes prisa. De cualquier forma, tras la usual visita al bar más cercano, nos montamos en los coches, el mío y el de Paco, y nos fuimos a buscar la cueva vía Barrio de Arriba. Y digo eso porque también se puede ir por la carreterilla que pasa junto al ayuntamiento y la iglesia. Aunque yo acordarme lo que se dice acordarme no me acordaba de una papa.
Una vez aparcados los coches junto al puentecillo sobre el Riotuerto, cercano a la surgencia, se coge la orilla izquierda y se remonta por pista-prado hasta la puerta de una finca. Tras pasar la valla se remonta el prado hasta una zona media -el bosque está invadiendo el prado- y se flanquea horizontalmente hacia la derecha hasta entrar en el bosque. Si tienes suerte encuentras la boca. Mejor que eso es subir junto a la valla, fuera de la finca, en el límite entre bosque y finca. La cueva se encuentra directamente sin problema. Además a medio camino existe otro agujero que habría que investigar.
El Estrujón estaba lleno de agua pero lo achicamos sin problemas con media botella de plástico y una esponja. Pasamos todos aunque algunos pariendo (pero pasamos). La zona de la red de entrada y de las columnitas tiene mucho encanto. La ruta ideal está  bastante transitada y se sique sin esfuerzo. En la Sala del Menú tomamos hacia el norte y fuimos a dar, a través de una sinuosa ruta entre columnas, a una zona en que no había estado en las anteriores visitas. Después de eso nos fuimos por la ruta principal hasta la Sala de las Pisolitas y el Gran Salón. Por suerte la sequía hizo que los pasos sifonantes estuvieran totalmente secos.
           Tras tomar unos cacahuetes y un trozo de chocolate, los demás se tomaron unos bocatas,  volvimos por donde habíamos venido. Cerca del final de la zona de barrotes nos despistamos medio minuto. Es lógico ya que hay varias bifurcaciones de la traza. El Estrujón fue más fácil de salida. Con mucha calma nos acercamos a La Cavada y nos tomamos unas cervezas en el bar de la esquina. Las conversaciones giraron alrededor del interesante trabajo de María. A veces un anciano le deja ver las riquezas de la vida que ha vivido…