8/12/16

Destrogándara

Fotos: Miguel F. Liria
Textos: A. Gonzalez-Corbalán


Nos corría prisa realizar la topografía de El Pozo. Finales de año, presentación de memorias y solicitud de permisos. En realidad este año habíamos, más bien habían ya que yo fui pocas veces, trabajado demasiado para lo poco que habíamos conseguido en El Pozo. Por eso, y por que la zona es poco acogedora, mis ganas de ir a trabajar en ese inhóspito lugar eran escasas y sobrevenidas por la pura necesidad de los plazos de entrega. Pero los dados estaban echados y terminamos fijando para el jueves, día de la Inmaculada, una salida para topografiar, terminar de mirar los flecos que quedaban y retirar todo el material.
A las nueve y media me reuní con Miguel. Habíamos quedado con Jón y Mikel el Joven en el aparcamiento. Pero cuando llegamos ya se habían ido a la cueva. Miguel y yo fuimos detrás. El objetivo era topografiar mientras ellos miraban los flecos. Un plan sencillote. Si embargo las cosas se iban a retorcer de manera muy distinta a nuestras expectativas. Un olor asqueroso nos apestaría el día. Todo comenzó a unos metros de la entrada**.
El jueves por la mañana no sabíamos quien, o quienes, habían sido los autores de los destrozos vandálicos de todas las balizaciones pero el efecto mental que nos produjo fue muy fuerte. Así que todo nuestro trabajo de topografía en El Pozo estuvo teñido de un sentimiento ominoso. Ya habíamos comprendido hace muchos años, décadas, que todo descubrimiento espeleológico supone una amenaza de destrucción total para el medio subterráneo pero la cercanía física y temporal de todo ello me producía un escalofrío. Siento que soy uno de los que carga con mayor culpa al comunicar mi entusiasmo por la espeleología a otros seres humanos.
Mientras Miguel y yo íbamos topografiando desde la base del balcón de El Patio hacia la parte superior de El Pozo Mikel y Jón hurgaban por los ramales laterales y por las alturas buscando alguna posibilidad. No tardamos mucho en alcanzarles cerca del tapón final del pozo. Una vez que comprobamos que cualquier progresión supondría una desobstrucción comenzamos nuestra retirada desequipando todo lo posible. Algo teníamos que dejar para bajarnos! Luego recorrimos las rutas laterales a la chimenea ciega, la gran fisura hacia el este y la ruta enrevesada. Parte de todo esto lo hicimos con Mikel y Jón. Incluso se volvieron a mirar las prolongaciones hacia el este de la fractura que forma el pozo. Pero no hubo éxito. Finalmente Miguel y yo ascendimos hasta el final del pozo para terminar de desequiparlo mientras Jón y Mikel hacían lo mismo por la ruta enrevesada.
           Cuando nos vinimos a dar cuenta de que no teníamos el taladro, ni la cuerda de 60, estábamos arriba del todo desmontando el pasamanos de acceso a la chimenea ciega. Sin embargo Miguel lanzo el cabo de una cuerda de 52 que teníamos y Jón nos indicó desde abajo que llegaba. Montamos una cabecera muy eficaz con las dos fijaciones que estaban puestas y rapelamos sin mayor problema. Miguel, al bajar, desmonto todos los fraccionamientos que restaban. Las cuerdas se recuperaron de forma impecable. Mientras volvíamos fotografiamos la destrucción de las balizaciones para su posterior documentación. Ya en La Gándara nos tomamos unas cervezas aunque no había nada que celebrar.




**            Durante cuatro años los espeleólogos, tanto cántabros como foráneos, han respetado las numerosas balizaciones para preservar zonas frágiles en cuevas de Cantabria. Para ser exactos, el proceso de balización comenzó el 8/6/2012 en Udías pero el primer trabajo en la Cueva del Gándara fue el 2/12/2012 es decir hace más de cuatro años.  Decir que se han respetado significa lo siguiente: en zonas muy transitadas hemos tenido que reponer cada cuatro meses menos de 10 tapones de fijación y una o dos varillas rotas por un tropezón fortuito. Los que nos hemos comprometido con la balización contábamos con ese trabajo de mantenimiento desde el principio. Afortunadamente la gente suele intentar una reparación sencilla cuando ocurre algún desperfecto. Así han transcurrido cuatro años en la Red  de el Gándara sin problemas. La última verificación fue el 23/10/2016, es decir hace poco más de un mes. Sin embargo lo que parecía imposible sucedió: todas las balizaciones han sido destrozadas entre el 23/10/2016 y el 8/10/2016.
Tenemos constancia de que entre los grupos que han entrado entre esas dos fechas, el que ha producido ese brutal deterioro ha sido el Simulacro Anual de Rescate del Esocan realizado los días 11, 12 y 13/11/2016. Dejemos que ellos mismos nos cuenten sus grandes proyectos para el futuro de la espeleología en Cantabria;

“Durante estos años las exploraciones en los sistemas subterráneos de Cantabria no se han detenido, sino que al contrario continúan con fuerza. Gracias a este esfuerzo aparecen nuevas y exigentes rutas: Torca del Acebo-Rubicera y Sistema del Gándara están llamados a ser la piedra de toque en las que los deportistas se retan y se consagran.
Recientemente han sido publicados sendos trabajos descriptivos de la travesía Calígrafos-La Gándara. Esto traerá sin duda un aumento en la visita de esta dura travesía. La dureza de la misma, su longitud y poco conocimiento de la misma, tanto de los deportistas como de los grupos de socorro, de producirse un rescate, que necesariamente será duro y largo, va a crear situaciones de alarma social.
Tramo elegido:
Sistema del Gándara. Desde el Vivac de los Franceses hasta la calle. 
Propuesta general:
Un equipo sanitario ESCOAN entra el viernes por la boca de la Gándara hasta el vivac de los Franceses. Pernocta allí a modo de punto caliente del accidente y a las 8 de la mañana inicia el ejercicio.
El sábado a las 8 de la mañana se incorporan el resto de equipos sucesivamente.
Para extraer una camilla desde el vivac hasta el exterior se propone dividir la ruta de evacuación en 6/7 zonas de trabajo. Ver plano adjunto.
Duración aproximada del ejercicio. Si se considera que el tiempo de transporte de camilla es tres veces el tiempo de progresión de los deportistas, iniciando la evacuación de la camilla directamente desde el vivac de los Franceses, se estima una duración aproximada de 12 horas de movimiento de camilla. Desde las 8 de la mañana hasta las 20:00-22:00 de la noche.
Esta propuesta podrá ser variada conforme conozcamos el número total de efectivos disponible, pudiendo ampliar el recorrido dentro de la cavidad.”







Queda claro que las cosas tienen una prioridad diferente según quien las mira. La Cueva del Gándara contiene zonas muy delicadas que todos reconocemos que hay que proteger. Sin embargo la publicación de la travesía y el subsiguiente tránsito de la cavidad por deportistas, cansados y con prisas, que deben consagrarse traerá deterioro a zonas frágiles y, desgraciadamente, llevará a accidentes también. Esto último conducirá a rescates reales, a simulacros de rescate y esto, a su vez, a más deterioro de zonas frágiles.
 Este simulacro pasó justo por encima de zonas de máxima protección, como las excéntricas de la Sala Ángel, y dejo destrozadas todas las balizaciones por las que transitó. Pero esto último, a pesar del desprecio que supone por el trabajo de los demás, en el fondo carece de importancia porque esas balizaciones se pueden reponer con algo de esfuerzo y buena voluntad. Lo que jamás se reparará ni restaurará son las huellas y destrozos que dejo en el paisaje subterráneo en general, y en particular en ciertas zonas coralinas, el paso de un ejército de personas afanadas en transportar una camilla.
Ahora que sabemos quién es el responsable de todo esa destrucción y la última razón de los destrozos nos preguntamos que podríamos hacer para remediarlo. ¿Qué es lo que queremos?  ¿Explorar las cavidades, disfrutar de su belleza, preservar su riqueza científica y paisajista? ¿O más bien queremos convertirlas en una pista deportiva en que los mejores deportistas puedan retarse y consagrarse? Antes de responder esta pregunta debemos tener en cuenta que hay una diferencia entre el medio subterráneo y el exterior (montañas, barrancos, paredes, bosques…): El subterráneo no se regenera jamás. La tendencia deportiva actual de superar todos los límites en todas las actividades es algo que no desapruebo, siempre y cuando no implique la destrucción del medio subterráneo. La travesía Calígrafos-Gándara podría realizarse estableciendo una normativa adecuada. Los grupos deberían recibir instrucciones acerca de la preservación de las zonas frágiles, debería controlarse el número máximo y mínimo de personas que puede formar un grupo y el total de grupos que pueden recorrer la travesía por semana o mes. Sin esta normativa, que de hecho debería extenderse a todas las cavidades, dentro de poco el Gándara se convertirá en una pocilga como muchas otras cuevas son ya. Y en cuanto a los simulacros lo menos que deberían ser es respetuosos con las cuevas, eligiendo zonas no frágiles y respetando las balizaciones que señalan zonas frágiles.
Sabemos que en el Gándara se han roto por espeleólogos cansados y poco concentrados, hace ya varios años, varios espeleotemas absolutamente únicos que nunca volveremos a ver. Y miles y miles de ellos en muchas zonas están pendientes de que alguien pase rápido y veloz, persiguiendo realizar su reto y consagración personal, y tropiece con ellos, o simplemente los pise (porque en los suelos, aunque no lo creáis, también hay maravillas). Si no adoptamos medidas generales asistiremos impotentes a la destrucción de una cavidad tras otra por aquellos que más deberían protegerlas:

                                   LOS ESPELEÓLOGOS. 


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